Puigdemont: el independentista que sabía que iba desnudo

Al contrario que muchos de sus compañeros, este hombre metódico, políglota y amante de las tecnologías siempre ha defendido la ruptura con España

30 dic 2017 / 14:20 h - Actualizado: 31 dic 2017 / 10:59 h.
"Los protagonistas de 2017"
  • Puigdemont: el independentista que sabía que iba desnudo

Cuenta Hans Christian Andersen en una de sus fábulas infantiles que había una vez un monarca timorato de un país muy lejano que contrató los servicios de unos sastres muy reconocidos que pasaban por su reino. Los modistos disfrutaron de los agasajos de su majestad pero lo vistieron con un traje invisible que «solo los más tontos no podrían ver». Una afirmación que sirvió para que nadie se atreviera a descubrir el engaño: que no era otro que el rey iba desnudo. Este no es el caso de Carles Puigdemont (Amer, Girona, 1962). Siguiendo la fábula del escritor danés, el presidente número 130 de la Generalitat de Cataluña sabe que se pasea desnudo... y, además, no le importa. Y no le fastidia porque al contrario que el monarca del cuento, el Puigdi, como le llaman sus amigos, tiene una misión más grande que él mismo: la independencia de Cataluña.

Hay adultos que son lo que son porque de pequeños tuvieron la revelación de que serían médicos, astronautas, ingenieros o policías. Puigdemont siempre supo que sería independentista, aunque en mitad del camino también fue periodista. Al contrario que muchos de sus compañeros de partido, la antigua Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), desde muy joven defendió la ruptura con España incluso cuando el fundador de aquella desaparecida formación asediada por los casos de corrupción, Jordi Pujol, trataba con desdén a los cachorros de CDC que gritaban «Catalonia is not Spain».

Tan convencido ha estado desde sus inicios de sus ideales políticos y vitales que durante años viajó con un falso DNI catalán con el fin de hacer patria. El hijo de Núria Casamajó y Xavier Puigdemont relató en 2016, según declaraciones recogidas por El País, que cuando se hospedaba en un hotel en el extranjero procuraba registrarse por la noche porque en los turnos nocturnos había «un personal de servicio que solía ser gente inmigrante que tenía un dominio del francés o del inglés muy inferior, y fácilmente les podía colar el carné de nacionalidad catalana que llevaba en el bolsillo». Esta batallita no describe una simple anécdota, sino un estilo de vida. Los periodistas Jordi Grau y Andreu Mas cuentan en el libro Puigdemont, el presidente @Krls que cuando viaja a Madrid en avión intenta no coger el puente aéreo, sino vuelos internacionales, tipo Barcelona-Bruselas-Madrid, para llegar por la puerta de vuelos internacionales.

Si sus ideales soberanistas estructuran su ADN, el azar es lo que le ha dado forma. Puigdemont dio el paso a la política en 2006 como diputado al Parlamento de Cataluña, justo antes de irrumpir en la escena municipal encabezando la lista de CiU en Girona y donde fue alcalde en 2011. Un puesto al que llegó circunstancialmente ya que el hombre elegido era el abogado Carlos Mascort, quien renunció a última hora por cuestiones personales. Una década después, diciembre de 2016, el destino (otra vez) lo situó al frente de la Generalitat tras el veto de la CUP a Artur Mas, el candidato oficial de Junts pel Sí.

No solo la fortuna ha sido clave en su devenir profesional, también ha tenido un papel decisivo en lo personal. En 1983 empotró su vehículo contra un camión. Salvó la vida milagrosamente, pero sufrió graves heridas en un brazo y señales en la cara que todavía se le reconocen, de ahí ese peinado nada caprichoso.

Este hombre metódico, familiar (no tiene problema en sacrificar actos públicos para disfrutar de sus dos hijas y su mujer), amante de las nuevas tecnologías (fue uno de los primeros usuarios de Twitter) y políglota (habla además de catalán y español, inglés, francés y algo de rumano), está jugando el partido de su vida y el de millones de catalanes. En su retiro-exilio-huida belga, Puigdemont debe decidir si regresa al Estado de Derecho, que sustentan la Constitución y el Estatut, o sigue viajando con un DNI catalán falso que solo puedo mostrar a los extranjeros despistados... como los sastres de aquel reino tan lejano de Hans Christian Andersen.