El cine de verano, de moda tras años de decadencia

Sevilla llegó a tener hasta 60 cines de verano pero en los años 90 desaparecieron. En los últimos años han vuelto a resurgir de la mano de instituciones y tímidas iniciativas privadas

24 nov 2016 / 07:00 h - Actualizado: 24 nov 2016 / 07:00 h.
"Temas de portada","Patios de butacas"
  • El cine de verano en el patio de la Diputación de Sevilla lleva ya 20 años funcionando y tiene un aforo para 908 espectadores. Comenzó en 1996 como actividad paralela al Festival de Danza de Itálica. / Javier Cuesta
    El cine de verano en el patio de la Diputación de Sevilla lleva ya 20 años funcionando y tiene un aforo para 908 espectadores. Comenzó en 1996 como actividad paralela al Festival de Danza de Itálica. / Javier Cuesta

Sevilla llegó a contar, allá por los años 70 y 80, con hasta sesenta cines para aliviar las cálidas noches estivales de la ciudad y ofrecer una alternativa de ocio a los sevillanos cuando el tenaz sol del verano dejaba de azuzar lo suficiente como para poder salir a la calle. Pero la combinación de los videoclubes y, sobre todo, las transformaciones urbanísticas de algunos de los terrenos donde se ubicaban y el encarecimiento del precio de los suelos –la mayoría estaban en alquiler– provocaron que durante años, los cines de verano fueran una especie en peligro de extinción. Así desaparecieron los del Prado, la Alameda de Hércules o la decena que llegó a tener Triana. Desde entonces, tras años de sequía, han sido las instituciones públicas las que han tomado el relevo para impulsar de nuevo esta opción de ocio estival, que cuenta con gran éxito de público. Sólo a posteriori ha habido algunas iniciativas privadas.

Casi a la misma vez que cerraban los clásicos cines de verano de la ciudad, echaba a andar el que ya es, con 20 años, el más veterano y algunos años llegó a ser el único funcionando en la capital: el del patio de la Diputación de Sevilla, que comenzó en 1996 como una actividad paralela del Festival de Danza de Itálica –que por aquel entonces tenía su sede en la institución provincial– con tal éxito que se ha mantenido hasta ahora. Con un aforo de 908 butacas, es el más grande y funciona durante los tres meses de verano con una sesión diaria a las 22.15 horas y la asistencia media ronda entre los 500 y 576 espectadores. Las entradas cuestan cuatro euros y ofrece una programación comercial, con películas recientes que combina con clásicos en V.O.S.

El Ayuntamiento, a través del Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (ICAS), también lleva varios años promoviendo cines de verano en algunos barrios, una iniciativa que no siempre ha tenido continuidad aunque al menos desde 2009 se mantiene en al menos algunas barriadas. Este verano se hizo en Sevilla Este, Tres Barrios, Polígono Norte, Bellavista, Alcosa, Polígono Sur, El Porvenir, Macarena, El Rocío y Los Bermejales, con proyecciones gratuitas en plazas, parques y bulevares y una programación familiar.

Una de las iniciativas más recientes, la del Parque de María Luisa, echó andar en 2014 coincidiendo con la celebración del centenario del parque y organizado por el Distrito Sur. Su éxito entre el público familiar ha hecho que se quede de la mano de Rufino González, digno heredero de su padre, que gestionó desde los años 60 los cines de verano del Prado o en el campo de fútbol del Sevilla. González atribuye el declive de los cines de verano en los 90 a que «empezó a escasear el terreno y cambió el modelo de ocio, sobre todo con la Expo del 92, y empezó a resultar rancio ir al cine de verano. Curiosamente, una década después, empezamos a tener nostalgia y a pensar que no era tan mala idea», relata. González ha retomado así la tradicional familiar con un sistema cuyo rendimiento económico se basa en explotar el ambigú, en el caso del parque de María Luisa mediante un convenio con el tradicional kiosco Avilio de la Plaza de América. En total ofrece unas 400 butacas, pero cien son sillas al margen de las mesas del kiosco en las que no hay que consumir. Su empresa también se encarga de algunos de los cines de barrios o en playas como la de la Victoria de Cádiz. «Yo tengo ganas de montar uno por Triana pero el problema es buscar el sitio adecuado», dice. También ha tenido propuestas para retomar el Prado como sede.

El cine de verano también está presente en la programación de Los Veranillos del Alamillo, con sesiones gratuitas un día a la semana en el patio del Cortijo del parque, también con una programación eminentemente infantil. E igualmente forma parte del programa 21 grados del Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (Cicus), en este caso más centrado en el cine independiente y ciclos monográficos dedicados a determinados directores o temáticas, siempre en versión original. Antes de integrar el cine en este programa que se desarrolla en el patio de la sede del Cicus en la calle Amor de Dios, con un aforo de 250 butacas, la Universidad de Sevilla programó durante varios años cine en verano, en el patio de la Facultad de Geografía e Historia.

Entre las propuestas privadas algunas son desarrolladas por empresas multicines como la del centro comercial Sevilla Este, que desde 2012 en verano instala en la terraza una pantalla con programación infantil al precdio de 3 euros.

Hay proyectos muy ambiciosos que no han tenido continuidad. En 2015, los promotores de un megacomplejo de ocio, OpenStar, incluyeron en la oferta de restauración y conciertos en un gran escenario el anunciado como el cine de verano más grande de Europa, con 2.000 butacas y una pantalla de 350 metros con dos proyectores simultáneos de 33.000 lumen cada uno (el triple que un cine convencional) y 16.000 watios de sonido por canal (el equivalente a la descarga sonora de un concierto de rock). El alto precio de las entradas –aunque de los 12 euros iniciales se rebajó primero a 9 y luego hasta 6– dio un discreto resultado al proyecto que de momento no se ha vuelto a repetir.