Ganó contra todo pronóstico y, en poco más de un mes y medio, ha revolucionado la hermandad y la jornada. José Antonio Fernández Cabrero (San Felices de Buelna, Cantabria, 1953) se convirtió el pasado 12 de noviembre en el nuevo hermano mayor de la Macarena en las elecciones más reñidas y multitudinarias de la historia de la corporación: acudieron a votar 3.820 hermanos –de un censo de 10.400– de los que 2.058 optaron por su candidatura frente a la de Santiago Álvarez, hasta entonces teniente de hermano mayor tras una larga trayectoria en la junta de gobierno, quien obtuvo 1.732 votos, lo que supone una diferencia de 326 entre ambos.
Ganó con un mensaje alejado de las convenciones cofradieras: recortar el tiempo de la cofradía en la calle, aliviando la estación de penitencia de los nazarenos, o renunciar al itinerario por Cuna para pasar ante la iglesia de la Anunciación. Algunos llegaron a vaticinar que se había dado un tiro en el pie al decir que no promoverá una salida extraordinaria de la Virgen de la Esperanza en 2020 con motivo del 425 aniversario de la hermandad. Sin embargo, el mensaje caló y conquistó a sus hermanos. De hecho, no cerraba en realidad la puerta a esta procesión sino que no iba a prometer algo así «por votos» cuando no sabía si el arzobispo la autorizaría. Su apuesta es reforzar la caridad –la joya de la corona de su programa, con la creación de una despensa macarena y de una residencia de ancianos ubicada en un convento con habitaciones para los hermanos macarenos–, buscando recursos económicos más allá de los que pueda generar la hermandad a través de las cuotas de hermanos, y con el voluntariado; ahondar en la formación y en el culto «en espíritu y verdad».
Y con su llegada ha entrado aire fresco. En su primera reunión con el resto de hermanos mayores de la Madrugá tras su toma de posesión, Cabrero expuso la disposición de la Macarena a ir por la Alfalfa y Puente y Pellón. Como preveía, la «voluntad cierta» de solucionar el atasco de la jornada y la «generosidad» arrastró al resto: El Calvario, El Silencio y la Macarena alterarán significativamente sus recorridos, unos a la ida y otros a la vuelta, para este 2018, convencido de que, sobre todo, «gana en seguridad» para sus hermanos.
No quería «prescindir del capataz», pero sí pretendía explicarle cómo le gustaría «gobernar a los costaleros y la vinculación que este colectivo debe tener con la hermandad», pues, en su opinión: «No puedo tener a un cuerpo de costaleros al que no veo por la hermandad». Además de que estaba convencido de que el paso podía avanzar más rápido porque no es lógico que a la vuelta se tarde el doble que a la ida: «No entiendo por qué hay que parar tanto cuando las paradas tan largas molestan a los costaleros», afirmaba, con conocimiento de causa –fue costalero de la Virgen desde que ingresó en la hermandad, en 1983, hasta 1989, cuando se estrenó como oficial de la junta de gobierno de José Luis de Pablo Romero. Y haya sido por este motivo o por otro, el caso es que el mismo día en que la Esperanza extendía su mano para su anual besamanos, el 14 de diciembre, un comunicado oficial de la corporación marcaba el camino a Antonio Santiago. La junta de gobierno de Cabrero entregaba a Ernesto Sanguino –antiguo segundo de Santiago– el paso del Señor de la Sentencia y nombraba a José María Rojas Marcos capataz general. El palio seguía en manos de Santiago, pero el veterano capataz –que también ha perdido la confianza, en los últimos dos años, de la hermandad de La Paz y de Los Negritos– ha preferido renunciar.
José Antonio Fernández Cabrero no buscaba la vara de las capillas –«los que hemos sido costaleros sabemos que no hay nada como la penumbra de las trabajaderas»–, quería más tiempo para estar con su mujer, María, y su hija, Mariquilla (34 años), pero un rato de oración ante el Sagrario le empujó a dar el paso de presentarse a hermano mayor y sus hermanos se la han entregado para los próximos cuatro años. Ahora solamente le «preocupa desarrollar el concepto que tiene de unidad de la hermandad», entre otras cosas, porque «no se puede vivir de espaldas a 1.732 votos», los de su oponente en las urnas.