El mejor remedio es el sentido común

Práctica al alza. La automedicación puede tener efectos adversos perniciosos pero también evitar molestias y reducir costes. Eso sí, sólo se recomienda para procesos cortos y agudos y para determinado tipo de personas

23 sep 2017 / 21:56 h - Actualizado: 24 sep 2017 / 11:31 h.
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  • La farmacéutica Luisa Hermosa explica en el vídeo qué grupos poblacionales no pueden automedicarse.
  • La farmacéutica Luisa Hermosa se muestra favorable a la automedicación siempre y cuando se realice con conocimiento y sólo en determinadas circunstancias. / Manuel Gómez
    La farmacéutica Luisa Hermosa se muestra favorable a la automedicación siempre y cuando se realice con conocimiento y sólo en determinadas circunstancias. / Manuel Gómez

La automedicación es una tendencia al alza en España, aunque no es un problema en sí: como casi todo, tiene sus elementos perniciosos pero también sus elementos valiosos. Es en realidad una cuestión de conocimiento y sentido común, los que se precisa para dar a los fármacos «un uso correcto, en la dosis adecuada y de acuerdo a la patología que se tenga», explica Luisa Hermosa, farmacéutica técnica del Centro de Información del Medicamento del Colegio de Farmacéuticos de Sevilla.

Esta profesional señala que la «población diana», esto es, aquella que sí puede hacer uso de la automedicación, viene a estar representada por «un paciente sano y joven, entre 20 y 55 años, que sufre un proceso agudo y corto». En otras palabras, sirve para un dolor de cabeza o para aliviar la acidez pero no de forma crónica o prolongada, sólo puntual.

Se entiende por automedicación «aquella situación en la que los pacientes consiguen y utilizan los medicamentos sin ninguna intervención por parte del médico (ni en el diagnóstico de la enfermedad ni en la prescripción o la supervisión del tratamiento)», exponen Mónica Ausejo y Antonio Sáenz en el artículo ¿Cómo mejorar la automedicación de nuestros pacientes?, en el que subrayan que esta decisión viene «favorecida por factores como la dificultad de acceso a la asistencia sanitaria, el miedo a conocer la propia enfermedad, la tendencia a evitar la relación con el médico, o el escepticismo sobre la eficacia del sistema sanitario». Los datos son elocuentes: en las últimas Encuestas Nacionales de Salud más de la mitad de los preguntados afirma automedicarse de forma habitual. Un estudio comparativo realizado entre 2009 y 2014 observó que la automedicación había aumentando más de un cuatro por ciento en ese lustro. Y otro informe constató que la demanda de medicamentos sin receta era en España del 11,1 por ciento, del que un 20 por ciento sería para automedicarse.

FÁRMACOS DE LOS QUE MÁS SE ABUSA

Los antibióticos, junto con los antiinflamatorios y los analgésicos, son los grupos de medicamentos más utilizados como automedicación. A continuación, antiácidos, laxantes, antigripales, ansiolíticos y antihistamínicos son otros grupos de los que se abusa con frecuencia. En un reciente estudio se observó que la media de medicamentos en el domicilio era de 18 por familia, de los cuales diez eran empleados como automedicación.

ENTRE 16 Y 44 AÑOS, LOS QUE MÁS

El grado de automedicación disminuye con la edad, de manera que el grupo poblacional que más la practica está conformado por personas con edades comprendidas entre los 16 y 44 años, «que son quienes no tienen tiempo para ir al médico o se ven obligados a faltar al trabajo, con las dificultades que eso conlleva», explica Hermosa. En una encuesta realizada en 19 países europeos se constató que España es, junto con Lituania y Rumanía, el país con una mayor tasa de automedicación.

ANCIANOS, NIÑOS Y EMBARAZADAS, NO

Hay tres grupos poblacionales que bajo ningún concepto pueden automedicarse debido a que tienen un metabolismo diferente al común de las personas: ancianos, niños y madres embarazadas y lactantes. «Se ha dado el caso de una mujer lactante a la que se le puso betadine (que lleva yodo) para los puntos y al amamantar a su hijo el yodo se absorbió a través de la herida y llegó a la leche materna, provocando hipotiroidismo al bebé», relata Hermosa, que advierte de que «la menta es abortiva».


ARGUMENTOS EN CONTRA

Entre los argumentos que suelen esgrimirse en contra de esta práctica se han señalado la capacidad de los fármacos de producir efectos indeseables agudos o crónicos cuando son utilizados a dosis excesivas o en períodos prolongados, la presentación de interacciones farmacológicas, el uso incorrecto en indicaciones no convenientes, el empleo en pautas posológicas inadecuadas, la aparición de reacciones adversas o interacciones, o la utilización de asociaciones inadecuadas que podrían ser especialmente peligrosas en ancianos, niños, embarazadas y ciertos grupos de riesgo. A lo que Luisa Hermosa añade otro nada baladí: «Y es que muchos medicamentos pueden llegar a enmascarar los síntomas reales. Por ejemplo, si para el ardor de estómago utilizamos omeprazol de forma continuada, podría darse el caso de que cuando vayamos al médico tengamos ya una úlcera», puntualiza. En casos de consumo prolongado, también puede llevar a la dependencia o adicción.

Suele afirmarse que la automedicación es un problema asociado a los fármacos que requieren prescripción médica, y que en los de venta libre o publicitarios los riesgos son menores. Pero Hermosa advierte que «el efecto es el mismo y también el riesgo. Hay que tener en cuenta que hay paracetamol o ibuprofeno con y sin receta. Y hay medicamentos como el Xenical –indicado para adelgazar– que requiere receta pero ahora ha salido uno parecido llamado Ally que no la precisa», recalca.

Los riesgos, por tanto, son comunes a toda clase de fármacos si se abusa de ellos, como por ejemplo el omeprazol, pues «un estudio demostró que puede provocar fracturas óseas». Y no son ajenos a este peligro los productos naturales, que «no siempre son seguros. Hay plantas y algas que pueden actuar sobre el tiroides. Y es que tienen las mismas interacciones y riesgos que los fármacos», advierte.

ARGUMENTOS A FAVOR

Eso sí, esta experta del Centro de Información del Medicamento es partidaria de la automedicación para ciertos casos para tratar «síntomas menores como el dolor, la fiebre o la acidez de estómago durante un tiempo limitado, de forma puntual».

De hecho, también hay quienes apuntan argumentos beneficiosos de esta práctica como pueden ser «la accesibilidad, la comodidad y el menor coste en el tratamiento de ciertos síntomas, la descongestión del sistema sanitario, la reducción de la pérdida de actividad laboral y escolar, y el hecho de que si no existiera la posibilidad de automedicación se buscarían otras formas de autocuidado, probablemente menos fiables y sencillas», relacionan en su artículo Ausejo y Sáenz.

Luisa Hermosa aboga por realizar cursos de formación para los pacientes y que éstos pidan consejo, si no han acudido al médico, al farmacéutico. Y da otra recomendación: «Los medicamentos que van sobrando no deben hacinarse en el botiquín sin más. En las farmacias hay un punto Sigre para recoger los que estén caducados o no se necesiten ya». Lo que no quiere decir que haya que tirarlo todo. La clave es «formar a los pacientes, que tengan claro cuando se automediquen cuál es el uso correcto, la dosis adecuada y la patología para la que está indicado el fármaco. Y si la sintomatología no desaparece y no hay mejoría, hay que ir al médico», subraya.

Otros elementos que se reclaman desde varios sectores son la hoja de medicación como documento que recoja todos los fármacos prescritos y la implantación de la receta electrónica. Y echarle sentido común.

CANAL DE YOUTUBE CON CONSEJOS

El Colegio de Farmacéuticos de Sevilla dispone de un canal de YouTube dirigido a pacientes en el que se les ofrecen consejos diversos, desde «el uso correcto de cada medicamento a la píldora del día después o cómo se ponen los supositorios». Diseñado en principio para los propios profesionales, este canal tiene «muchísimas visitas», de modo que «la demanda de información ha hecho que ahora esté enfocado a la población en general».