¡A Pamplona hemos de ir!

Las plazas han enseñado demasiado cemento sirviendo de certificado a la calamitosa situación económica mientras todo el toreo pone el punto de mira en San Fermín

04 jul 2022 / 12:37 h - Actualizado: 04 jul 2022 / 12:41 h.
"Toros"
  • La plaza de Pamplona está a punto de celebrar su primer centenario. Foto: EFE
    La plaza de Pamplona está a punto de celebrar su primer centenario. Foto: EFE

No habrá concurso en Jerez

Avanza el verano y con él, cae una nueva semana de toros que ha arrojado su lista de triunfos, también algunos fracasos... Uno de los titulares más rutilantes los ha acaparado Morante que celebró sus Bodas de Plata en la plaza de toros de Burgos siendo historia y presente del arte de torear. No, no se puede entender esta era pos covid sin la presencia del diestro de La Puebla, eje, motor y alma de la totalidad de las ferias haciendo un curioso contrapunto con el vuelo rasante de Roca Rey y la irrupción de otros nombres que parece que han llegado para quedarse, como el del toledano Tomás Rufo.

Y hablando de Morante y su universo: la proyectada corrida concurso que debería haberse celebrado en Jerez el próximo 23 de julio no tendrá lugar por ahora. Problemas de trastienda, que no han sido ajenos a cierta demagogia taurina, aplazarán sin fecha un hermoso empeño que también debería haber servido para probar las puyas cuadrangulares ideadas por el veterinario Julio Fernández Sanz que persiguen amoldar y dosificar el castigo de las reses. ¿Podrá ser en otoño? Pues ya se verá...

De las novilladas en Sevilla

Hay más asuntos en clave local, como la finalización del ciclo de novilladas picadas en la plaza de la Maestranza del que tuvieron cumplido resumen en estas mismas páginas digitales. Del serial hay que rescatar un reducido grupo de nombres que podrían pintar su futuro recamado de oro. Pero también hay que reconocer que hay otra lista, bastante más extensa, que debería recapacitar seriamente sobre su futuro.

Llegados a este punto hay que reconocer que la sensatez de novilleros como Daniel de la Fuente no abunda. El sevillano, que había cortado oreja, ha decidido dar un paso al lado después de mirar con sinceridad en su interior. Ese encomiable gesto enseña la puerta de salida a un tropel de aspirante que podría y debería clarear el pelotón en estos tiempos de pan llevar. Ni siquiera hay festejos para tanta tropa.

Pero si concluyen las novilladas picadas llegan esos festejos de promoción de los jueves de julio, pasarela de la cantera del toreo, que no se pueden entender sin el genuino público juvenil y familiar, sin las neveras, el tapeo y las sanas ganas de pasar una noche agradable en el mejor marco posible y atisbando –quién sabe- las posibilidades de alguna figura en ciernes.

A vueltas con los aforos

Habíamos hablado de Morante, de la celebración de su aniversario en el moderno coso de Burgos... Pero el asunto nos lleva a otro terreno más resbaladizo: es de los aforos de las plazas de toros. No ha sido el caso del flamante Coliseo burgalés, envidia de empresas, suspiro melancólico de toreros. La fidelidad de las peñas –benditas peñas- ha obrado el milagro de ver entradas redondas. Pero ésa no ha sido la tónica en la mayor parte de las ferias del solsticio.

El asunto preocupa en los despachos de los poderes taurinos. Y debería inquietar a las figuras y a todas las asociaciones profesionales que participan del espectáculo. Los desorbitados precios de las entradas se alían con la inflación desbocada y la calamitosa situación de la economía. Si no hay dinero para pagar la luz o la gasolina difícilmente va a quedar para ir a los toros. No, no es demagogia. Es la pura verdad. La fiesta taurina siempre ha servido de espejo de la sociedad, la política, la economía...

Pero hay que unir otros factores: las primeras figuras, por más que se mantengan en el machito, llevan demasiados años en el escaparate. Se había ungido a un puñado de toreros de un corte muy específico como referentes y revulsivos de la afición pero los capitanes suelen derrotar a los poetas. Si a todo ello le añadimos la presión de ciertos sectores, el calabobo del abolicionismo y la hostilidad del neocomunismo, que compra cualquier mercancía averiada para hacer caja, tienen el gazpacho completo.

El asunto no es para tomarlo a broma. Ya hablamos del juez prevaricador que ha clausurado la plaza México sin que la propiedad del coso haya mostrado demasiadas penas. En Colombia, también lo advertimos, ha llegado al poder el tal Gustavo Petro que ha encontrado en el derrumbe de los palcos de una corraleja rural –hay varios muertos y centenares de heridos- la mejor excusa para acelerar la abolición en uno de los países más taurinos del mundo. Pues así está el asunto, mientras se valoran los carteles de las ferias andaluzas del litoral: El Puerto, Málaga, Almería, Huelva... Ya están en la calle, sin que sepamos qué pasará con los respectivos aforos.

¡Viva San Fermín!

No será el caso, suponemos, de la fiesta por antonomasia: la feria de San Fermín. Han sido dos años demasiado largos sin sentir el hermoso temblor de la bravura; el encierro mañanero; la corrida de la tarde y, siempre, esa juerga cósmica apta para cualquier paladar, edad u observancia. Las fiestas inmortales de la capital navarra reivindican el tótem ibérico por excelencia: el toro bravo. Hemingway hizo el resto. El premio Nobel norteamericano descubrió España en julio de 1923 después de participar como conductor de ambulancias en la I Guerra Mundial. Y el encuentro con el país que tanto amó se produjo –precisamente- en plenas fiestas de San Fermín. Y llegó el flechazo. Aquel viaje iniciático se vería reflejado en su libro ‘Fiesta’, que acabaría convertido en cuaderno de bitácora de los primeros visitantes.

Ha pasado casi un siglo de aquel encuentro vital y literario. Y a partir de ahí surgen las casualidades: el Nobel norteamericano encontró casi de estreno la actual plaza de toros. Está a punto de celebrar su centenario en coincidencia con el estallido de ese chupinazo que dará una nueva vuelta de tuerca a la recuperación de normalidades por más que el famoso virus siga dando coletazos. El coso pamplonica se construyó, precisamente, siguiendo la planimetría de la efímera Monumental de Sevilla que había alentado Joselito en alianza con el industrial José Julio Lissén, siguiendo el proyecto arquitectónico del donostiarra Francisco Urcola. Aquel empeño –en clave sevillana- también murió en Talavera pero fue retomado, a escala menor, en Pamplona. Eso también se le debe a José...