Emilio de Justo rompe la feria

El diestro extremeño cuajó de cabo a rabo a un gran toro de Victorino Martín y rozó la Puerta del Príncipe en una tarde de importancia global que le debe hacer saltar de órbita

Emilio de Justo. / Toromedia - Arjona / Álvaro R. del Moral

Álvaro R. del Moral

Emilio de Justo ya había rendido la plaza de Madrid con un corridón de Victoriano del Río pero la cita de Sevilla, mano a mano con Ferrera y ante ‘sus’ victorinos tenía un aire de reválida, superada con altísima nota. El extremeño, ésa es la verdad, sale lanzado de esta atípica Feria de San Miguel que aún no ha pasado su ecuador. La dimensión global de su triunfo –con todos los matices que impuso cada uno de sus toros- tiene otro valor que debería hacerle acreedor del hueco libre que aún queda en el ciclo. ¿Qué hizo Emilio de Justo? Tocar las teclas precisas de cada toro, exprimir todas sus opciones, entregarse sin traicionar su concepto, torear en el más amplio sentido de la palabra...

Así lo había hecho con el segundo de la tarde, el único que acabaría pasado por agua. Fue un sobrero que sustituyó al titular, despitorrado al rematar en un burladero. Al sustituto le costó salir pero cuando lo hizo acabó embistiendo en el capote del extremeño, que puso mucha garra en sus lances. El inicio de faena estuvo lleno de sabor pero todo estuvo a punto de irse al garete cuando Emilio cayó en la cara del toro al resbalar en el piso mojado. En la primera embestida se hizo el quite tirando la muleta pero al segundo envite no se libró de una feísima voltereta de la que salió milagrosamente ileso después de haber estado colgado del pitón por la barriga. Al bicho, que no tenía mal fondo, si le faltaba un tranquito que Emilio de Justo supo suplir con temple exquisito en las primeras series. Cuando se echó la muleta a la mano izquierda ya tenía el freno echado pero ese primer trasteo, rematado de un pinchazo y una estocada, ya había logrado poner en guardia al público.

Lo mejor estaba por venir y se desató a la salida del cuarto, recibido con bonitos capotazos genuflexos. El toro humilló en la brega y alertó a los profesionales. ¿Iba a ser en éste? Después de someterlo por bajo, Emilio de Justo acertó a cogerle el aire, siempre a más en una faena que acertó a tapar y conducir la embestida del ‘victorino’ para extraerle su excelente fondo. Los redondos surgían empacados, con los riñones metidos y tirando del animal pero la faena explotó definitivamente en una eterna serie al natural de excelente dibujo que ya no admitía lugar a dudas. Hubo más, mucho más mientras el personal –frío al principio- terminaba de enterarse de lo que estaba pasando. Un trincherazo de libro abrió la puerta del entusiasmo. De Justo emuló al Joselito Arroyo de otros tiempos tirando la espada para cuajar naturales con la derecha. La estocada, atracado de toro, cayó un punto contraria. Los dos orejones eran de cajón.

Emilio de Justo ya tenía entreabierta la ansiada Puerta del Príncipe y mientras se echaba la noche a la salida del sexto se empezaba a mascar es run-run inconfundible que precede los grandes triunfos. El toro era, además, hijo del célebre ‘Cobradiezmos’... ¿Qué podía fallar? El extremeño fue a buscarlo a los medios para meterlo en el capote. Ferrera le apretó en un oportuno quite por verónicas y de Justo respondió por chicuelinas. Había ganas de fiesta y Emilio se dispuso a amarrar el asunto volviendo a hacer las cosas muy bien a un toro que no regalaba nada y que paró el motor cuando se sintió sometido. Antes le había buscado las vueltas y le había cuajado una nueva y extraordinaria serie de intensos naturales, seguida de otra a pies juntos. En los preciosos ayudados pudo comprobar que la faena estaba hecha pero aún tuvo tiempo de exprimirlo por el lado derecho antes de marrar con la espada. Se le pidió la oreja pero el arco de piedra, esa puerta con la que sueñan todos los toreros, se había esfumado. Otra vez será.

De Justo tuvo como contrincante de este oportuno mano a mano a otro especialista en la divisa cacereña. Ferrera, fiel a su nueva puesta en escena, se mostró retórico y hasta un punto sobreactuado con el primero de la tarde, un toro manso y de escaso fondo al que movió de un lado a otro sin llegar a concretar nada, más allá de su envidiable dominio de la escena. Tampoco iba a ser posible con el tercero, un animal que siempre marcó fuertes querencias a chiqueros y al que acabó pasando de pitón a pitón después de intentar taparle los defectos. Eso sí: Antonio Ferrera estuvo muy cerca de cortar la oreja del quinto, al que toreó por su palo más clásico en una labor brillante pero discontinua, un punto desordenada, que tuvo su mejor tono cuando relajó la planta y fluyó el toreo más natural. Soltó la espada y quiso abandonarse pero el animal, que no era fácil, no se lo permitió. ¿Llegó a exprimirlo por completo? Ahí queda la duda. Medio espadazo bastó. El caso es que Ferrera, sin redondear nada, agradó a todo el mundo. ¿Qué más queremos?

Ficha del festejo

Ganado: Se lidiaron seis toros de Victorino Martín, incluyendo el sobrero que hizo segundo. Bien presentados y en el tipo de la casa. Destacó por su buen juego el cuaeto, de buen fondo y clase. También tuvo importancia sin regalar nada el quinto. Al segundo, potable, le faltó un tranquito. No tuvieron contenido primero y tercero, de fuertes querencias. El sexto, que duró poco, exigía que se le hicieran las cosas muy bien.

Matadores: Antonio Ferrera, de amapola y oro, ovación silencio y vuelta al ruedo tras petición.

Emilio de Justo, de púrpura y oro, ovación, dos orejas y ovación tras leve petición.

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Incidencias: la plaza registró menos de media entrada en tarde nublada. Llovió durante la lidia del segundo toro. Fue una tarde importante para las cuadrillas, especialmente durante el segundo tercio. Saludaron Joao Ferreira y Fernando Sánchez tras parear al primero; Morenito de Arles y Pérez Valcarce en el cuarto; José Manuel Montoliú y Fernando Sánchez hicieron lo propio en el quinto, y Abraham Neiro y Pérez Valcarce en el sexto.

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