Cadaval y Garrido puntúan con los de Santiago Domecq

El ganadero jerezano abrió el ciclo continuado de festejos echando un variado e interesante encierro en el que sobresalió un tercer ejemplar de excepcional clase y duración

Foto: Arjona - Pagés

Foto: Arjona - Pagés / Álvaro R. del Moral

Álvaro R. del Moral

Aunque la tarde tenía vocación de relleno inevitable –un miércoles laborable sumado a un cartel de circunstancias- el aficionado había acudido a la plaza dispuesto a seguir el guión que marcaba el toro. El interesante momento que atraviesa la divisa de Santiago Domecq, a la que querríamos ver sumada a otros nombres y fechas, ya era suficiente atractivo para sentar plaza en el coso maestrante en una tarde en la que la primavera hizo honor a su volubilidad. El ganadero jerezano echó en Sevilla un encierro variado, escasamente parejo, pero en el que hubo dos toros de muy buena nota –los que hicieron tercero y cuarto-, el sobrero que hizo primero cargado de carbón; un segundo sin un pase; un quinto cargado de exigencias y un sexto de nobleza y clase un punto claudicantes.

Frente a ellos se situaba una terna de matadores más o menos jóvenes pero muy necesitados de dar un paso adelante en sus respectivas carreras. La suerte estuvo de cara para dos de ellos, comenzando por Alfonso Cadaval que tuvo en sus manos el que fue, con mucho, la auténtica guinda de la corrida. Fue ese tercero de excelente clase, recorrido y prontitud con el que se mostró digno, honesto y entregado sin poder evitar que el animal luciera muchas veces por encima de su propia labor. En cualquier caso, no se le pueden negar pasajes brillantes en una puesta en escena que el torero sevillano interpreta con verticalidad y sentido del temple. Fue lo mejor de una faena en la que se hizo presente esa lluvia inesperada que no impidió que las ganas de agradar de Cadaval calaran en el público que pidió, y obtuvo, una oreja que le debe seguir sabiendo a gloria. La ovación final para el toro, eso también, fue de categoría. El animal ya está anotado para premio.

Pero a Alfonso aún le quedaba un sexto, que brindó a su tío Jorge, que también le iba a poner en sus manos ciertas posibilidades. Fue un toro con clase, un puntito distraído en la lidia, pero también algo justo de baterías. Cadaval volvió a ponerse delante con sinceridad y buena actitud y sumó algunos muletazos tersos y verticales antes de que el asunto se acabara estancando cuando el reloj apuntaba a las dos horas y media de festejo.

Hubo otra oreja: la cortó José Garrido con la faena más completa de la tarde, dictada a un precioso ejemplar de pelo sardo y maravillosas hechuras al que recibió con verónicas muy bien dibujadas que acabaron punteadas. Su vocación capotera –a veces se le ve más a gusto con el percal que con la franela- se hizo patente en el infrecuente quite de oro, emblema del gran diestro mexicano Pepe Ortiz. Chacón bordó un primer par mientras el toro galopaba y pedía plaza mostrando su importancia.

El diestro extemeño, muy dispuesto, comenzó a torear de rodillas antes de buscar el acople en sucesivas series diestras que resolvió –ésa fue una de las claves de la faena- con excelentes cambios de mano y monumentales pases de pecho. Algo así sucedió cuando tomó la mano izquierda: el despacioso pase de pecho arregló las intermitencias de los muletazos. Pero su labor iba a subir de decibelios cuando volvió al lado diestro, cada vez más espatarrado –con los riñones metidos- volviendo a poner el acento en los remates. Los preciosistas ayudados pusieron el broche. Dejó medio espadazo trasero, de esos que ya no se estilan. Cayó la oreja.

Antes había hecho un encomiable esfuerzo con el primero de la tarde, el sobrero que sustituyó al precioso colorao que se despitorró contra el burladero del cuatro después de haber salido rematando en todas las tablas. El sustituto, al que recibió con un extraño lance a una mano, fue un toro correoso y duro de patas que reponía siempre, embistiendo por dentro. La actitud de Garrido fue irreprochable pero también hay que admitir que se pasó de rosca cuando ya estaba demostrado todo lo demostrable. La espada quedó enhebrada al primer viaje. No se libró de un aviso.

Nos queda por reseñar la labor del peruano Joaquín Galdós, que tuvo que pechar con el que, a la postre, fue el peor ejemplar del variado encierro de Santi Domecq. Fue el segundo, cortísimo de viajes, sin un pase. El bicho pedía más aliño que probaturas. Se le concede el beneficio de la duda. Le quedaba el quinto, un toro exigente y cargado de carbón, con tela que cortar al que recibió con una infructuosa portagayola. Fue bravito en el caballo que manejó con acierto David Prados. También tuvo galope en banderillas. La faena, esforzada sobre ambas manos, no terminó de coger vuelo. Tampoco era fácil andar ahí delante. Una estocada tan defectuosa como fulminante puso fin al trance. Mañana más.

Ficha del festejo

Ganado: Se lidiaron seis toros de Santiago Domecq, incluyendo el sobrero que hizo primero. Fue un encierro variado y desigual en el que sobresalió, por clase y recorrido, el excelente tercero que fue muy ovacionado en el arrastre. También destacó por sus hechuras y comportamiento el cuarto. Planteó muchas dificultades el primero; no tuvo un pase el segundo; exigente el quinto y noble pero a menos el sexto.

Matadores: José Garrido, de azul de ultramar y oro, palmas tras aviso y oreja

Joaquín Galdós, de tabaco y oro, silencio y palmas

Alfonso Cadaval, de cobalto y oro, oreja y silencio

Incidencias: La plaza registró un tercio de entrada en tarde primaveral en la que sorprendió la lluvia. Dentro de las cuadrillas destacaron José Chacón, Juan Carlos García y el picador David Prados. Se guardó un minuto de silencio en memoria del cardenal Amigo Vallejo, fallecido este miércoles.

TEMAS