La de Huelva era la primera gran cita de esta era pos-covid. Hasta ahora hay pocas, poquísimas plazas de primera o segunda categoría dispuestas a recuperar el tiempo perdido. Pero la empresa del coso de La Merced ha tenido la valentía y el acierto de programar este mini feria de Colombinas a pesar de la cancelación de todos los actos del programa habitual de las fiestas choqueras. Lo fácil habría sido sumarse a la política de suspensiones y esperar a un año más propicio pero el verdadero reto –venciendo las reticencias del propio sector- era armar unos carteles, presentarlos y abrir la plaza a los aficionados.
Y había ganas de toros. Para algunos era el primer contacto con una plaza después de casi un año. La primera ovación fue para los alguaciles; la segunda, más maciza para los matadores. Y salió el primero, un jabonero de Núñez del Cuvillo que Perera paró con excelentes verónicas y una media de primor, dicha muy derecho. No estaba sobrado de fuerza el toro, más manso que bravo en el caballo y distraído en el quite de su matador, que repitió el empeño. El bicho siguió marcando su fuerte querencia a chiqueros aunque Miguel Ángel acabó cogiéndole el aire en una compacta tanda diestra que hiló a otra, firmísimo, que no tuvo continuidad por el lado izquierdo. A partir de ahí el animal dijo basta. No hubo más.
Pero lo mejor estaba por llegar. Los lances a pies juntos con los que Perera paró al cuarto fueron, hasta ese momento, lo mejor de la tarde. Ese tono de excelencia continuó con el capote a la espalda. El bicho puso en serios aprietos a Curro Javier con los palos pero se entregó con todo en un arriesgado tercer par, dandole todas las ventajas al toro, arrancando una ovación de gala. El matador no iba a ser menos: de rodillas, templadísimo y entregado se metió al personal en el bote en una faena maciza y sin fisuras, aplomado al suelo, que estalló en un maravilloso cambio de mano. El temple, la colocación, hasta el sentido de la escena marcaron este trasteo que apuró y potenció las virtudes del toro de Cuvillo. Perera se explayó al natural pero terminó de aliñar el gazpacho con un impresionante arrimón de rodillas que rompió cualquier frontera. Había formado un lío gordo que remachó de una estocada que hilvanó a nuevos muletazos. Las dos orejas eran de cajón y la vuelta al ruedo con sus hijos, emocionante y oportuna. Las palmas por Huelva echaban humo...
No hubo mucho más...
Cayetano había impuesto ciertas restricciones a los medios en el callejón y el patio de cuadrillas. Corren ciertos rumores sobre su continuidad en la temporada después de distinguirse como nítido abanderado del sector en las reivindicaciones de sus profesionales. Pero la trastienda de su vida privada vuelve a andar revuelta... Pero todo eso no cuenta delante del toro aunque fuera el anovillado ejemplar que hizo segundo, al que recibió con una larga en el tercio y galleó embarullado antes de que el bicho pusiera al caballo de picar patas arriba. Cayetano brindó el torete a la parroquia mientras estrellaban al animal contra una tronera. Del porrazo salió algo gripado pero más que toreable por los dos lados sin que su matador acertará a tocar esas teclas por completo a pesar de su empeño por agradar. El quinto, bien hecho pero justito de fachada, tuvo prontitud y longitud en la embestida. El menor de los Rivera, a pesar de su entrega y hasta cierto empaque, no consiguió cogerle el tono. Qué le vamos a hacer...
Y para qué vamos a engañarnos, la máxima expectación del cartel giraba en torno a la figura de Pablo Aguado, autor de una de las cumbres de la pasada campaña, en esta misma plaza. Pechó en primer lugar con un castañito que salió muy suelto. Derribó al torero en el quite y éste resolvió el trance con una inesperada larga de rodillas que sirvió para calentar el ambiente. El toro parecía cantar cositas buenas, una vibrante y humillada embestida que, a la postre sólo fue una engañosa movilidad preñada de genio. Pablo no terminó de sentirse a gusto en ningún momento. Cuando salió el sexto, la noche se había rendido sobre los cabezos que escoltan el coso de la Vega Larga. Pablo Aguado lo templó con el percal. Y se puso a torear, descubriendo una manejable embestida con la que se armonizó intermitentemente sin que el trasteo, de hilo declinante y demasiado largo para su concepto, tomara vuelo...
Por cierto... En los previos del festejo, un grupo de profesionales del toreo se hizo presente en el ruedo tras una pancarta que rezaba: "Los toreros somos cultura. No a la discriminación". El banderillero Raúl Corralejo leyó un largo manifiesto con algunas dificultades en la megafonía. Tampoco hacían falta demasiadas palabras. Se trataba de reivindicar los valores humanistas, sociales y culturales de esta fiesta que vive horas difíciles entre el acoso indisimulado de los que deberían gobernar para todos y la indiferencia de algunos de los suyos. Ésa es la verdad...
FICHA DEL FESTEJO, 1ª DE COLOMBINAS
Ganado: Se lidiaron seis toros de Núñez del Cuvillo, desigualmente presentados y terciados. El primero resultó manso y remiso; rajadito y noble el segundo; se movió mucho y humilló el tercero con algunas complicaciones; nobilísimo el cuarto; pronto e importante el quinto y noble el sexto.
Matadores: Miguel Ángel Perera, de lavanda y oro, ovación tras aviso y dos orejas.
Cayetano, de lirio y oro, ovación tras aviso y leve petición y ovación tras aviso.
Pablo Aguado, de 'after eight' y oro, ovación y silencio tras dos avisos.
Incidencias: Los tendidos de la plaza aparentaban tres cuartos de entrada. El aforo estaba reducido en un 50%. Javier Ambel saludó tras parear al primero.