Medio Ambiente solo para unos pocos

Pese a la elevada concienciación global la izquierda sigue capitaneando la defensa de nuestro entorno. En Sevilla, el debate suscitado por las cotorras es un (desastroso) ejemplo de ello

05 jun 2018 / 08:06 h - Actualizado: 05 jun 2018 / 08:18 h.
"Medio ambiente","Día Mundial del Medio Ambiente"
  • Izquierda Unida ha llegado a plantear el objetivo de hacer de Andalucía una comunidad autosuficiente energéticamente mediante renovables en el año 2020. / Europa Press
    Izquierda Unida ha llegado a plantear el objetivo de hacer de Andalucía una comunidad autosuficiente energéticamente mediante renovables en el año 2020. / Europa Press
  • El lema de este Día Mundial del Medio Ambiente es ‘Sin contaminación por plásticos’. / Efe
    El lema de este Día Mundial del Medio Ambiente es ‘Sin contaminación por plásticos’. / Efe
  • La cotorra de Kramer fue catalogada especie invasora en 2013. / El Correo
    La cotorra de Kramer fue catalogada especie invasora en 2013. / El Correo

El mundo lleva celebrando cada 5 de junio el Día Mundial del Medio Ambiente desde que en 1972 así lo decidiera la Asamblea General de Naciones Unidas. Pero, en la práctica, la efeméride pasa casi tan desapercibido como el Día Mundial del Pato Donald, que también existe. Cada año, la jornada que hoy se celebra se organiza en torno a un tema concreto que sirve para centrar la atención en una cuestión particular que la ONU juzga apremiante. El de este año, Sin contaminación por plástico, hace un llamamiento a la población de todo el mundo en favor de un planeta menos contaminado. La celebración de este día –que tiene a India en 2018 como país protagonista– pretende hacernos conscientes de que «nosotros mismos podemos cambiar hábitos en nuestro día a día para reducir la pesada carga de la contaminación de los plásticos en nuestra naturaleza, en nuestra vida silvestre y sobre nuestra propia salud», según un comunicado oficial.

Sin embargo, y pese a no pasar por alto que la jornada y el leitmotiv de la misma tendrá seguro algún reflejo en las televisiones y los medios de comunicación en general, el fasto comúnmente es obviado por una sociedad más preocupada de cuidar su entorno directo que no de la salvación medioambiental del mundo. Siguen siendo las ONG’s las que vehiculan las demandas, funcionando como correa de transmisión con respecto a los distintos programas políticos para los que, mayoritariamente, el Medio Ambiente sigue siendo esa asignatura que se aprueba fácilmente y cuyas decisiones ni quitan ni ponen gobierno. Una «vieja y errónea idea» a juicio del analista político Javier Román, que recuerda cómo el Partido Animalista (Pacma) obtuvo en las elecciones generales de 2016 al Congreso casi trescientos mil votos (los mismos que el PNV al que con una ley electoral diferente de la vigente, le hubiera permitido a la organización tener representación parlamentaria). Román también señala como uno de los éxitos de Podemos el haber sellado una alianza estable con la formación ecologista Equo. «En los próximos años la tendencia alcista de ambos partidos no se frenará porque cada vez son más los votantes que acuden a las urnas con el medio ambiente y el bienestar de los animales como principales argumentos de su voto», opina.

Y ante esta consideración, ¿qué hacen los partidos de la vieja y la nueva política? Los cuatro partidos (PSOE, PP, Ciudadanos y Podemos) se llenan de generalidades, especialmente sobre la economía circular. Algunos concretan algo más en lo que respecta a la agricultura y a la explotación forestal. El PP promueve continuar con las centrales nucleares. El PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos establecen un Plan Nacional de transición energética. En cuanto a la preocupación sobre el cambio climático, los populares apenas concretan medidas al respecto, mientras que el resto sí se muestra favorable a dar luz verde a leyes específicas que ayuden a combatirlo. Además, las formaciones de izquierda aspiran a propulsar la educación ambiental en las escuelas y a encargar memorias de emisiones de C02 con intención de reducirlas.

Más atención por igual les merece el cuidado de nuestros litorales. El PP establece incrementar hasta 10% la superficie marina protegida. Este partido, junto a Ciudadanos, incide en el estudio de las zonas costeras frente al cambio climático. Podemos se centra en el control de residuos y en mejorar la calidad de sus aguas, donde se fomentará las energías renovables. Mientras el PSOE quiere prohibir las prospecciones de combustibles fósiles y la minería en el fondo marino.

Sobre el llamado desarrollo territorial y urbano sostenible, el PP es el único que no lo tiene reflejado en su programa. Ciudadanos y Unidos Podemos son los que presentan medidas más concretas aprobando una nueva ley del suelo. Sin embargo, exclusivamente la formación de Pablo Iglesias entra en el asunto de la conservación del paisaje, llegando a plantear una Ley de Protección del Paisaje. También se encuentra a la cabeza la formación morada en lo tocante a los animales, promoviendo una Ley de Bienestar Animal que también persigue el PSOE y sobre la que nada dicen ni el PP ni Ciudadanos.

De todo lo anterior se constata cómo la izquierda política sigue capitalizando una defensa del medio ambiente más progresista y con más herramientas puestas en juego. Pese a todo el debate suscitado desde hace años a nivel internacional, las campañas electorales suelen dedicar poca atención a los temas ambientales. «Debido a esto surgieron hace tiempo partidos temáticos como Equo y Pacma, difíciles de entender en nuestro entorno pero muy comunes en otros países europeos donde se aplican leyes electorales de circunscripción única, lo que habría llevado a las dos formaciones españolas a tener ya representación y, de paso, hubiera espoleado a los partidos tradicionales así como a Podemos y Ciudadanos a tomar una mayor responsabilidad en el cuidado en sus programas de unos temas altamente sensibles», a juicio de Javier Román.

A nivel andaluz, Izquierda Unida es el partido que lleva más lejos su adhesión a iniciativas de claro cariz ecologista. Persiguen, por ejemplo, incentivar un Plan de Movilidad Sostenible, donde se tenga en cuenta sobre todo el ferrocarril y la bicicleta. Además, proponen que Andalucía sea autosuficiente energéticamente en 2020 mediante renovables.

Pero pensando en el aquí y el ahora, Sevilla y su Ayuntamiento tienen hoy, sobre la mesa, un problema que compromete dos de los temas que aquí nos ocupan, de un lado el respeto a las especies autóctonas y, de otro, el bienestar de los animales. Es el caso de las cotorras de Kramer, catalogada en 2013 como especie invasora. Un problema causado por el hombre –al parecer a partir de una suelta negligente de ejemplares decomisados en los años 90– y que ahora, formaciones como Ciudadanos, el PP y el PSOE quieren resolver con el exterminio a disparos de las numerosas colonias que hoy viven en la ciudad. Una medida cruenta y que cuenta con el rechazo de biólogos, ecologistas y animalistas. La filial local de Podemos, Participa Sevilla, lleva un año urgiendo al alcalde, el socialista Juan Espadas, a utilizar «medidas éticas» contra las cotorras que ya han sido probadas con éxito en Cataluña, Baleares y Málaga. La utilización de pienso esterilizante o la retirada de los huevos de estos animales son algunas de las posibilidades no lesivas estudiadas. Sin embargo, la tesis del disparo con carabina parece querer imponerse en contra de la sensibilidad ciudadana. Un ejemplo presente y cercano de cómo la cuestión medioambiental todavía está lejos de la plana mayor de la clase política patria.