Por qué somos romanos

Exposición y congreso. Dos grandes celebraciones han polarizado el interés de expertos y profanos con ocasión de la efeméride de Trajano y Adriano: una cita científica de carácter internacional y la muestra que aún se puede ver en el Museo Arqueológico de Sevilla

10 ene 2018 / 17:41 h - Actualizado: 10 ene 2018 / 20:45 h.
"La efeméride sin 'año'"
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«Sevilla, España en general, viven de espaldas al legado romano. Es algo difícil de entender», dice Juan Manuel Cortés Copete, más perplejo que enojado. Este profesor de la Universidad Pablo de Olavide, uno de los responsables de la exposición sobre Adriano que se puede visitar hasta el 8 de abril en el Museo Arqueológico de Sevilla, se declara incapaz de comprender que no percibamos «como algo propio» justo aquello que más nos define. «Es curioso que para los ingleses, habiendo conocido ellos un periodo más corto y menos fértil de dominación romana, Roma sea tan importante. En Newcastle, de donde arranca el Muro de Adriano, está la pizzería Adriano, la papelería Adriano... todo. Y aquí, a veces les pregunto a mis estudiantes en Primero qué hay por aquí dedicado a Adriano y muchos no saben ni siquiera que existe una calle con ese nombre. Yo creo que vivimos en el olvido de un pasado que es muy nuestro», dice.

«Estoy seguro de que al mundo romano no le prestamos la atención necesaria», prosigue Cortés. «El mundo romano aporta el fundamento del mundo occidental. Nosotros hoy no seríamos lo que somos, pero ni nosotros ni toda Europa, ni el mundo en general, ni siquiera Estados Unidos, si no hubiese existido el Imperio Romano, que va a Grecia, busca la cultura griega y la convierte en universal. La cultura y la educación griega tienen el nombre de paideia, pero los romanos lo traducen como humanitas. Es decir, el ser capaz de dedicarse a la literatura, a la filosofía, a la ciencia, a la historia, al arte; el aprender y el aprovechar la belleza que somos capaces de construir, nos hace hombres. Y a esto los romanos añaden la condición de ciudadanos. Nuestra realidad como poseedores de derechos y obligaciones con el colectivo es una realidad romana. Y España en general no es consciente de ese profundo legado, que se ve en el testimonio arqueológico. Yo creo que lo más difícil que tenemos, el reto fundamental, es demostrar que ese mundo antiguo no es un mundo muerto, no es un mundo de cosas muertas sino que es un mundo completamente vivo. Si nosotros no hubiésemos conocido el Imperio Romano, no hubiésemos sido parte y protagonistas de él, seríamos hoy una realidad completamente diferente. Basta irse a cualquier país que no haya conocido el Imperio Romano y se da uno cuenta de la diferencia. No entre nosotros y sociedades que podríamos llamar subdesarrolladas, sino avanzadas como Japón, o como Rusia o como China. Esta es la clave esencial de este asunto».

La muestra del Arqueológico se llama Adriano Metamorfosis. El nacimiento de una nueva Roma, y es el resultado de tres años de empeño de un puñado de profesores entusiastas que quisieron aprovechar la efeméride de 2017 –los 1.900 años de la muerte de Trajano y de la entronización de Adriano– para intentar «despertar ese vínculo» olvidado entre aquel pasado y este presente que en ocasiones parece a la deriva, tal vez porque olvida de dónde viene, en qué se fundamenta y a qué propósito sirve. Es el problema terrible de saltarse las clases de Historia.

«Estamos muy satisfechos de haber podido hacerla», se enorgullece el profesor. Quizá podría haber tenido más presupuesto, comenta, pero lo importante es que «aportamos un discurso». Y lo explica: «Creo que uno de los problemas fundamentales que tiene hoy la presentación del mundo antiguo ante la sociedad –y por otro lado, la reflexión de la sociedad ante el mundo antiguo– es que ya no se puede presentar simplemente como una colección de cosas antiguas, nobles o incluso bellas. La Antigüedad tiene un discurso, un discurso que puede ser de interés para nosotros, y eso es lo que queríamos buscar. El que unos provinciales lleguen al trono imperial de Roma no es un hecho debido al brillo de la nobleza local o algo por el estilo, sino una muestra de que el Imperio Romano era una organización política con una capacidad de integración política y cultural que a nosotros incluso hoy se nos hace difícil entender. Ha habido que llegar a la Unión Europea, a este proceso de integración europea, para que podamos comprender lo que significó el Imperio Romano en este ámbito. Y eso es lo que queríamos contar: hacer ver que Trajano, pero fundamentalmente Adriano, sus circunstancias y su capacidad espiritual e intelectual, fueron capaces de comprender esa diversidad del Imperio y crear una nueva Roma que seguía siendo Roma pero que era profundamente nueva. A veces hago el juego de imaginar que si cogiéramos a Escipión, el fundador de Itálica, y le enseñáramos la Itálica de Adriano no reconocería nada, le parecería posiblemente una mezcla de costumbres que podrían haber sido bárbaras. Por lo tanto, esa es la principal valoración. Y así se está recibiendo por el público. A la entrada de las salas romanas del Museo Arqueológico había una cronología de los acontecimientos fundamentales de la historia antigua de España y del mundo, y por supuesto aparece la fundación de Roma, la fundación de Itálica, Augusto, aparece Trajano en mayúscula y con negrita... y a continuación decía algo así (estoy citando de memoria) como emperadores hispanos. El nombre de Adriano estaba ausente de esa lista, cuando Adriano fue uno de los grandes emperadores de Roma. Hoy, todos los investigadores del mundo antiguo reconocen en todo el mundo que Adriano fue un antes y un después en el desarrollo del Imperio. Y eso se ha comprendido y en ese sentido estamos muy contentos. La exposición lleva todavía muy poco tiempo pero está teniendo muy buena recepción. Yo la visito con frecuencia y siempre hay público, y eso me agrada mucho».

Integración y cohesión

Junto a Cortés, comisarían la exposición los profesores Fernando Lozano, de la Universidad de Sevilla, y Elena Muñiz, de la Pablo de Olavide. Esta última, en conversación igualmente con El Correo, comentaba esta semana que la idea ha sido tratar de plasmar «la radical novedad que supuso el papel de los dos emperadores –y particularmente de Adriano– en la historia del Imperio Romano». Y además, «el eco y el impacto que ello supuso en la historia del Mediterráneo en general y en la historia de Europa hasta el día de hoy, porque el reinado de Trajano –y particularmente el de Adriano– lo que suponen es la integración cultural y política de los habitantes del Imperio; la integración y la cohesión de la población en una unidad real. Lo que hasta entonces había sido más un Imperio formado por territorios muy distintos y diversos desde el punto de vista cultural, político, por supuesto étnico, etcétera, que había atravesado distintas etapas de conquista, de guerras y que durante todo el siglo I se había mantenido bastante inestable, con el reinado de Trajano y sobre todo de Adriano recibe esa cohesión necesaria, esa estabilidad, esa paz y sobre todo esa atención desde el punto de vista del gobierno, y no ya de la conquista. Evidentemente, la exposición lo que trata de plasmar es esa metamorfosis de la que habla su título». Su agradecimiento mayor es hacia el museo que la acoge, que «ha secundado y ha puesto a disposición fondos y personal y desde el primer momento se han mostrado entusiastas con la idea de poner en primera línea el reinado de los dos emperadores, el legado que tiene el museo y el yacimiento de Itálica».

Cuando se le pregunta a la profesora Elena Muñiz si Sevilla y su provincia han sabido estar a la altura de la conmemoración, su respuesta es inmediata: «Nada de lo que se haga va a estar nunca a la altura de lo que esto supone en la historia del Imperio Romano». Y continúa: «Porque no es solamente por el hecho algo chovinista de que los dos emperadores tengan su origen en la ciudad de Itálica, sino por el carácter de su reinado. Es decir, tanto Trajano como Adriano supusieron un antes y un después en la historia del Imperio Romano, con claridad. Por su origen provincial, pero sobre todo por su visión del Imperio. Con Trajano comienza el siglo de oro del Imperio y la época más feliz de la historia de la humanidad, según los ilustrados británicos del siglo XVIII. Es decir, el siglo II, protagonizado por Trajano, Adriano y sus sucesores hasta Marco Aurelio, supone el periodo áureo de un Imperio que está en la base de la construcción de Europa, en todos los sentidos. Por lo tanto, todo lo que sea trabajar porque esta idea sea conocida por todos los habitantes de Sevilla y del mundo en general siempre será poco».

Repercusión

El profesor de la Hispalense Anthony Álvarez Melero fue, en octubre pasado, el secretario del congreso internacional auspiciado por su universidad bajo el lema De Trajano a Adriano. Roma matura, Roma mutans, también al calor de la conmemoración ya referida. Una cita de tres días en la que los más grandes expertos del mundo en este asunto pusieron al día los conocimientos sobre las figuras de ambos césares desde las más variadas perspectivas: la contraposición entre ellos, su ascenso al poder, la reforma y modernización del estado, la ideología imperial, el papel de Nerva –predecesor y padre adoptivo de Trajano–, las élites urbanas de la Bética en tiempos de ambos, los efectos de su política económica en el sur de Hispania y la concesión de honores a miembros de las élites locales, entre otros muchos contenidos. «El congreso tuvo una repercusión importante», afirmaba Álvarez Melero a este periódico, a mediados de semana. Y más repercusión que va a tener cuando hacia otoño próximo se publiquen las actas, el documento impreso con esa actualización científica de los datos sobre los emperadores y su labor.

«El congreso nace en el marco de un proyecto de innovación del entonces Ministerio de Economía y Competitividad que dio una cantidad de dinero importante al grupo ORDO, que es el acrónimo de Oligarquías Romanas de Occidente, cuyo tema principal es el estudio de esas aristocracias», comentaba el profesor. «Coincidiendo la concesión de esa ayuda del Ministerio con la efeméride de la muerte de Trajano, Antonio Caballos Rufino, que es quien dirige este proyecto, decide organizar el congreso, que contó con la participación no solamente de investigadores eximios de España, y en concreto de los grupos de Sevilla y Córdoba, Madrid y Zaragoza, por ejemplo, sino también de otros especialistas europeos. Repercusión hubo no solo por los participantes, sino porque aquí hubo estudiantes, personal de museos, artistas, autores de teatro que estaban pidiendo participar en el congreso. Este tuvo lugar en Sevilla en octubre, en el Paraninfo y luego en el Museo Arqueológico de Sevilla con una visita final a Itálica. Lo sorprendente es que hubo gente que no era del equipo de trabajo del congreso que estuvo hasta el final. En un principio se había contado con la ayuda del Ayuntamiento de Sevilla para poder hacer una sesión en el Salón Colón. Pero al final, por problemas de agenda o de intereses políticos, que yo ahí no me meto, no se pudo hacer. Por lo general, claro, el político no tiene (y lo siento si es un poco duro de oír) el más mínimo interés. Ahora mismo hay una exposición en el Museo Arqueológico sobre Adriano y costó también montarlo, porque hay que convencer a los políticos con los problemas económicos que hay actualmente, y el interés no está por lo general en fomentar la cultura. Y no solo para Trajano y Adriano: lo que costó hacer el Año Murillo. O sea, que es un problema, creo, general de falta de interés de los políticos, además del dinero, por supuesto».

Un acierto

Tanto el congreso como la exposición, las dos grandes celebraciones de esos 19 siglos cumplidos en 2017, merecen el aplauso de otro historiador de la Universidad de Sevilla, el profesor Alfonso Álvarez-Ossorio. «En cuanto a la conmemoración, desde la perspectiva académica creo que ha sido de lo más conveniente: se ha celebrado en Sevilla un gran congreso internacional sobre los dos emperadores, Trajano y Adriano, cuya efeméride se celebraba, donde ha habido participación de expertos mundiales venidos de Europa, de Estados Unidos, de varios países», explicaba, «así que creo que desde esa perspectiva ha sido de lo más correcta. Habrá que esperar, claro está, a la edición de las publicaciones que saldrán de ese evento científico. Después, la exposición que se ha organizado en el Museo Arqueológico, Metamorfosis, también creo que ha sido una exposición (para los recursos con los que se ha contado) de lo más lograda y acertada, donde además, tanto en el caso del congreso como de la exposición, han sido compañeros y colegas los que han estado al frente de ellas y me consta su buen hacer y su capacidad y el éxito con el que han logrado poner en pie los dos eventos. También, además, se ha producido un documental sobre Adriano que se va a emitir próximamente en Canal Sur, y creo que desde esa perspectiva académica la celebración ha sido muy adecuada y creo que con un resultado científico muy destacable». Lo cual no quiere decir que no se pueda hacer más por refrescar la huella romana en nuestra sociedad, ya sea al amparo de una celebración o, sencillamente, por principio.

«En cuanto al pasado romano de Sevilla, pues creo que todavía tenemos bastante margen de maniobra y de mejora en ese sentido», reconoce Álvarez-Ossorio. «Y en ese caso, también en la propia universidad tenemos que concienciarnos de que la sociedad no es, bajo mi punto de vista, realmente conocedora del peso y la importancia que Sevilla tuvo en época romana y que estos dos personajes y otros muchos de Andalucía tuvieron para la historia de Roma. O sea, que creo que ahí todavía, tanto las instituciones municipales como las autonómicas, tienen bastante recorrido para la divulgación. O más bien, para la transmisión de conocimiento, porque la palabra divulgación muchas veces está denostada. La transmisión de conocimientos al conjunto de la sociedad de la importancia del pasado romano de Sevilla creo que todavía debe afianzarse bastante, aunque ha habido varios logros como los cuadernos pedagógicos de Itálica, las exposiciones y las actividades que se organizan los fines de semana en Itálica, pero creo sobre todo que el Museo Arqueológico adolece de una puesta al día importante que lo ponga en valor al nivel de otros museos arqueológicos, por ejemplo el de Málaga que he visitado recientemente y donde después de veinte años de obras ha generado un museo dinámico, muy moderno y funcional, o el de Alicante. Aquí queda todavía por hacer una apuesta fuerte para lograr que el reconocimiento del pasado romano en Sevilla alcance las cotas que serían deseables. Aun así, se están haciendo cosas. No significa que no se esté haciendo nada. Pero todavía queda trabajo por hacer en ese ámbito».

Y agrega: «Yo creo que es uno de los grandes retos culturales que tiene Sevilla: poner en valor el Museo Arqueológico. Reformarlo, porque desgraciadamente no se ha invertido en él lo que hubiera sido deseable. Adolece de una gran reforma. ¿Que a lo mejor habría que tenerlo parcialmente cerrado unos años para someterlo a las reformas que requiere? Pues yo creo que sí, que es imprescindible que Sevilla tenga un Museo Arqueológico a la altura de otras instituciones museísticas y expositivas que sí se están generando en la ciudad. En este ámbito cultural hace falta un empujón, como se dice coloquialmente, y que las instituciones se impliquen, tanto las municipales como las autonómicas y como las estatales. Que todas las administraciones remen en el mismo sentido para poner el Museo Arqueológico al nivel que una ciudad como Sevilla se merece».

Toca esperar

Y si se habla del Arqueológico, necesariamente hay que hacerlo del otro gran referente físico de la época y los personajes reivindicados: Itálica, que hoy vive –entre otros sueños– el de convertirse algún día en parte del Patrimonio de la Humanidad así catalogado por la Unesco. Si el profesor Cortés Copete era quien iniciaba estas líneas, también es quien las remata hablando de la vieja ciudad italicense. Su candidatura para formar parte de la lista de la Unesco no pasa, de momento, del rango de mera aspiración, ya que «ahora mismo está al comienzo de su gestación», comentaba. «Este es un camino largo, donde se están haciendo ya los trabajos para presentar una propuesta donde se defina lo que se suele llamar el valor excepcional del conjunto arqueológico, pero supongo que todavía queda tiempo. Teniendo en cuenta, además, que Andalucía tiene abierta todavía una candidatura, que es la de Medina Azahara, y hasta que no se resuelva eso no habrá ocasión para la siguiente petición. Pero yo creo que ese es un camino extraordinariamente interesante, porque Itálica, sin duda alguna, es un conjunto arqueológico de extraordinario valor».

«En ella», continúa, «se puede ver reunido todo el proyecto de transformación del imperio que supuso Adriano. Esto no se puede ver en ningún otro lugar. No quiere decir que no existiera en más lugares: sin duda alguna en Roma, en Atenas, en Pérgamo, en Éfeso, en muchas ciudades del imperio existía, pero por circunstancias –porque la ciudad está viva, porque viven en ámbitos de conflicto como por ejemplo Cirene, que está situada en Libia como se puede ver–, en Itálica está al descubierto. Los edificios públicos, los de servicio, los religiosos y los privados, todo junto. Eso hace de Itálica un conjunto excepcional».

Juan Manuel Cortés no solo está satisfecho de la exposición en sí; también del hecho de que el rey haya aceptado la presidencia del comité de honor de la misma, «una cosa que es poco conocida o quizá parezca que tiene poca repercusión, pero que para nosotros es muy importante». Y lo es no solo por la relevancia y la solemnidad que esto añade a la muestra, sino sobre todo porque significa que entre las altas jerarquías de la nación española hay alguien que comprende la magnitud de todo esto, la trascendencia de Roma en nuestra organización social, en nuestras vidas, en la trayectoria común de Europa y hasta en las utopías que se atesoran. El rey aceptó esa invitación «entendiendo que hay una conexión profunda entre la historia de España y el presente. A nosotros nos gustaría despertar ese vínculo entre el pasado romano y nosotros», expresaba el profesor, con el mismo tono entusiasta y apasionado con el que el héroe de un cuento hablaría de despertar a una princesa dormida de su largo letargo. Solo que aquí, a diferencia de lo que suele suceder en los cuentos, los besos no acaban con las legañas, sino que obras son amores, como reza el dicho. Obras para ese despertar pendiente en el que a Occidente, tal vez, le va la vida.