Aguado se sube a todos los cabezos de Huelva

El matador sevillano acaba con el cuadro y cuaja un faenón para la historia del coso de La Merced

04 ago 2019 / 09:52 h - Actualizado: 04 ago 2019 / 10:28 h.
"Toros","Pablo Aguado"
  • Pablo Aguado sale a hombros. / EFE/ Julián Pérez
    Pablo Aguado sale a hombros. / EFE/ Julián Pérez

Antonio Bienvenida dijo un día que el arte de torear es todo lo que sobra cuando se ejecuta la suerte como mandan los cánones. Podría ser... Es verdad que más allá del trazo estricto y limpio de un capotazo o un muletazo empieza el terreno de la expresión, la cadencia, el temple, esa música callada que definió José Bergamín... Pero en el caso excepcional de Pablo Aguado es muy difícil separar la técnica de la lírica. Para adentrarse realmente en la verdadera dimensión del triunfo del diestro sevillano había que estar este sábado en las orillas de la Vega Larga. Pablo acabó con el cuadro –literalmente- elevando un techo que ya se antojaba inalcanzable desde aquella revelación primaveral que marcó un antes y un después en la temporada.

La plaza de la Merced era un auténtico manicomio, una olla puesta a hervir, un monumento a esa felicidad compartida que sólo produce el toreo cuando se convierte en vehículo de arte mayor. El cronista soltó bolígrafo y papel, incapaz de trasladar a una crónica al uso ese chaparrón de expresión natural que comenzó con la salida del tercero. Fue el mejor toro del desigual envío de Albarreal, que ayer sacó divisas negras para recordar a su creador, don José Luis García Palacios. Ese animal empezó a abrirse en los embroques atisbando lo que podía pasar: Pablo lo cuajó a la verónica y la plaza ya empezó a bramar; hubo un galleo por chicuelinas que fue puro mimo, otro quite por el mismo palo, una media que en realidad fue un cuarto... Qué se yo...

Y el toro seguía cantando esas cosas buenas que se enhebraron a la perfección a un torero que ha venido para refrescar algunas cosas que se habían quedado por el camino. ¿Cómo se puede describir ese tratado de torería natural? Más allá del inicio genuflexo, las rondas de muletazos, los grandiosos pases de pecho, las trincheras acariciadas, los cambios de terciopelo... latían un sentimiento interior, un hilo invisible que unía la labor creativa del matador con el gozo del público. “¡Esto es más que lo de Sevilla!” se escuchó entre los escaños. Puede ser. Pero el arte verdadero no tiene escalas. Pablo, además, volvió a ser dueño de ese perdido sentido de la medida para buscar la espada cuando la obra estaba resuelta. Pero faltó la firma. El acero se encalló, escamoteando las dos orejas y el rabo que se cantaban en los tendidos. ¿Qué más da? El eco del toreo siempre ha estado por encima de despojos y estadísticas.

Y a pesar de todo, las orejas cayeron, volviéndose a mostrar a un nivel inalcanzable con el sexto de la noche. Fue un toro más serio y ofensivo al que volvió a cuajar con el percal trufando lances a la verónica y por Chicuelo antes de volver a embelesar con media y una larga. Hubo un guiño a la mejor historia del toreo al colocar al toro en suerte con una larga cordobesa de otro tiempo. Pero aún hubo más en el quite –con la plaza loca- antes de emplearse en una faena que comenzó a media altura –el toro se derrumbó al tercer muletazo- y culminó por todo lo alto. La memoria, que suele ser caprichosa, quiso ver la memoria de Paco Camino en un trincherazo de cartel. Pero es que la faena volvió a convencer en el toreo fundamental y a extasiar en el de adorno, perfecto nexo de esos muletazos lentos, sentidos, que arrancan oles de las entrañas. ¡Es que Pablo volvió a bordarlo! Se mostró generoso al natural, sembrado en los de pecho, cadencioso en los cambios de mano... El toro mejoró en sus manos, sacando todo lo bueno que podía dar. La faena culminó en los medios. Habíamos vuelto a ver una de las mejores faenas de la temporada, de muchas temporadas.... La espada entró. Le dieron dos orejas. Lo sacaron a hombros. Centenares de coches volvían a Sevilla hablando de toros. Qué maravilla de torero.

Aguado había sido la tercera pata de un cartel que abría Morante de la Puebla, absolutamente inédito con la raspa impresentable e intoreable que saltó en primer lugar. Dicen que los ganaderos no pudieron traer la corrida que hubieran querido. Hubo demasiado movimiento en el campo y en los corrales después, toros que se marcharon de vuelta... El caso es que el diestro de La Puebla, espoleado por el milagro aguadista salió a por todas con el cuarto. Le soltó una mano en el primer capotazo y formó un alboroto de los gordos lanceando a pies juntos primero y espatarrado después. Lo llevó con largas de sabor añejo al caballo, quitó con mimo... Pero al animal se le habían acabado las pilas y después de un amago de ‘litrazo’ y dos pases mal contados pidió la cuenta. La cosa se quedó en agua de borrajas.

En medio de Aguado y Morante destacaba el nombre al alza de David de Miranda, ese joven diestro que ha roto el molde de diestro local después de su gran triunfo en la isidrada. Cortó una oreja al segundo, un animal deslucido y mirón al que toreó con desmayo primero y con autoridad después en una faena entregadísima y muy celebrada por su gente. Con el quinto, un pésimo sobrero de Torrealta que acusó la sobredosis de corrales, volvió a dar dimensión de torero de ferias.

Ficha de la tercera de Colombinas

Ganado: Se lidiaron cinco toros de Albarreal y un sobrero de Torrealta que saltó en quinto lugar, desigualmente presentados. El primero, de feas hechuras, no tuvo un muletazo; el segundo tuvo mal fondo y desparramó la vista; fue excelente por clase, duración y recorrido el tercero; el cuarto se desfondó antes de tiempo; pésimo el quinto y muy blando el potable sexto.

Matadores: Morante de la Puebla, de colorete y azabache, algunos pitos y ovación.

David de Miranda, de rioja y azabache, oreja con petición de la segunda y ovación.

Pablo Aguado, de tabaco y oro, vuelta al ruedo y dos orejas. Salió a hombros.

Incidencias: La plaza casi se llenó en tarde-noche de agradable temperatura. Dentro de las cuadrillas destacó Iván García. Contreras saludó tras banderillear al segundo. Se guardó un minuto de silencio en memoria del empresario y ganadero onubense José Luis García Palacios. Sus toros sacaron divisas negras.