El asombro del cine cuando se asoma al cine

Un espejo en el que se mira Europa. La restauración de películas clásicas y documentales ofrece al programa del festival sevillano un complemento vitamínico de primera: ‘Tour / Detour’. Un desvío para llegar antes

04 nov 2016 / 20:44 h - Actualizado: 05 nov 2016 / 08:15 h.
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  • Un Buster Keaton crepuscular protagoniza ‘Film’, con guion de Samuel Beckett y dirigida por Alan Schneider, presente en esta sección ‘Tour / Detour’ del Festival de Cine Europeo de Sevilla. / El Correo
    Un Buster Keaton crepuscular protagoniza ‘Film’, con guion de Samuel Beckett y dirigida por Alan Schneider, presente en esta sección ‘Tour / Detour’ del Festival de Cine Europeo de Sevilla. / El Correo

El cine no existiría si no pudiera hablar de sí mismo, porque el cine es su propia obsesión, su propio vértigo. Y además, porque cada película es un espejo por acción u omisión, y más o menos empañado de todas las anteriores y carga con su genética como si la palabra cine fuese un apellido. En particular, el de una familia devota de sus antepasados y celosa de sus hijos. Que el SEFF haya decidido mantener una sección dedicada a tomar consciencia de esto, la que lleva por título Tour / Detour, dice mucho de un festival que aspira a ir más allá de lo circunstancial y lo coyuntural para constituirse en vehículo de reflexión. O al menos, que pretende mirarse a sí mismo en ese espejo y reconocerse como parte de la historia que cuenta. Esto, así dicho, parece un tanto abigarrado o pretencioso, porque solo los genios son capaces de hablar del cine –o de lo que sea– sin pedanterías ni cursiladas, pero en realidad es más sencillo. Es que resulta inevitable. No hay más.

Con todo, hay quien pone excusas para justificar dicha querencia, como si esa inmensa fuerza de gravedad no fuese suficiente motivo. Es una búsqueda de las señas de identidad del cine, dicen. Bien, no les falta razón. Afirma el diccionario que reflexionar es pensar y considerar un asunto con atención y detenimiento para estudiarlo, comprenderlo bien, formarse una opinión sobre ello o tomar una decisión. O todo ello a la vez, que es de lo que se trata. Porque el asunto tiene su miga: el cine es tecnología, claro. Y arte, independientemente de lo que quiera que sea que signifique esta palabra. Es, más aún, un lenguaje artístico, lo cual es toda una responsabilidad –herramienta, arma... y tantos otros usos de ese lenguaje–. Es documento de una época y de un lugar, testimonio de todo cuanto pueda pasar por una mente humana y, por si fuese poco, uno de los más grandes fenómenos sociales e industriales de los últimos tiempos. De modo que esta sección, que lleva como lema extraoficial el cine dentro del cine, es de todo menos una tontería. Si el SEFF fuese un templo, este sería el sagrario. Por seguir siendo cursis.

La percha de actualidad que utiliza Tour / Detour para dotarse de contenido en medio de este festival rabiosamente sujeto a su tiempo consiste en detenerse en nuevas copias de viejas obras maestras del cine clásico europeo recientemente restauradas. En esta labor se han implicado, con el SEFF, la Filmoteca de Andalucía, la de Valencia, el Centro Galego de Artes da Image y la Filmoteca Española, entidades públicas vinculadas a la conservación del patrimonio cinematográfico. Y conviene decir que el resultado es emocionante hasta poner los vellos como escarpias, vulgo alcayatas. Los documentales tienen mucha responsabilidad en ello. Por empezar por alguno de ellos, el de Cinema Futures, de Michael Palm. Una película austriaca que, como señala la organización, planteará a los espectadores algunas de las dudas cruciales sobre el futuro del cine, y ahí van las preguntas que formulan: ¿Pueden realmente los unos y los ceros sustituir a una tira de celuloide? ¿Adónde irán a parar todas esas imágenes guardadas en discos duros que en pocos años quedarán obsoletos? ¿El cine está muriendo o simplemente está cambiando? Las opiniones de realizadores –Scorsese y Nolan–, teóricos, tecnócratas, archivistas, restauradores y empresarios servirán para que cada cual extraiga la suya propia en el intento de dar respuesta a todas estas preguntas inquietantes que quieren relacionar la supervivencia del soporte –que es como decir de parte de su magia– con la del cine en sí.

Esta cinta se podrá ver en el Nervión Plaza los días 10 y 11, en las postrimerías ya del festival. Más tempranera –el 5, el 6 y el 8– será Las películas de mi vida, de Bertrand Tavernier, descrita por el SEFF como un recorrido histórico y emocional por el cine francés personalizado y personificado en aquellos creadores –directores, músicos, guionistas con sus historias...– que tallaron la personalidad de Tavernier: Jean Renoir, Claude Sauset, Henri Decoin, Jacques Becker, François Truffaut, Jean-Luc Godard, Louis Malle y unos cuantos más, entre consagrados y olvidados, con los que se traza el itinerario de esta película que lleva por título original Voyage à travers le cinéma. Los franceses y sus tours, ya se sabe. Porque además, esto de reflexionar es lo más parecido a caminar por un andén con una maleta en la mano.

Pero la memoria no solo está documentada de puertas afuera, si acaso Francia fuese el extranjero. Si el verbo flipar no fuese tan ajeno a la enjundiosa prosa cinematográfica, que prefiere los verbos explorar, huir y adentrarse –también muy viajeros, como corresponde–, habría que aludir a la flipante experiencia de la Filmoteca de Andalucía el día 7, con entrada libre. Se llama Mi vida, y está hecha junto con el Centro de Estudios Andaluces. La idea es impresionante: reconstruir la memoria colectiva de Andalucía cosiendo sus trocitos de cine casero y familiar repartidos por doquier. Es decir, que han cogido las filmaciones particulares que la gente les ha ido donando y las están engarzando en una delicada operación quirúrgica que incluye determinar las localizaciones y proceder a la digitalización de películas en súper-8 repartidas en cortometrajes. Ocho de ellos se proyectarán en esa sesión en la que también se podrá ver el documental Julio Romero de Torres, restaurado por la filmoteca andaluza y dirigido en 1940 por Julián Torremocha.

Según informa la organización del SEFF, también en programa doble, pero por razones muy distintas, llega otro binomio curioso al Nervión Plaza los días 9, 10 y 12. La cosa tiene su puntito shakespeareano, porque las películas son Film... y Notfilm, que así visto es como el to be or not to be del príncipe de Dinamarca, pero con un rollo de celuloide en el regazo. O dicho con las palabras del festival, Film es un cortometraje mítico guionizado por Samuel Beckett, nada menos, mientras que Notfilm lleva la firma de Ross Lipman. «En 1965, el célebre autor de Esperando a Godot hizo una incursión en el cine como guionista en un cortometraje de veinte minutos en el que estableció una enigmática colaboración con un Buster Keaton crepuscular. Para Beckett, esta película, dirigida por Alan Schneider, fue un fracaso; para Keaton, fue una entelequia que nunca pudo descifrar, y para la crítica supone toda una joya. Partiendo de este material, Ross Lipman, investigador y restaurador de primera línea, firma Notfilm, un prolijo y delicioso ensayo cinematográfico en forma de documental que indaga –otro verbo muy conveniente al hablar comme il faut de cine: indagar– en lo que hubo detrás de este experimento cinematográfico».

Pero, ¡ah!, no todo van a ser documentales ni remembranzas en esta sección que se asoma con asombro al cine en busca de una prueba de paternidad. Ahí está, como excepción rutilante, una película checa de 1963 que podrán ver quienes se pasen por los antedichos cines los días 5 y 12 de este mes. La firma Jindrich Polák –director y coguionista– y se titula Ikarie XB 1. Cuenta de ella el festival que «antes de 2001: una odisea del espacio y de Solaris, tras el Telón de Acero se hizo una de las más atemporales e inteligentes películas de ciencia ficción de todos los tiempos: Ikarie XB 1. En ella, una colonia humana busca en el espacio una vida superior. Una alegoría de la búsqueda de un ideal de sociedad de los países del este, contrario al modelo dominante occidental. Su brillante estética y el ingenio de la versión en checo relucen en esta restauración en 4K del National Film Archive (NFA) hecha a partir de los negativos de cámara y el sonido original allí conservados».

Cabría esperar que, en lo sucesivo, esta sección del Festival de Cine Europeo se desarrolle hasta alcanzar ese estatus de espejo del que se hablaba al comienzo; hasta que sea ese lugar al que los nuevos cineastas, artistas, escritores, músicos y técnicos presentes y venideros se miren para encontrarse el parecido. Y quizá no sea mucho exagerar si se barrunta que el futuro y la solidez de esta Europa ahora tan en precario pasa necesariamente por contemplar su reflejo en las artes, entre las que el cine es una de las más fieles y rigurosas estampas. Hay una melancolía infinitamente más dura y cruel que la de haber dejado atrás lo que se fue, y es la de no haberlo conocido nunca. Con lo cual se vuelve oportunamente al capítulo de las cursilerías, esas que tanto han hecho por el cine escrito y sus viajeros y repipis verbos. Hay que confiar en que siga siendo así. El asunto es muy serio.