Narcotráfico
Por qué Barbate ha dicho ¡Basta ya!: "Se ha perdido el principio de autoridad"
La presión sobre el Campo de Gibraltar ha motivado que la base de operaciones del narco se mude a Barbate, Chiclana o Sanlúcar y con ella la cadena humana en el alijo del hachís
Cuando Pablo Carbonell estrenó en 2004 la película Atún y chocolate, una comedia sobre la crisis de la pesca en Barbate con el trasfondo del negocio de la droga en el Estrecho, muchos en el pueblo andaban indignados.
Cómo era posible que, con lo que se estaba luchando institucional y socialmente para tratar de pasar página a los capítulos más dramáticos que dejó la heroína en los 80 y el tráfico de hachís en los 90, fuera Pablo Carbonell, vecino vacacional y enamorado de La Janda, el que osara retratar con cierta guasa los males endémicos de esta tierra: esto es, un paro cercano al 27% y una precariedad cronificada en un pueblo que, con apenas 10 mil euros de renta media anual, está frente al mayor mercado de costo del mundo, Marruecos.
Muchos en el pueblo no entendían que se pasara por el filtro del humor la cara más oscura que deja el narcotráfico. Tampoco, sea dicho de paso, se entendió del todo en el Campo de Gibraltar que se retratara en El Niño (Daniel Monzón, 2014) como una suerte de efebo antihéroe a todos esos chavales que, a lomos de sus motos de agua, sirven de enlaces e informadores para los grandes alijos de las playas gaditanas.
Con el narco no cabe el compadreo, ni la media sonrisa; sí, en cambio, la necesidad de contextualizar cómo y por qué se ha llegado hasta aquí, con un último y doloroso capítulo, con dos agentes muertos –David Pérez y Miguel Ángel González- en la noche de este viernes tras la embestida salvaje a su zodiac por una narcolancha y un pueblo que ha gritado, unido este sábado, que ya está bien.
La equiparación de la labor contra el narco como de la lucha contra el terrorismo de ETA
Se lo gritan a los traficantes y a todos los que se benefician de este negocio, que son demasiados; pero también a los responsables del Ministerio de Interior, con Fernando Grande Marlaska a la cabeza, que, a decir de las denuncias de la AUGC (Asociación Unificada de la Guardia Civil) castiga sin medios a los agentes que luchan contra esta lacra que se arrastra desde antiguo. La AUGC ha pedido la cabeza del ministro que hace apenas 24 horas celebraba, en Algeciras, que “el campo de Gibraltar es un lugar más seguro”. Nunca un presagio fue más desacertado.
La AUGC, como otras asociaciones y plataformas representativas de las fuerzas y cuerpos de seguridad, lleva años pidiendo que su labor se equipare, por peligrosidad y circunstancias, a la que protagonizaron en los años de plomo de ETA los agentes destinados al País Vasco.
Conviene recordar aquí que no se recuerda un hecho tan luctuoso ni violento para el instituto armado desde que ETA asesinó en Palma de Mallorca a Diego Salvá y Carlos Sáenz de Tejada en 2009, últimas víctimas de la organización terrorista en suelo español.
De Antón y su león al ¡Basta ya! de Barbate
Veinte años después de la película de Carbonell, Barbate y su gente ha trabajado por mudar la piel. En unas cosas ha tenido éxito y en otras, ninguno. Por un lado, se ha convertido progresivamente en un atractivo turístico y gastronómico, aunque siempre a la sombra de la fama de Zahara de los Atunes, pero por otro sigue emparejada, como cuna y refugio, a los clanes más peligrosos de la droga en el Estrecho de Gibraltar.
Si aquella comedia de Carbonell indignó a muchos, hoy los vídeos que se han hecho virales de los individuos que, desde el espigón, jaleaban con absoluta falta de escrúpulos a los narcos han reventado el umbral de la paciencia de un municipio que carga, todavía hoy, con el sambenito de haber servido de escenario para los delirios de Antonio Vázquez Gutiérrez Antón, aquel narco cargado de oro hasta las cejas que, en los 90, paseaba a su cachorro de león por las calles de Barbate.
¿De dónde sale esta gente?, ¿quiénes son?, ¿qué representan?, ¿por qué esa violencia? Como presidente de la Coordinadora Antidroga del Campo de Gibraltar, Paco Mena lleva décadas siendo testigo de excepción de las distintas mutaciones del narco en el Estrecho: "el narco no desaparece, simplemente se adapta".
El narco no desaparece, el narco se adapta
“La presión que ha ejercido el Plan de Especial Singularidad en el Campo de Gibraltar ha motivado que los narcos hayan traslado su base de operaciones principal a otras zonas: a Barbate, pero también a Chiclana y la desembocadura del Guadalquivir, en Chipiona y Sanlúcar”, explica en llamada telefónica al Correo de Andalucía.
Precisamente, en las últimas horas el Gobierno de la Junta de Andalucía, en palabras del consejero de Presidencia, Antonio Sanz, ha reclamado que el Ejecutivo extienda las medidas aplicadas al Campo de Gibraltar al resto de la provincia de Cádiz. En el narco no hay fronteras entre municipios, como no lo hay en su consideración de la vida humana. A los gritos escuchados desde la bocana del puerto nos remitimos: “Dale, dale, que se ahoguen”.
Todos esos que azuzaban con saña, desprecio y absoluta frivolidad a los suyos contra los agentes, como se han visto en los vídeos grabados por ellos mismos, son parte de las collas, ese grupo variopinto pero perfectamente jerarquizado donde cada uno ocupa un rol necesario: los aguaores, los puntos, los guardas.... Una cadena engrasada en la que se pueden llegar a cobrar hasta tres mil euros por una noche alijo.
"Se ha perdido el principio de autoridad"
Todos los integrantes de esta cadena comparten un denominador común, en palabras de Mena: “Son gente muy joven de apenas 40 años que han perdido por completo el principio de autoridad; antes, al principio de todo esto, el narco evitaba la persecución, evitaba el cuerpo a cuerpo con los agentes, sabía los límites y los controlaba, ahora esas líneas rojas han saltado por los aires”.
Y puede que, poco a poco, este tipo de clanes decidan saltarse otra frontera que hasta ahora no se había cruzado, la de sustituir el tráfico de hachís por el de cocaína. “Por suerte, apenas ha habido recientemente un par de hechos puntuales, con una incautación en Barbate de carga de cocaína pero ese tráfico todavía no se está dando”.
Pero Mena es cauto a la hora de rechazar de plano la entrada de otro tipo de negocio en la zona, sobre todo por la bajada a nivel global del precio del polvo blanco. “Igual que el contrabando de tabaco se dejó de lado y aprovechó toda su logística y cauces para el tráfico de hachís, no se puede descartar que si el narco ve más lucrativo, más rentable sustituir el negocio del hachís por el de la coca, lo acabe haciendo a gran escala. Sobre todo si nadie pone pie en pared a todo esto que estamos viendo”, que son fruto de dinámicas de negocio que tienen su raíz al otro lado del mundo.
“En Latinoamérica, hay una superproducción de cocaína de tal calibre que se está llegando a intercambiar un kilo de cocaína por uno de hachís. Si esta gente [los narcos de Barbate] ya defienden con ese nivel de violencia 100 kilos de hachís, imagina cómo lo harán sabiendo que una mercancía como la coca vale el doble o el triple en el mercado. Van a defender sus fardos con uñas y dientes”.
La misma fuerza con la que Barbate quiere defender su dignidad. La misma con la que el Gobierno de España debe asumir que sólo cabe la firmeza y la atención permanente a quienes luchan por hacer cumplir la ley en la tierra donde algunos pocos piensan que la ley no existe.
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