Comienza la cuenta atrás. El próximo sábado –día 28 de septiembre- se cumple un siglo exacto de la alternativa de un diestro genial. Y la historia le debía una. Hablamos de Manuel Jiménez ‘Chicuelo’, ese torero de la Alameda de Hércules que bebió del ancho venero gallista para convertirse en transmisor de un nexo fundamental en la tauromaquia moderna: el toreo ligado. Ese rol le convierte en enlace entre los avances esbozados por Joselito y la futura obra colosal de Manolete, definitiva piedra angular sobre la que se elevaría toda la arquitectura del toreo contemporáneo.
Esa y otras muchas cosas se hablaron en una intensa charla celebrada en la tarde de este lunes en la sede del Ateneo de Sevilla, que ha sabido asumir la importancia de una efeméride que ha pasado de puntillas en casi todos los estamentos de la ciudad. No faltó el pulso familiar, representado por otro Manuel Jiménez, Chicuelo como su abuelo, que prestó el testimonio heredado en la casa familiar de la Alameda, verdadero relicario de la memoria del torero y su saga.
Una muestra reveladora
Manuel ha sido el gestor de la cuidada exposición fotográfica que retrata la tauromaquia de su abuelo desde el primer becerro estoqueado en la vieja Venta del Lavadero en los balbuceos del siglo XX hasta el último toro vestido de luces, el 1 de noviembre de 1951. La colección de imágenes, reproducidas a gran formato, permite contemplar en orden cronológico la particular tauromaquia de Chicuelo, que llegó a compartir cartel con los grandes ases de la Edad de Oro del toreo –Joselito y Belmonte- antes de ser una de las fachadas más emblemáticas de la llamada Edad de Plata, otro periodo apasionante, trufado de grandes figuras, que no ha sido convenientemente reivindicado por la historia oficial.
“Es que parece que hay un salto entre Joselito y Belmonte y la época de Manolete”, denunció acertadamente Manuel Jiménez. Efectivamente, esa generación de toreros que se mueve entre la guerra europea y nuestra contienda civil asume los postulados gallistas y la expresión belmontista para convertir el oficio de torear en un arte mayor. Aquella camada de matadores, en la que brilla con luz propia la personalidad de Chicuelo, pagó un alto precio por poner en pie el nuevo lenguaje. Querían imponer ese concepto a un toro rústico, manso y agresivo que aún no había desarrollado los postulados de la bravura que había preconizado Gallito antes de caer en la tragedia de Talavera.
Recordando una figura fundamental
Pero Chicuelo logró sobrevivir a la Edad de Plata y al duro fielato de la Guerra Civil y hasta al mismísimo Manolete. Muchos toreros no lograron cruzar esa frontera que cambió España, pero también el toreo. La larguísima vida profesional de Manuel Jiménez, en definitiva, le permitió navegar entre tres etapas distintas del toreo sin perder vigencia, apoyado en una extraordinaria capacidad para adaptarse y sacar partido al toro de cada época, tal y como apuntó su nieto en la charla posterior. La mesa la completaban el arquitecto, tratadista y aficionado malagueño José Morente, autor del blog ‘La Razón Incorpórea’ y flamante director general de Ordenación Territorial y Urbanismo en el organigrama de la Junta de Andalucía. El coloquio fue dirigido por Álvaro Rodríguez del Moral, autor de estas líneas y responsable de la información taurina en El Correo de Andalucía. Presidió el acto Atenea Melgarejo, directiva de la Docta Casa.
Los ponentes reivindicaron aquella etapa luminosa –también sangrienta- en la que el toreo se movió como pez en el agua en el impresionante retablo de sensibilidades artísticas que prestó el Regionalismo. La conclusión fue unánime: la Tauromaquia, y el resto de las artes y oficios artísticos, no pueden estudiarse o revisarse por separado. Todas esas esas expresiones pertenecían a un mismo impulso creador al que el toreo –y es importante recalcarlo- no fue ajeno. Pero la charla dio para mucho más, revisando una vez más el verdadero papel revolucionario de Gallito; la vida efímera de la Monumental que inspiró o –volviendo al hilo conductor de la sesión- aquella gran faena al toro ‘Corchaíto’ protagonizada por Chicuelo. Ese trasteo revelador, cuajado en 24 de mayo de 1928 en la plaza vieja de Madrid terminaba de dar carta naturaleza al nuevo toreo. Fue tan fácil y tan difícil: ligar un puñado de naturales sin enmendarse. El público de la época no tardó en darse cuenta que estaba asistiendo a una verdadera revelación. A algún santón de la crítica le costó asumirlo...
Pero el acto iba a tomar un sesgo inesperado con la presencia de varios toreros de Sevilla, con Rafael Jiménez ‘Chicuelo’ –hijo del torero de la Alameda- a la cabeza. El elenco lo completaban Rafael Torres, Pepe Luis Vargas, Juan Ortega o el novillero Curro Chicuelo, otro de los nietos que llegaron a vestirse de luces. Ellos terminaron de imprimir el definitivo carácter a una charla que logró llenar por completo el salón de actos del Ateneo de Sevilla. Sus puertas siguen abiertas hasta el viernes para poder contemplar la exposición fotográfica. Al día siguiente –este mismo sábado- se cumple el centenario de esa alternativa que merece ser recordada y reivindicada.