Y ya si eso, cuando llegue mayo, la Tercera Guerra Mundial

Aciertos y fallos. Predecir algo es muy fácil: basta con que alguien crea que lo has hecho. Pero por encima de la casualidad, de la picaresca y del timo, hay casos espeluznantes

28 dic 2017 / 19:48 h - Actualizado: 28 dic 2017 / 21:58 h.
"Teléfonos móviles","Las predicciones para 2018"
  • Una calamidad termonuclear es el vaticinio preferido por los profetas actuales, dentro de la corriente apocalíptica imperante. / El Correo
    Una calamidad termonuclear es el vaticinio preferido por los profetas actuales, dentro de la corriente apocalíptica imperante. / El Correo
  • Algunas anticipaciones de ‘Los Simpsons’ podrían ser interpretadas como proféticas. / El Correo
    Algunas anticipaciones de ‘Los Simpsons’ podrían ser interpretadas como proféticas. / El Correo
  • Donald Trump, durante un mitin en Iowa con ocasión de su campaña electoral del año pasado. / Efe
    Donald Trump, durante un mitin en Iowa con ocasión de su campaña electoral del año pasado. / Efe

Esta cuarteta que se reproduce a continuación y que fue escrita a mediados del siglo XVI predice, según los avezados estudiosos (ejem) de Nostradamus, el asesinato de Kennedy, atención: El gran rayo cae durante la hora diurna. / El mal fue previsto por un portador postulario: / El siguiente presagio cae durante la hora nocturna, / conflictos Reims, Londres; Etruria apestada. ¿Kennedy? Lo mismo podría haber vaticinado el magnicidio de Dallas que un cólico de gases de Winston Churchill. Porque si alguna virtud tienen los visionarios con fama de serlo es su –para ellos, providencial– ambigüedad. No, es que escribía de forma críptica porque si no en su tiempo le habrían dado la del tigre y para que los mensajes solo pudieran ser descifrados por unos cuantos elegidos llegado el momento: algunas excusas demuestran que no hay forma de iluminar el camino a quien no quiere abrir los ojos. Y más ahora, cuando el cambio de año predispone a las almas inquietas a indagar en el futuro en plan voyeur y a curiosear en busca de lo que deparará el destino en asuntos de amor, de salud, de trabajo... Lo cual es una verdadera lástima, porque las profecías de verdad existen. Y se cumplen. Y otras que parecen muy científicas, sin embargo, no: el efecto 2000.

Una de aquellas, de cuya autenticidad no cabe duda –está escrita por Jonathan Swift en la más famosa de sus obras, Los viajes de Gulliver–, es la que sostenía en el año 1726 que el planeta Marte tiene dos satélites, cuyas características elementales abocetaba con bastante puntería... sin que todavía se hubieran descubierto. En efecto, Fobos y Deimos, esas dos lunas de nuestro astro hermano, se vieron por primera vez siglo y medio más tarde, cuando por fin hubo telescopios capaces de desvelarlas. ¿Magia? Más bien, talento narrativo: Swift conocía las hipótesis de Kepler al respecto, y las tomó como material para su novela de ciencia ficción, que eso es lo que era el Gulliver.

La curiosidad, la intuición razonada, el interés por la ciencia y, a menudo, la simple lógica, han producido algunas de las más formidables profecías de las que hay constancia: el Nautilus de Jules Verne, la tarjeta de crédito de Erich Fromm, el sometimiento a través de la tecnología de George Orwell, los antidepresivos de Aldous Huxley... fueron anticipaciones que solo había que estar un poco atentos a los periódicos y al rumbo del progreso para poder juguetear con ellas literariamente con gran efectismo y sin riesgo de descalabro.

Pero antes de que los más crédulos depongan la lectura, hay que decir que, con todo, siguen proliferando los videntes que se arriesgan a avanzar lo que va a pasar mañana, pasado o el año que viene, sin cortarse un pelo y utilizando para ello el poder comunicativo de la globalización. Como argumento legitimador suelen usar lo que consideran grandes aciertos anteriores, como haber predicho la victoria de Trump –bueno, era o él o Hillary Clinton– o que a lo largo del año iba a haber una gran inundación en Asia. Una que está muy de moda es la colombiana Deseret Tavares, aupada a la fama por haber asegurado que en 2017 el señor del pelo naranja sería el rey del mundo y que se moriría el artista Juan Gabriel –sí, se especializan en desgracias–. Por lo que se puede leer en internet, esta señora augura para el año que viene el más delicado surtido de desgracias catastróficas, que es la especialidad de su profesión; entre ellas, el estallido, allá por mayo próximo, de la Tercera Guerra Mundial, como resultado del bombardeo de San Francisco, Chicago, Washington y Nueva York por parte de Corea del Norte, con la inestimable ayuda del conflicto entre Israel y Palestina, que empeorará las cosas. Nada nuevo.

El fin del mundo lo viene previendo todo quisque desde que al ya anciano San Juan, encontrándose en la isla de Patmos y bajo sabe Dios qué efectos, le dio por escribir su Apocalipsis. En el capítulo 8, versículo 11, cuando la cosa se estaba poniendo ya calentita para la humanidad, anotaba: El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre los manantiales de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo; y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y muchos hombres murieron por causa de las aguas, porque se habían vuelto amargas. Lo cual no deja de ser curioso, porque hay una palabra muy conocida que la etimología sugiere que proviene de la expresión ucraniana para denominar al ajenjo, polin girkii. Y esa palabra tan conocida que significa ajenjo es Chernóbil. ¿Casualidad? La Biblia es una fuente inagotable de profecías que unas veces se cumplieron, otras sabe Dios y, en algún caso, fueron tomadas como referente para seguir una estrategia. Gran conocedor de las Sagradas Escrituras, Jesús de Nazaret entró en Jerusalén a lomos de un borrico no porque la predicción del Mesías se tenía que cumplir, sino para que se cumpliera. Sin embargo, todo parece indicar que quien quiera estar al tanto de los vaticinios más interesantes para las próximas fechas, más que leer la Biblia debería ver Los Simpsons, longeva y desternillante serie de televisión que presume de ser una de las que más realidades ha venido anunciando, medio en broma medio en serio, desde sus orígenes: el 11-S, la candidatura de Trump –que se ha manifestado como un valor fijo en materia de adivinación– y el autocorrector, entre otras.

Los Simpsons, Solari Parravicini, el Apocalipsis, Philip K. Dick, Baba Banga, Edgar Cayce, Misterpopo, Nostradamus, Bill Gates, los mayas, San Malaquías... Quien quiera creer, tiene donde agarrarse. Y quien no quiera, tiene exactamente a los mismos para hacer justo lo contrario. La señora Tavares, aparte de la Tercera Guerra Mundial, sostiene que en 2018 Colombia irá caminito de convertirse en una segunda Venezuela, que un blanco atentará contra Trump y lo mismo lo mata –liándose muy gorda–, que el terrorismo islámico atentará en el Puente de Brooklin y que Shakira y Piqué echarán pelillos a la mar y encargarán su tercer hijo. Eso sí, del cuarto trompetazo apocalíptico nadie dice nada: El cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del Sol, y la tercera parte de la
Luna, y la tercera parte de las estrellas, para que se oscureciese la tercera parte de ellos, y no hubiese luz en la tercera parte del día, y asimismo de la noche
. ¿Cómo se dirá tercera parte en Ucraniano? ¿Trump? Los vellos como escarpias.