Desaparecidos

La mujer ucraniana desaparecida en Valencia quería volver a su país pero su marido se negaba

El esposo de Nataliya Solomykina, fiscal y alto cargo público en su país, dijo en la denuncia que tuvieron una discusión, que él se fue de casa unas horas y que a la vuelta ya no estaba

El principal sospechoso de la desaparición no quería volver a Ucrania para evitar la ley que obliga a todos los hombres de entre 25 y 60 años a estar disponibles para ir a la guerra

La policía busca el cadáver de una mujer en un bajo en Campanar

Teresa Domínguez

Nataliya Solomykina, la mujer ucraniana de 38 años desaparecida el pasado 25 de abril en València y de quien la Policía Nacional sospecha que ha sido asesinada, quería desesperadamente regresar a Ucrania, de donde había huido, como tantos otros compatriotas, poco después de que Vladímir Putin ordenase la invasión de su país vecino hace dos años y medio, en febrero de 2021, desencadenando una guerra sin cuartel que continúa en marcha y que está lejos de llegar a su fin. Pero su marido, en edad de ser llamado a filas, no quería. Ese parece ser el detonante del conflicto que la pareja vivía desde hacía tiempo y que les llevaba a tener discusiones cada vez más agrias. Pero hay más.

Ella, abogada en su país y asesora durante un tiempo de un diputado en la ciudad de la que ambos proceden, Zhitómir, era propietaria de numerosos bienes inmuebles: nueve apartamentos y tres terrenos rústicos solo en su país, donde también era gerente de una cadena de tiendas. Eso, en Ucrania y antes de migrar a España huyendo de la guerra.

El dinero de los alquileres

Después de que el matrimonio, que tiene dos hijos, se instalase en València, Nataliya, que el pasado 16 de mayo habría cumplido 39 años, amplió su capital inmobiliario comprando varios bajos comerciales. Se trataba de invertir el dinero que pudieron traerse consigo. Y no solo figuran a su nombre, sino que era ella quien se ocupaba de gestionar la explotación comercial de esos locales, entre ellos, el de la calle Conchita Piquer cuyo suelo levantaron agentes de la Policía Nacional la semana pasada, de momento, sin éxito, convencidos de que debajo de esas baldosas colocadas recientemente se encontraba el cuerpo sin vida de su dueña, víctima de un nuevo crimen machista.

Desde ese 25 de abril, es él quien cobra y gestiona los alquileres. El grupo de Homicidios de la Policía Nacional de València lo ha interrogado en varias ocasiones. No hay acusación formal, pero todas las miradas están puestas sobre él. De haber localizado el cuerpo bajo esa capa de cemento y porcelánico, el marido de Nataliya habría comparecido en calidad de detenido por su muerte y habría tenido que dar explicaciones bajo esa acusación a la jueza de Instrucción número 12 de València, que es quien lleva el caso desde el inicio, ya que estaba en funciones de guardia el día que el hombre presentó la denuncia, el pasado 25 de abril.

La chocante versión del marido

El marido de Nataliya acudió ese día por la tarde a una comisaría de la Policía Nacional en València y denunció que su mujer estaba en paradero desconocido desde hacía dos días. En otras palabras, tardó dos días en acudir a la Policía a pesar de que, según dijo, no sabía nada de ella desde el día 23. Su versión le resultó chocante desde el principio a los investigadores: afirmó que ese día habían discutido en casa, en el piso en el que residían ambos desde su llegada a València, y que él se fue de casa para pasear y pensar. Y asegura que cuando regresó, Nataliya, que llevaba tiempo anunciando que quería irse a Ucrania con sus hijos, ya no estaba. Ni contestaba al teléfono. La insistencia de la madre de la mujer, que permanece en Ucrania, acabó por convencerle de que lo mejor era denunciar la desaparición.

Según parece, ella consideraba que Zhitómir, ubicada a 100 kilómetros al oeste de Kiev, volvía a ser una ciudad segura. Necesitaba volver con los suyos. Pero su marido se negaba, ya que con muchos de sus soldados muertos o desaparecidos, el Gobierno de Volodímir Zelenski ha aumentado sus esfuerzos para movilizar a más hombres. Así, aprobó en mayo una nueva ley que exige que todos los hombres de entre 25 y 60 años registren sus datos en una base de datos electrónica para que puedan ser llamados a filas. Es más, muchos de los hombres refugiados fuera de Ucrania y que habían ido este verano a su país han quedado atrapados, sin poder salir, a expensas de que los alisten. Y el marido de Nataliya lo sabía.

Fiscal, aspirante a juez y alto cargo

De todos los bajos a nombre de Nataliya, el único en el que se han hecho obras después de abril para ser puesto en arrendamiento inmediatamente después es precisamente el de la calle Conchita Piquer. Esas son dos de las razones que llevaron a los investigadores a organizar el rastreo con la Policía Científica y la colaboración de los técnicos del grupo operativo de intervenciones técnicas (GOIT) y de la unidad canina, llegada desde Madrid con dos perros adiestrados en la detección de restos cadavéricos de personas.

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El propio marido, fiscal en los tribunales de Zhitómir hasta 2013, cuando renunció para concurrir a una plaza de juez que no ganó y alto cargo en su país, primero de la administración regional y, desde 2020, de la estatal, accedió a que la Policía realizara la búsqueda, para la cual levantaron, con ayuda de un martillo percutor y una microcámara guiada, entre otros dispositivos y aparatos, el suelo completo del local. Ni rastro de Natalya. Por ahora.

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