Borja Jiménez: vivir en torero
El joven diestro de Espartinas afronta el reto de estoquear seis toros en solitario en medio de una temporada de reafirmación profesional que está a punto de hacerle saltar de órbita
Álvaro R. del Moral
Borja anda confinado en su West Point particular del campo charro. A su madurez personal y taurina ha unido la llegada de un apoderado providencial –el salmantino Julián Guerra- que le ha colocado en el punto de mira de los aficionados. La confirmación de alternativa en Madrid –que se demoró ocho largos años- supuso un definitivo punto de inflexión en una carrera forjada a fuego lento que empieza a despegar gracias al secreto placet de los profesionales, la fe interior del propio torero y la solvencia demostrada en los grandes escenarios.
En sólo una semana afrontará –por pura reafirmación profesional- el reto de estoquear seis toros en solitario en el coqueto ruedo de Cazalla de la Sierra. En el horizonte, como un fielato definitivo, está el tercer compromiso que cumplirá esta temporada en el complejo embudo de Las Ventas. 2023 le ha cambiado la vida.
Estamos en vísperas de un gesto importante, no sólo a nivel profesional; también para tu íntima satisfacción como torero.
Era el momento perfecto. Estoy en el mejor momento de mi carrera para estoquear esos seis toros. Es una plaza pequeñita pero la más adecuada para que –en las alturas de esta temporada- todos los aficionados se fijen y me puedan ver cuajar a los animales. Puede ser una tarde importante.
Hablamos de una temporada que se encuentra en su tramo más fuerte pero sobre todo, en tu caso, se trata de un año de pasos medidos pero muy bien dados, cada pieza ha ido encajando con la siguiente.
Todos los pasos que se han dado han sido pasos firmes, siempre hacia delante. He evolucionado mucho durante la campaña aunque es verdad que aún falta ese golpe rotundo para situarme arriba. Pero todos los pasos que estamos dando están teniendo su propio peso y estoy satisfecho. Está siendo un proceso lento pero todo está madurando, cuajando y teniendo consistencia. Eso es lo más importante.
En realidad todo es consecuencia de unos años en los que nunca perdiste el hilo a pesar de no haberte prodigado en las plazas. Nunca levantaste el pie del acelerador en torno a tu preparación.
Eso ha sido fundamental en mi carrera. Llegaron esos cuatro o cinco años prácticamente sin torear, vistiéndome de luces una o dos veces al año, pero nunca perdí la ilusión por conseguir lo que quiero. También he tenido la suerte de tentar mucho. Los ganaderos me han atendido siempre muy bien durante ese tiempo casi sin vestirme de luces y eso me ha permitido seguir evolucionando, que mantenga la llama viva de torero. Siempre supe que esto tenía que romper en cualquier momento, y así está siendo este año. Si me hubiera aburrido no habría llegado este momento.
En los dos años de pandemia las redes os mostraban a tu hermano Javier y a ti metidos en el campo, sin parar de torear.
La pandemia fue una desgracia pero, paradójicamente, acabó suponiendo un auténtico espaldarazo en lo profesional. La preparación que logré en esos dos años, metido en el campo, me aclaró mucho las ideas. Eran momentos en los que no sabía por dónde tirar. No me salía nada para torear; me seguía dedicando al cien por cien al toro, entrenando diariamente... en ese tiempo tuve la oportunidad de torear 70 u 80 toros que se habían quedado en el campo. Me ponía delante de ellos como si estuviera en la plaza, haciendo el mismo esfuerzo que se estuviera delante del público y me sirvió para dar el paso que ahora se está viendo.
Hay otra clave en este proceso. El boca a boca de los profesionales siempre es infalible.
Mi carrera está siendo un poco a la antigua. Antes pasaba más y ahora no tanto pero ese boca a boca, los comentarios de los profesionales que han podido verte en el campo, ese ‘run-run’ de dos años ha eclosionado ahora. Esto no es un golpe repentino sino que viene muy de atrás, de haberme visto bien cada día... pero también ha sido fundamental en mi carrera que Julián Guerra se ha haya echado para adelante y haya apostado por mí. Es verdad que existía ese ambiente pero ningún profesional se había comprometido. Julián sí lo hizo y los meses que llevo en Salamanca me han servido para seguir mejorando y matizando mi toreo.
Estás metido en una especie de ‘West Point’...
Aquí estoy concentrado. Llevo instalado desde enero aunque antes ya andaba yendo y viniendo, entrenando con Julián sin saber siquiera si me iba a apoderar o no. Todo se cerró en enero. Él quería ver por sí mismo si era verdad todo lo que se comentaba, comprobar mi auténtica realidad, si de verdad quería ser torero. Enseguida se dio cuenta de que ése era mi único objetivo y se entregó a la causa las 24 horas del día. Esto es como la mili, jajaja.
No queda otra...
Ya lo sabía pero este año más: ésta es una profesión muy dura; hay que sacrificarse a diario, estar metido a fondo, pensar en el toro las 24 horas... Es así y ya es difícil y si se te escapa un solo minuto del día sin estar en el toro se pone todo más complicado. Esto me ha servido para obsesionarme con el entrenamiento, fijar el objetivo... eso me está haciendo dar el paso en las plazas importantes, resolver la situación cuando salen animales complicados, tirar la moneda que en definitiva es la única manera de salir adelante en mi situación.
Esa preparación se te nota hasta en la cara, se te ha puesto de soldado...
Jajaja, se me ha afilado mucho. Siempre había sido de entrenar mucho y prepararme a fondo pero este año me he preparado bastante más. He hecho muchas horas de salón, de físico, de todo... Muchísimas. Y la verdad es que no he parado de tentar. Todas las semanas del invierno hemos hecho dos, tres tentaderos... Eso se nota luego en la cara del toro.
Todo eso conduce al definitivo punto de inflexión, que además se hizo esperar: la confirmación de alternativa en Madrid.
Eso fue fundamental para que vieran que podía con el toro de la plaza de primera. Podían existir dudas entre los profesionales que no me habían visto con ese tipo de animal, exceptuando las tardes que había toreado en Sevilla. La confirmación sirvió para que me probaran con el toro fuerte, el grande y en una plaza de máxima relevancia. Yo creo que este año donde mejor me han visto es en esas plazas. Ahí es donde me sale el corazón de torero, estando en los grandes escenarios. El paso por Madrid es fundamental para mi carrera, ha sido la clave de este año.
Hablando de esos grandes escenarios, el paso por Pamplona también fue un escaparate para el gran público.
Sí, Pamplona fue el definitivo punto de atención, tanto para los aficionados como para los profesionales. Me vieron con esa corrida tan exigente de Escolar, en una tarde tan dura en la que Fernando Robleño resultó cogido por el primero... Y además era Pamplona, debutando con ese pedazo de corrida de toros... fui capaz de dar el paso. A lo mejor no pudimos torear como uno sueña por las circunstancias de aquellas embestidas pero me vieron otra faceta, la de lanzar la moneda sabiendo que los toros ni siquiera iban a pasar. Eso no lo habían visto.
Y en Madrid no hay dos sin tres...
Lo he comentado con Julián. He esperado ocho años para confirmar la alternativa y al final vamos a torear tres tardes. Y la tercera va a ser en la feria de Otoño, que es importantísima en Madrid, con carteles en los que es tan difícil entrar. Eso ya es un triunfo; ojalá salgan aún mejor las cosas que en la primera y en la segunda. Esa tarde puede ser muy importante para mi futuro y sobre todo de cara al año que viene.
El año no se libró de cierta polémica... ¿El asunto de la puntuación en la Copa Chenel es agua pasada?
La Copa Chenel me ha venido muy bien. He toreado tres corridas de toros y me he puesto a las puertas de la final, toreando corridas fuertes. Me ha dado muchísimo y me han salido corridas de toros gracias al circuito por más que después llegara la polémica con el tema de las puntuaciones pero al final eso se va a quedar en mera anécdota. Me quedé sin torear una corrida de toros pero yo sigo mi camino y prefiero no meterme en polémicas. La Copa Chenel, en definitiva, me vino muy bien para que me fueran conociendo los profesionales y sobre todo los aficionados que aún no me habían visto.
Tu padrino de alternativa, Espartaco, sigue ejerciendo de tal. Eso es un lujo...
Soy muy afortunado. El maestro viene a todas las tarde que toreo y la relación que tengo con él es prácticamente familiar. Hablamos casi a diario, él me cuenta sus vivencias, sus anécdotas, los momentos más altos y más bajos que ha vivido en el toreo. Es un lujo tener una persona así al lado y cuando miras al callejón y ves que está ahí te sientes orgulloso y te hace apretarte aún más con los toros.
Él te dio la alternativa en un Domingo de Resurrección y antes habías llegado a abrir la Puerta del Príncipe como novillero. ¿Qué pasó después?
Ese año toreé once corridas de toros y al año siguiente ya me quedé parado. Cuando pasan los años empiezas a analizar y entender las cosas y si me quedé parado en ese momento es que no estaba lo suficientemente cuajado para poder competir con los más grandes y en las principales ferias. Ese parón ha sido muy largo pero puede que me haya venido hasta bien para saber qué camino quiero llevar. En ese tiempo pasas momentos complicados, sobre todo a nivel mental. Cuando te llevas tanto tiempo casi sin torear parece que no estás haciendo nada. Entrenas y entrenas pero es muy complicado. Hay otros toreros que han pasado por esta situación pero cuando lo tienes claro, aunque pasen los años sin torear sabes que la oportunidad acabará llegando.
Ya lo hemos dicho: el año lo ha marcado Madrid pero hay que volver a Sevilla con otras circunstancias, con otros toros...
En Sevilla se me quedó una espinita clavada. Era un único toro y además no me embistió. Pero mi plaza es Sevilla, es donde más torero me siento y donde quiero estar. Lo tengo en la mano con las corridas que aún tengo por delante y luego con Madrid para que el año que viene pueda volver a Sevilla en otra situación. Eso también me hace apretar.
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