Buscando la vida debajo de las piedras

Los profesionales de la arqueología que han podido salvarse de la crisis del ladrillo luchan por salir adelante en medio de trabas burocráticas

22 feb 2018 / 10:12 h - Actualizado: 22 feb 2018 / 10:23 h.
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  • Un momento de la excavación en La Florida que en 2008 dejó al descubierto un arrabal del siglo XIV. Pronto la crisis afectaría a todo el sector de la arqueología. / Javier Díaz
    Un momento de la excavación en La Florida que en 2008 dejó al descubierto un arrabal del siglo XIV. Pronto la crisis afectaría a todo el sector de la arqueología. / Javier Díaz

Quienes estudian Arqueología suelen soñar con expediciones trepidantes, campañas llenas de aventuras y hallazgos asombrosos. Se trata, en efecto, de una profesión apasionante, aunque la realidad de su día a día es algo más prosaica de lo que la mayoría imagina. Para empezar, y en contra de la opinión mayoritaria que cree que los gobiernos y las universidades impulsan todas las investigaciones, hay que saber que la arqueología es principalmente asumida en Andalucía por las empresas privadas.

Dichas empresas hacen todo tipo de tareas: consultoría de Patrimonio Cultural, excavaciones e investigaciones, trabajo en exposiciones y museos, restauración, comunicación y didáctica, formación... Pero sobre todo se trata de un sector muy vinculado a la construcción. «Cuando una promotora tiene que intervenir en un suelo donde se ha encontrado algo, recurren a nosotros», comenta Araceli Rodríguez, de Arqueología y Gestión, que funciona en Sevilla desde hace ya 16 años.

«Nosotros presentamos entonces un proyecto que pasa por Urbanismo y Cultura que tiene la tutela del patrimonio arqueológico, y de hecho es quien te da la autorización definitiva. Puedes desarrollar desde un reconocimiento superficial hasta una excavación extensiva, como fue la de la Encarnación, o el estudio de un edificio, en el caso de los inmuebles históricos», prosigue. «Una vez hecha la actividad, emitimos un informe, que a su vez genera un informe de la Junta, y en función de eso se obtiene o no el permiso de la promotora para construir. Salvo que los restos hallados sean muy valiosos, no se suele paralizar la obra».

Según explican los arqueólogos, los problemas suelen ser más de índole burocrática. «Tenemos problemas para desarrollar con agilidad nuestro trabajo, nos consideran poco menos que delincuentes potenciales», explica Rodríguez. «Además, las direcciones de los proyectos son unipersonales, y no te permiten dirigir dos simultáneamente, de modo que encontramos casos en que te pegas desde octubre de papeleo para dos días de trabajo real. Para una prospección de una hectárea, hemos llegado a tener tres meses de tramitaciones, en las que el director no puede hacer otra cosa. Por eso muchos acaban dedicándose a otra cosa».

Arqueología y construcción han ido de la mano hasta tal punto que la crisis de ésta supuso una catástrofe para los arqueólogos. Lo sabe bien el cordobés José Manuel Salinas, quien hace unos años tuvo que echar el cierre a su empresa Arqueoterra. «La mayoría de las empresas que había en ese momento desapareció», recuerda. «Nosotros fundamos Arqueoterra en 2005, cuando ya empezaba a desinflarse la burbuja inmobiliaria, pero había mucho trabajo aún. Cuando llegó la crisis, como tantas empresas asociadas al sector de la construcción, fuimos afectados. Muchos proyectos se quedaron sin realizar, empezaron a llegar los pagarés a 90 y 180 días, hubo trabajos que nunca se pagaron... Fue una ruina absoluta. Así terminó todo», añade.

Excavación restringida

«Parece que ahora hay una ligera recuperación, aunque nada que ver con antes de 2008. Ha sido un periodo muy duro, con mucha migración de profesionales a otras áreas», explica Javier Moro, de la empresa Arxe.

También ha cambiado mucho en las últimas décadas la imagen de los profesionales de la arqueología. «Antes, hace 15 o 20 años, había muchas suspicacias hacia nosotros, sobre todo desde el ámbito académico. Se nos consideraba una especie de mercenarios. Hoy existe una colaboración natural entre la universidad y el arqueólogo de campo», añade Moro.

Lo que no abunda en el sector son las subvenciones. A lo sumo, los espacios catalogados como Bienes de Interés Cultural (BIC) están exentos de IBI, pero poco más. «La actividad está costeada por el promotor», señala el mismo arqueólogo. «En Andalucía, además, el ámbito de actuación está restringido al espacio que va a ser afectado por la obra. Antes de la crisis, había oportunidad de excavar algo más. Ahora la obligación es solo de costear el lugar donde se construye».

Antonio Molina, de la empresa cordobesa Arqueobética, también percibe que en su ciudad «ha habido un repunte, se ha reactivado la arqueología entre el año pasado y este, aunque no sean obras de gran tamaño, ni muy duraderas, ni en solares de grandes dimensiones. Las obras más grandes son las de parcelas que se quedaron sin construir con la llegada de la crisis, entre 2005 y 2006, y que se han vuelto a retomar ahora», dice.

Otro de los costados del sector que está viviendo cierto repunte en los últimos tiempos no tiene tanto que ver con buscar debajo del suelo, como con la rehabilitación de edificios. «Hacemos estudios de los muros o compaginamos ambas tareas, análisis paramentales y del subsuelo», prosigue Molina. «Últimamente la demanda está muy volcada hacia el turismo, con la conversión de edificios antiguos en hoteles. Desde la Gerencia de Urbanismo nos imponen las líneas a seguir y qué hay que atender, y nosotros nos aseguramos de que todo esté conforme a esas directrices».

Sea como fuere, los arqueólogos están convencidos de que todavía hay mucho por extraer del subsuelo andaluz. «Uno piensa, por las noticias que ve, que tal vez esté ya todo visto, pero aún queda mucho por descubrir», concluye Molina. «Se han hecho muchas barbaridades en el siglo XX, pero ahora hay técnicas que no son destructivas y están dando resultados espectaculares, como el láser que se está empleando en grandes yacimientos en Guatemala, por ejemplo. En todo caso, es más probable que encontremos mejores resultados fuera de los cascos históricos que en ellos», concluye el arqueólogo.