Según un informe de la oenegé Ca-Minando Fronteras

Más de 10.400 migrantes murieron este año intentando llegar a España, el 93% en la ruta Canaria

Crece en cayucos y pateras la presencia de niños y mujeres, las presas más fáciles para las redes de trata de personas

Migrantes rescatados por Salvamento Martítimo, en una imagen de archivo.

Migrantes rescatados por Salvamento Martítimo, en una imagen de archivo. / EFE

Juan José Fernández

Juan José Fernández

Desde que se inició el año que está a punto de acabar, 10.457 personas de 28 nacionalidades han perdido la vida tratando de emigrar desde el África subsahariana, saheliana y magrebí hasta Europa con España como punto fallido de entrada. Es el recuento que la oenegé Ca_Minando Fronteras ha hecho en las rutas más letales de todas las de la inmigración irregular en el planeta, las que separan África Occidental del continente europeo en los peligrosos saltos por el Atlántico y el Mediterráneo.

Los datos de esta organización de ayuda a los migrantes se basan en su cotidiano seguimiento de los arribos e intentos de llegada de embarcaciones a Canarias y las costas españolas del Estrecho y Alborán. En su recuento son hombres la inmensa mayoría de los fallecidos tratando de ganar territorio europeo, pero hay una significativa presencia de mujeres y niños en esta tasa de muertes. La oenegé tiene noticia de 421 mujeres desaparecidas y 1.538 menores.

Para Ca-Minando Fronteras, 2024 es el de mayor mortalidad de migrantes en las zonas que avecinan a España con África, o, como la llama la organización, la frontera occidental euro-africana, un área que abarca desde Senegal hasta Argelia, con el mayor escalón de diferencia de renta en todo el planeta.

Travesías letales

El 93% de las muertes contadas por la oenegé se produjeron en la ruta atlántica canaria. Son 9.757, todas ellas producidas en naufragios de cayucos o por accidentes derivados de las duras condiciones o falta de asistencia en la travesía. En el cruce del Mediterráneo desde Argelia se cuentan 517 muertes, otras 110 en aguas del Estrecho de Gibraltar y 72 en la ruta de Alborán, hacia Almería.

La organización ha recogido su estimación en el informe Monitoreo Derecho a la Vida 2024, cerrado el pasado 15 de diciembre, y en el que señala que la mortalidad de migrantes ha crecido un 58% este año. Ya en 2023, Ca-Minando Fronteras denunció que su trágico recuento se había multiplicado por tres, hasta alcanzar 6.618.

El estudio de la oenegé cifra en 6.829 muertes las que se han producido en el salto hacia Canarias desde Mauritania, país al que considera como base ya consolidada de salida de embarcaciones e "infraembarcaciones". Es un porcentaje muy mayoritario de la amplia cifra de letalidad en la ruta atlántica canaria.

En el caso del archipiélago la distancia, la longitud de la travesía, dispara la mortalidad. También en el caso del Mediterráneo: la ruta más letal es la que parte de Argelia tratando de ganar costa en Baleares. El espacio temporal comprendido entre febrero y mayo, con una media de más de 1.000 muertes mensuales, ha sido el más trágico.

Mujeres y niños

Para Helena Maleno, coordinadora de Ca-Minando Fronteras, estas cifras son consecuencia de la implantación en el área occidental de "políticas que ya están en otras zonas, como el Mediterráneo central y el oriental", que consisten en "una dejación de responsabilidades en la defensa del derecho a la vida cuando este concierne a las personas migrantes". Están en el origen de este crecimiento en las muertes "la demora en el deber de socorro, la externalización de las fronteras y la criminalización de los migrantes y de las comunidades y las familias que los buscan", considera Maleno.

El informe de la oenegé no se fija solo en la estadística de naufragios y sus claves técnicas, también en el basamento ideológico del problema, de deshumanización en la gestión de la inmigración, y en las consecuencias sobre los migrantes más débiles.

La oenegé constata un aumento de la presencia de mujeres en cayucos y pateras, zarpando unos en Senegal, Gambia y Mauritania y otras en Argelia, Libia y Túnez. En el viaje hacia Europa se concita contra la mujer migrante la presión de la "violencia, discriminación, racismo, deportaciones y violencia sexual". En el camino y en la espera antes de saltar al mar, que puede durar meses, es habitual que esas viajeras solitarias tengan que recurrir a la prostitución y a la caridad.

Ellas y sus hijos, muchas veces nacidos en la travesía, son las presas más fáciles para las organizaciones criminales del tráfico de personas. Los niños y adolescentes también se han hecho más habituales en las embarcaciones. Son el pasaje más frágil, sobre el que Ca-Minando Fronteras acentúa su denuncia de deshumanización del fenómeno, en este caso "la instrumentalización de los niños, niñas y adolescentes migrantes como moneda de cambio entre los políticos", lo cual "los coloca en el centro de los discursos de odio".

Más naufragios

Ca-Minando Fronteras se ha convertido en una referencia para los migrantes. Los teléfonos de contacto de la organización española se pasan entre los tripulantes de los cayucos y entre las familias que se han quedado en las aldeas y los puertos de origen, y son a los que los viajeros llaman -además de a los de Salvamento Marítimo u otras entidades de socorro- cuando las cosas se ponen mal en el mar para una embarcación sin medios suficientes de navegación, ni agua ni comida bastantes para las personas que van a bordo.

Esa comunicación convierte a la oenegé en un faro de rastreo importante en una zona de enorme amplitud, como el Atlántico norteafricano, y en zona más vigilada, como el Mediterráneo occidental. Y de su observación parte el dato de 293 naufragios en ambos lados del Estrecho. En esos siniestros, al menos 131 cayucos y pateras se han hundido con todo su pasaje.

El estudio hace una acusación frontal de omisión de socorro a las autoridades españolas y marroquís como causa principal de las muertes. Más concretamente, los protocolos de rescate que no se activan y "la escasez de recursos en las operaciones de salvamento" en el origen de los siniestros.

Parte de esa acusación es la externalización que España y la Unión Europea hacen de la labor del control migratorio, trasladando el peso a los puntos de origen. "La responsabilidad del rescate se traslada a países con recursos limitados, empeorando la capacidad de respuesta ante estas emergencias", dicen en su dosier. En los naufragios que se han producido aun conociéndose con exactitud el emplazamiento del cayuco ha influido "la falta de coordinación internacional", que ha llevado a trágicas demoras en la prestación de socorro.

"Ya publicamos tras los cinco primeros meses del año un informe alertando de que la situación ya estaba siendo verdaderamente terrible y de que había que poner en marcha más medios de búsqueda y rescate", recuerda a este diario Helena Maleno. Ninguna de las recomendaciones de entonces se llevaron a la práctica.

Recordando lo sucedido en la tragedia migratoria de El Hierro de septiembre pasado, con 54 desaparecidos, Maleno hace suya la reclamación de las familias: que a las víctimas de estas rutas migratorias "se las identifique y se las pueda enterrar con dignidad".

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