Historias de un expatriado andaluz

Testimonios. Lola, Julio, Mercedes y Elena son jóvenes que un día decidieron abandonar su tierra para poder labrarse un futuro mejor. Aunque llevan un tiempo fuera, no pierden la esperanza de volver pronto

Manuel Pérez manpercor2 /
29 abr 2018 / 22:06 h - Actualizado: 30 abr 2018 / 15:34 h.
"--------------","Empleo","Por un futuro lejos de casa"
  • Historias de un expatriado andaluz
  • La sevillana Mercedes Valentín-Gamazo se fue a Barcelona . / El Correo
    La sevillana Mercedes Valentín-Gamazo se fue a Barcelona . / El Correo
  • Julio Muñoz Gijón es periodista y escritor nacido en Sevilla y afincado en Madrid. / Bea Hohen
    Julio Muñoz Gijón es periodista y escritor nacido en Sevilla y afincado en Madrid. / Bea Hohen

Hubo un día en el que ellos cogieron un petate y se marcharon de la tierra que los vio nacer. Una tierra por la que profesan un amor casi absoluto, casi dogmático, cual religión se tratara, pero una tierra que no les ofreció el futuro que merecían. Jóvenes y con toda una vida por delante, decidieron salir de Andalucía para buscar fuera algo mejor, algo que aquí no lograron encontrar. Dicen que son la generación más y mejor formada, pero, al final, las circunstancias obligaron a estas personas a buscarse la vida más allá de Despeñaperros, el desfiladero por el que se despeñan algunos de los sueños de quienes tienen que abandonar su casa.

Muchos y variopintos fueron los motivos que movieron a estos jóvenes a emigrar, pero todos ellos tienen un objetivo común: labrarse un futuro mejor que, por suerte o por desgracia, no encontraron bajo el sol de nuestra tierra. Ellos son los expatriados andaluces, los verdaderos embajadores de la blanca y verde fuera de las fronteras que peinan los olivares de Sierra Morena.

Quizá le suene de algo el nombre de Julio Muñoz Gijón, pero si le digo Rancio Sevillano –cuyo Twitter es @rancio– seguro que sabe quién es. Suyas son las ocurrencias de Jiménez y Villanueva, tándem policíaco formado por un sevillano y un madrileño respectivamente para resolver los crímenes cometidos contra esos osados modernitos por parte de una plaga de asesinos rancios.

Julio es sevillano de nacimiento, pero madrileño de adopción. Es uno de esos jóvenes que, hace nueve años, tuvo que abandonar su tierra. No se crean que fue por trabajo, porque él ya estaba trabajando. En este caso, como al cantinero de Cuba, una historia de amor lo volvió loco. «Tenía una novia en Barcelona y llegó un momento en el que era insoportable ir y venir todos los fines de semana, así que decidimos que el primero que consiguiera trabajo en Madrid, arrastraba al otro». Fue ella la que consiguió el trabajo y Julio, fiel a su palabra, lo dejó todo aquí y se fue con ella a la capital. Sin embargo, aquello no funcionó y a los tres meses, Julio se vio «más solo que la una». A día de hoy, está casado con una sevillana –«el amor de mi vida», señala Julio– con quien tiene un hijo que sí es madrileño.

Ahora que está en la lejanía, Julio echa de menos «la alegría que tiene la gente viviendo». Aunque suene a tópico, «te das cuenta de que es una realidad cuando te vas a vivir fuera», explica Julio. Pero también añora lo que antes le «saturaba»: las tradiciones y el folclore. «A los tres meses de estar aquí, salía a correr escuchando a José Manuel Soto», cuenta este expatriado que se confiesa seguidor de la música electrónica, pero que también escucha al Pali o a Cantores de Híspalis. «Un poco esquizofrénico», bromea entre risas.

Lola Martínez es otra de esas andaluzas expatriadas. Esta sevillana, graduada en Derecho y ADE, lleva más de dos años trabajando en Madrid. «Me fui porque no tenía otro remedio», cuenta con cierta nostalgia. Al igual que Julio, Lola también echa de menos a la gente, aunque no descarta los tópicos del «tiempo y la comida de mi madre».

Desde la distancia, Lola añora volver a encontrarse con ese sevillano jartible que no falta a ningún sarao de marca no-madeja-do, si bien antes prefería mantener las distancias con estos. «Cuando vengo, digo: Ojalá me encuentre por la calle a alguien de ese estilo».

Por trabajo también se fueron Elena Carrero y Mercedes Valentín-Gamazo. La primera partió hacia Madrid, la segunda, a Barcelona. A Elena le ofrecieron un trabajo en la capital y no desaprovechó la oportunidad, aunque al principio le costara. «Dejas la ciudad en la que has estado siempre, tus amigos, tu familia...», detalla Elena mientras recuerda la calidad de vida de su tierra.

Si hay algo que Elena no soportaba de su tierra eran los bares llenos. Sin embargo, ahora que está fuera, «echo de menos llegar a un bar y que, aunque esté lleno, te atiendan». Y es que, tal y como explica Elena, «en Madrid tienes que reservar con mucha antelación». Sin embargo, esta sevillana afincada en la capital de España echa de menos a la gente del sur. Lejos de caer en el tópico, justifica que «cuando estás allí [en Sevilla] no lo valoras y aquí [en Madrid] lo echas en falta».

El trabajo también llamó a la puerta de Mercedes, aunque para ello tuviera que marcharse a la ciudad condal. Graduada en Turismo y con dos másteres, Mercedes no encontró nada en Sevilla. «No había trabajo y decidí venirme, muy a mi pesar». Atrás deja familia, amigos y una pareja «que está opositando y se ha tenido que quedar allí», explica Mercedes, que parece contar los días y las horas que faltan para volver a su tierra, con su gente.

Hay algo en lo que coinciden todas ellas: salir de Andalucía ha merecido la pena, al menos en el plano profesional, porque en el personal «tengo dudas», como afirma Lola. En este caso, Julio es de los que piensan que le ha compensado abandonar su tierra, aunque, «evidentemente, soy muy consciente de todas las pérdidas», explica. Aunque Mercedes reconoce que la experiencia de salir le ha «enriquecido como persona», confiesa que «a nivel personal no me ha compensado», mientras que Elena sí se muestra contenta «porque al final he tenido trabajo aquí [en Madrid] y un máster que allí no tenía».

No se sabe qué ocurriría si Lola, Julio, Elena y Mercedes volvieran atrás en el tiempo y decidieran quedarse en Sevilla. Sea como fuere, Lola reconoce que hubiera tenido que irse. La necesidad de encontrar un trabajo y la ausencia de puestos de empleo en su ciudad natal la forzaron a marcharse a Madrid. «Ahora, con algo más de experiencia, busco trabajo en Andalucía y es que no hay nada con calidad laboral», confiesa Lola.

Por su parte, Mercedes reconoce: «Me lo tendría que pensar muchísimo». Esta sevillana afincada en Barcelona afirma que, de volver atrás en el tiempo, se iría si se le presenta «la oportunidad de mi vida». Mientras tanto, Elena confiesa que, de haberse quedado en Sevilla, quizá «hubiera encontrado un trabajo, pero no cumpliría las expectativas que yo tenía en ese momento».

De momento, estos expatriados andaluces, que se fueron «por unos meses» y ya llevan varios años más allá de Andalucía, seguirán fuera durante un tiempo. «Me gustaría pensar que voy a coger la suficiente experiencia como para volver en tres o cuatro años», cuenta Lola, quien echaría de menos «la variedad y la gama cultural que tiene Madrid». También volvería Julio, si bien es cierto que él nunca se ha ido del todo, porque «de cada mes, estoy en Sevilla dos fines de semana como mínimo». Mercedes lo tiene muy claro: «Volvería con los ojos cerrados», si bien no sabe cuándo podrá hacerlo. Por su parte, Elena confiesa que, a día de hoy, no volvería. «Estaré en Madrid unos años más y cuando quiera asentarme y formar una familia volveré a Sevilla», reconoce Elena.

Hasta entonces, estos sevillanos seguirán dando lo mejor de sí mismos más allá de nuestras fronteras. Seguirán llenando de alegría sus centros de trabajo y estudios, sus ámbitos y círculos familiares o de amigos. Mientras tanto, la nostalgia inundará cada día los pensamientos de estos jóvenes que un día salieron de casa buscando una oportunidad y hoy sueñan con un futuro mejor, cerca de aquellos que los vieron nacer y crecer.

Lo que echarían de menos de los lugares en los que viven

«De Madrid me fascina el que es una ciudad que te estimula mucho». Con estas palabras define Julio Muñoz a su actual ciudad de residencia. En caso de volver a Sevilla –que es su intención a largo plazo–, echará de menos el dinamismo de una ciudad en la que «la gente tiene muchas ganas de hacer cosas y se le pierde el miedo a que sea un fracaso». En este sentido, Julio entiende que esa energía no la tiene Sevilla y hace que «las cosas se apaguen a veces y es algo que tenemos que corregir». Lola Martínez también está afincada en Madrid. El día que vuelva, porque esa es su meta, sabe que echará de menos «la variedad y la gama cultural que tiene Madrid», ya que entiende que «en Sevilla nos limitamos a sota, caballo y rey». Algo parecido piensa Elena Carrero, quien explica que lo que le gusta de Madrid –lugar en el que vive desde hace poco más de dos años– es «la variedad de planes y la independencia». Por su parte, Mercedes Valentín-Gamazo, afincada en Barcelona desde el pasado verano, se llevaría de la ciudad condal a «la gente que he conocido aquí».