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Accidentada reaparición de Roca Rey en Huelva

El diestro peruano sufrió dos fortísimas volteretas en un festejo de interminable metraje y escaso contenido artístico en el que David de Miranda logró un triunfo de color local

04 ago 2023 / 09:54 h - Actualizado: 04 ago 2023 / 13:52 h.
  • Toros La Merced-Melanie Huertas
    Toros La Merced-Melanie Huertas

Vaya por delante: un espectáculo taurino no puede irse a las tres horas redondas. Máxime si comienza a las ocho de la tarde que no son tales. El reloj de la plaza de Huelva se atrasa unos minutos adrede y el festejo se trufa de un mar de pausas prescindibles –desde la tardanza a sacar el pañuelo, pasando por la parsimonia del torilero y terminando por las faenas interminables- que convierten el desarrollo de la lidia en una auténtica prueba de paciencia.

A partir de ahí, el gran interés del evento –que mostró su fortaleza en la taquilla, con cartel de ‘no hay billetes’ que no explicaban algunos claritos en los tendidos- recaía en comprobar es estado de forma y fondo del número uno del escalafón, reaparecido en las orillas de la Vega Larga después de sufrir el fortísimo palizón de la plaza de Santander. Roca sacó casta, sentido de la responsabilidad y raza de figura pero también se le vio falto de fluidez, un punto lejano de su mejor frescura. Estas líneas no pretenden ser un diagnóstico de su sitio en la cara de los toros pero el peruano volvió a sufrir dos horrendas volteretas que le dejaron el cuerpo maltrecho aunque no sabemos si también le golpearon la mente y el alma.

La primera, fortísima, se la iba a propinar el primero de la tarde, un toro abecerrado y sin cara que le echó mano en el primer tercio mientras sonaba un prescindible fandango. El animal le recogió con el pitón en el suelo, rebañándole la barriga. La cosa, milagrosamente, no pasó a mayores. Fue un torete de fondo desconcertante que iba a cantar pronto su condición mansa. Roca brindó a Miranda en medio de una ovación de gala antes de echarse por delante y por detrás a un bicho suelto y aquerenciado que acabó metiendo la cara como un tejón –con más disparo que bravura sostenida- en varias rondas de muletazos un punto mecánicas. En cualquier caso le buscó las vueltas antes de que cantara definitivamente la gallina. Los ochos finales, con el toro casi rajado, preludiaron una estocada corta. Paseó una oreja.

El matador limeño volvió a tirar de su repertorio más habitual para parar al tercero, un ejemplar badanudo y salpicado al que lanceó con buen aire. El personal celebró el quite por caleserinas y gaoneras, citando con el envés del capote. Pero el de García Jiménez iba a hacer algunas cosas raras: esperó a Chacón, que acabó clavando los palos con enorme mérito. Le iba a hacer lo mismo al matador cuando se echó de rodillas en el inicio de su labor. Después del susto, el toro salió de naja y Roca fue tras él. Le molestaba el esparadrapo o vendaje azul que sujetaba su taleguilla. Desembarazado del apósito se puso a torear por ambos lados. El de Matilla humilló mejor por el izquierdo y Roca volvió a sembrar alguna duda en torno a su fluidez al perder la muleta en una dosantina. No faltó el arrimón final y una llamativa forma de entrar a matar –esperando al toro muy en corto, casi a capón- que se tradujo en un pinchazo y media estocada. Sonaron algunas palmas que el torero, algo contrariado, ni siquiera recogió desde el tercio.

En realidad el mejor Roca iba a surgir en medio de la adversidad. El quinto fue un manso de libro que le iba a propinar una nueva y fortísima voltereta cuando trataba de iniciar la faena por estatuarios. Recobrado del tremendo castañazo y visiblemente maltrecho, siguió al toro en su huida desbocada por media plaza hasta cazarlo en el lado contrario. Ahí se empeñó en una faena que parecía imposible, cuajando muletazos intensos por ambas manos que calaron de verdad en el público choquero. El astro peruano hizo un gran esfuerzo hasta meter en la canasta al animal con el primer aviso acechando. Roca se molestó con el palco por el clarinazo y marró con la espada con el toro definitivamente rajado. El premio que se habría merecido quedó en ovación.

El número uno de la campaña alternaba con David de Miranda, un torero que sintió el calor de los suyos desde que hizo el paseíllo hasta que abandonó el amable coso de La Merced a hombros. Cortó tres orejas a favor de ese paisanaje aunque se mostró siempre más brillante y efectista en el alarde –que practica con absoluto abandono de sí mismo- que en el grueso del toreo fundamental. El matador de Trigeros logró doble trofeo del segundo, un ejemplar manejable con el que se mostró firme en el quite y en el inicio de una faena abierta con muletazos por alto y una arrucina casi imposible. El toreo más formal –las rondas de derechazos y naturales- brota algo más agarrotado pero la encomiable entrega del torero acaba tapando cualquier carencia, como los alardes finales de este trasteo que culminó con un inapelable espadazo.

El guión se iba a repetir, punto por punto, con un cuarto de embestida un punto brutilla al que aplicó un quite por tafalleras de aires tremendistas. Eso sí: se quedó como una auténtica vela en los estatuarios iniciales poniéndose a torear con descarnada entrega. El toro estuvo a punto de echarle mano varias veces. No faltaron muletazos al natural, trufados con algún susto antes de hacerle un catálogo final de pases de todas las marcas que sólo consiguieron alargar la faena sin demasiada justificación. Cayó media espada y con ella, la tercera oreja. La faena al sexto, bien picado por Carbonell y magníficamente banderilleado por Curro Javier y Fernando Sánchez, no tuvo hilo ni ritmo. A esas alturas la corrida pesaba, mucho.

FICHA DEL FESTEJO

Ganado: Se lidiaron seis toros de Olga Jiménez (el primero) y Hermanos García Jiménez, muy desigualmente presentados. El primero manseó pero acabó teniendo disparo en la muleta; resultaron más o menos manejable segundo y tercero; fue más bruto el cuarto; el quinto huyó hasta de su sombra y el sexto no paso de soso.

Matadores: Andrés Roca Rey, de añil y oro, oreja, palmas tras aviso y ovación tras dos avisos.

David de Miranda, de corinto y oro, dos orejas, oreja tras aviso y

Incidencias: Se puso el cartel de ‘no hay billetes’ aunque se advertían algunos pequeños claros en tendidos y gradas. En banderillas saludaron Curro Javier, Fernando Sánchez y Antonio Chacón. Tras estoquear a su primero, Roca Rey fue atendido en la enfermería de “una contusión en la zona del vasto anterior del muslo izquierdo” que no le impidió continuar la lidia.


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