La literatura también se deja ver por el SEFF

La adaptación de ‘La mano invisible’ de Isaac Rosa, y un documental sobre García Baena casan cine y libros en Sevilla

04 nov 2016 / 20:38 h - Actualizado: 05 nov 2016 / 10:28 h.
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  • El novelista Isaac Rosa. / José Luis Montero
    El novelista Isaac Rosa. / José Luis Montero
  • La literatura también se deja ver por el SEFF
  • El poeta Pablo García Baena. / El Correo
    El poeta Pablo García Baena. / El Correo

De las más de 1.400 mezquitas que hay repartidas por España, apenas media docena son «oficiales» y dos están en Andalucía: una en Marbella (Málaga) y otra en Granada. El resto son oratorios en garajes y naves, como las 17 «mezquitas clandestinas» de Sevilla donde los proyectos de la comunidad musulmana para levantar un gran lugar de oración han chocado con la oposición vecinal y pocas facilidades de los gobiernos locales para ceder terrenos. En los colegios andaluces hay 19 profesores de religión musulmana para 44.600 alumnos. El único Instituto Halal que certifica la carne sacrificada siguiendo este rito está en Córdoba y supone «un gran negocio». En España hay dos hoteles Halal, en Marbella y en Córdoba. Y en Cumbres Mayores, famosa por su chacina ibérica, se encuentra un secadero único de jamón de cordero. Son algunas curiosidades que el periodista Ignacio Cembrero, corresponsal durante años de El País en países islámicos, detalla en La España de Alá (La Esfera de los libros). El dato más novedoso del libro es el mapa de los puntos de radicalización que maneja el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco), desde mezquitas a locutorios, teterías o pisos compartidos que este organismo tiene bajo especial vigilancia. En Sevilla hay 472, una cifra que sitúa a la provincia por debajo de la media, como a la mayoría de Andalucía.

Sólo Málaga y Almería superan el millar de puntos de posible radicalizaciónson también las provincias andaluzas donde se concentra la mayor parte de los 300.000 musulmanes que viven en Andalucía. Aún así, están muy lejos de los 6.168 puntos detectados en Barcelona, los 3.288 de Madrid o los 2.789 de Murcia.

Durante la presentación del libro en Sevilla, organizada por el Centro Andaluz de las Letras (CAL) dirigido por Juan José Téllez, Cembrero dejó claro que España y Andalucía presentan un riesgo terrorista inferior al de otros países de la UE que ya han sufrido atentados como Francia y Bélgica. La clave, a su juicio, es la dispersión de los 1,2 millones de musulmanes residentes en el país ya que, salvo en Cataluña, «no hay guetos». Pero también el hecho de que los inmigrantes musulmanes llegaron a España dos décadas después y aún no hay «segundas y terceras generaciones que son las que dan problemas». Las primeras vienen a trabajar pero sus descendientes «desorientados, ya no se sienten de su país de origen pero tampoco españoles. Les queda su religión y algunos abrazan versiones erróneas». Ello unido a un mundo árabe lleno de turbulencias supone un caldo de cultivo para radicales.

Al riesgo bajo en España también contribuye, según Cembrero, una «buena legislación» que reconoce los derechos de esta comunidad –otra cosa es que se cumpla–, con la que desde 1992 hay acuerdos firmados entre el Gobierno y organizaciones como la Junta Islámica (curiosamente, formada por conversos, un movimiento que nació en Córdoba en los 70 entre jóvenes rebeldes con el nacional catolicismo franquista).

La crisis de los refugiados no ha traído partidos de extrema derecha ni el aumento de la islamofobia como en el resto de la UE. Tras el 11M de 2004, reconoce el autor, «los imanes en España y la embajada de Marruecos se echaron a temblar». Pero desde los sucesos de 2001 en El Ejido (localidad almeriense con una de las poblaciones inmigrantes más numerosa) no se han producido graves incidentes. También es cierto que de los 17.000 refugiados que huyen de Siria y otros conflictos que España se ha comprometido a acoger sólo han llegado 474 y pese a lo que pueda parecer, el litoral andaluz es una puerta de entrada a Europa de la inmigración irregular pero mucho menor que el Mediterráneo central y oriental o Melilla. En total, este año han llegado unos 6.500 inmigrantes.

Marruecos y Argelia ejercer «un control muy eficaz de sus costas» pero el periodista alerta de que la inestabilidad política de Argelia supone un riesgo porque «está a 180 kilómetros en línea recta de la costa de Almería». Además, apunta a un «fenómeno reciente» detectado en Alicante de «barcos nodriza que llevan varias lanchas semirrígidas, zarpan de Melilla y cerca de las costas sueltan las lanchas con los inmigrantes a la deriva. Puede pasar en Murcia y Almería».

Pese a que la situación en España es mejor que en otros países europeos, Cembrero apunta algunas medidas preventivas que deberían estar aplicándose ya porque las segundas y terceras generaciones, vulnerables a la radicalización, llegarán. «Habría que intentar formar imanes desde aquí, que no llegaran impuestos de Egipto o Marruecos, e impartir clases de religión islámica en la escuela pública», subraya. Se trata de que aprendan su religión en los colegios y no en la propaganda de grupos terroristas como el autodenominado Estado Islámico. «Hay que intentar convencer a las comunidades musulmanas de que se emancipen de sus países de origen y poco a poco se vaya creando un Islam europeo y español», explica, para evitar tutelas de países como Arabia Saudí, que sufraga muchas de las mezquitas que se usan para captar a jóvenes yihadistas.

Cembrero echa en falta «figuras destacadas» musulmanas como hay alcaldes en Holanda, porque «son una referencia para los jóvenes musulmanes». Y un mejor aprovechamiento del legado musulmán andaluz, desde la ciudad califal de Medina Azahara a la Alhambra de Granada o la Mezquita de Córdoba para atraer al turismo de países árabes y fomentar la convivencia intercultural. Curiosamente, es el carácter sagrado que para muchos musulmanes tienen algunos de estos monumentos, como la Mezquita de Córdoba, el que puede preservar a las ciudades donde se ubican de atentados ya que jamás los destruirían.

Que el cine ha estado siempre muy pendiente de la literatura no es nada nuevo. Que las sensibilidades y los modos de hacerlo se renuevan continuamente, es algo que queda patente en el Festival de Cine Europeo de Sevilla con dos interesantísimas propuestas, como son La mano invisible, adaptación de la novela homónima de Isaac Rosa firmada por David Macián, y Cántico, el documental que Sigfrid Monleón dedica al grupo poético del mismo nombre y en especial a su máximo exponente, Pablo García Baena.

Sobre La mano invisible, cabe destacar que se trata de una novela llena de hallazgos y riesgos en torno al mundo del trabajo, lo que ha debido de suponer un auténtico reto a la hora de llevarla a la pantalla. «La película también es novedosa, sobre todo a la hora de abordar un asunto que no ha sido muy tratado en el cine», explica el director. «Sobre todo, a lo que aspiramos es a suscitar el debate. Unos saldrán con unas sensaciones, otros con otras, pero no nos cabe duda de que dará juego».

Protagonizada por Josean Bengoetxea, Eduardo Ferrés, Elisabet Gelabert, Christen Joulin y Marta Larralde, entre otros, el filme pone de manifiesto «un problema que no es puntual, que está ahí y se diría que va a peor», dice Macián. «La crisis está teniendo ahí un efecto retardado. Ahora nos quieren vender que lo peor ha pasado, pero el mundo laboral está más dañado que antes, las reformas han sido devastadoras y ha quedado un sentimiento general de conformismo y de miedo».

Sobre el trabajo con el sevillano Isaac Rosa, el director asegura que «ha sido muy fácil y agradable. Isaac sabe hasta qué punto puede intervenir, y hasta qué punto es buena la intervención para la película. Supervisió el guion, pero con cierta distancia. ha estado más bien cuando le hemos pedido ayuda para darle algún giro al texto, a demanda nuestra. Y más allá de su colaboración, ha sido fundamental en la producción de la película, aportando contactos muy útiles para financiar y difundir el trabajo», agrega.

De hecho, la experiencia de sacar adelante un proyecto como este ha sido, afirma Macián, «agotadora», y finalmente ha salido a la luz gracias a la cooperativa que han formado «actores, técnicos y gente que ha aportado dinero, en una fórmula que queríamos lo más participativa y asmablearia posible».

Ahora, el objetivo es «que se vea la cinta, no necesariamente en salas, puede haber un circuito alternativo que nos sirva. Llegar a los cines sería muy bonito, pero no es el único camino. Que se vea ya es un logro, ahora se trata de que siga generando debate: se habla mucho de las cifras del paro, pero el trabajo sigue siendo invisible», apostilla el director. La cinta se presentará hoy, sábado, a las 22.30 horas en Cinesur Nervión Plaza.

Memoria poética

Más literatura, en este caso saltando de la narrativa a la poesía, es lo que promete el director Sigfrid Monleón con su nuevo filme, el documental Cántico, protagonizado por el poeta cordobés Pablo García Baena.

«Cántico es una forma de himno, de celebración y de alabanza, que convierte la palabra en liturgia para mantenernos más acá del silencio», asegura Monleón en la presentación del filme, que cuenta cómo un grupo de jóvenes cordobeses, amantes de la música, el arte y la literatura, se reunieron en la inmediata posguerra para compartir sus poemas. En 1947 fundaban la revista Cántico, en cuyas páginas publicaron a poetas del exilio, a extranjeros y prohibidos, e imprimieron sus primeros textos, con los que querían continuar la senda de la generación del 27.

Sus artífices fueron Juan Bernier, Ricardo Molina, Pablo García Baena y Julio Aumente, unidos tanto por la poesía como por el sentimiento clandestino de su homosexualidad; al grupo se unió el amigo Mario López.

En el Congreso de Poesía celebrado en 1954 Santiago de Compostela los poetas de Cántico comprobaron que la estética que ellos ponderaban, intimista, sensual y culturalista, no encajaba con la retórica tremendista dominante. Un año después le dedicaron un número especial a Luis Cernuda, el primer homenaje que se le hizo en España al poeta exiliado, homosexual también y también entonces marginado.

La mayoría de los poetas de Cántico dejó de escribir o de publicar poesía. Juan Bernier se dedicó a la catalogación del patrimonio artístico y monumental cordobés, y a las investigaciones arqueológicas; Ricardo Molina se centró en sus investigaciones sobre el cante jondo. Murió prematuramente, en 1968, dejando gran parte de su poesía inédita. Julio Aumente trabajó en Madrid como abogado y perito tasador de arte y antigüedades, experto en genealogía y heráldica. Pablo García Baena Pablo se marchó a la Costa del Sol, a Torremolinos, donde abrió una tienda de anticuario. Solo Mario López, despegado del ideario estético y del mundo homoerótico de sus amigos, continuó su actividad literaria.

«El espíritu de Cántico en el tiempo ha vivido mientras han vivido mis compañeros», dice Pablo García Baena en la película, único superviviente del grupo, quien afirma que «mi única valía ha sido sobrevivir, ya que mis amigos de Cántico merecerán igualmente estos honores». El poeta estará presente, además, en la inauguración de las jornadas de Vandalia que arrancarán el próximo martes en el Espacio Santa Clara.

En el filme aparecen otros poetas como Ginés Liébana, María Victoria Atencia, Juan Antonio Bernier, José Infante, Rafael Inglada, José de Miguel, Luis Antonio de Villena o Guillermo Carnero, entre otros.