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Curro Romero y los Arjona: la memoria visual de un torero distinto

La saga de fotógrafos sevillanos alumbra un libro que repasa la historia gráfica del Faraón de Camas retratando su íntima personalidad taurina y humana en coincidencia con su 90 cumpleaños

25 nov 2023 / 10:17 h - Actualizado: 25 nov 2023 / 10:18 h.
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  • Agustín y Joaquín Arjona muestran su libro ‘Aroma de Romero’. Foto: A.R.M.
    Agustín y Joaquín Arjona muestran su libro ‘Aroma de Romero’. Foto: A.R.M.

Pepe Arjona, el gran notario gráfico del toreo de la segunda mitad del siglo XX, ya había cubierto de prestigio la firma de sus placas cuando acudió a una becerrada de circunstancias que se celebraba en la añorada placita de La Pañoleta, junto al antiguo camino de Huelva. Era el verano del 54. En el cartel había entrado, casi al relance, el mancebo de la botica de Camas gracias a las hermosas formas de salón que le había enseñado Salomón Vargas, aquel gitano que soñaba verónicas imposibles. Implicaba el comienzo de una historia taurina, la de Curro Romero, que corrió paralela a la de una firma de fotógrafos que ya abarca tres generaciones.

Esa hermosa fábula visual, retratada desde su inicio y que incluye imágenes absolutamente inéditas, se ha visto recogida en un libro titulado ‘Aroma de Romero’ que será presentado por todo lo alto, con la presencia del propio Faraón, en un acto que se celebrará este lunes en la Fundación Cajasol. El libro recoge vida, tauromaquia y hasta la esencia de un torero distinto que pertenece por derecho propio al alma de Sevilla. “La idea que tuvimos Agustín y yo es que Curro no podía dejar de tener un libro de la casa Arjona; era algo que acariciábamos desde hace muchos años pero pensamos que el 90 aniversario del maestro era una buena meta para abordar un proyecto que ha abarcado casi un año de preparación entre diseño, maquetación, edición, redacción de textos...” señala Joaquín Arjona, nieto de Pepe, sobrino de Agustín padre y primo de Agustín hijo con el que conforma el tercer escalón de la saga.

Tres generaciones de fotógrafos

“Son tres generaciones de la casa Arjona pero el verdadero artífice de todo esto es mi abuelo Pepe; de las 150 fotografías que tiene el libro, más del 70% son suyas. Del resto hay treinta y tantas de mi tío y diez o doce mías”, prosigue el joven reportero gráfico subrayando un dato fundamental: cuando Pepe Arjona acudió a aquel festejo iniciático de La Pañoleta –el próximo verano hará siete décadas- ya era un fotógrafo contrastado. Pero Francisco Romero López aún no era Curro Romero. “Algo vería o sabría ya”, añade Joaquín evocando la calidad humana y la condición de gran catador del toreo de su recordado abuelo Pepe, uno de los personajes inconfundibles de la familia del toro sevillana. “De él hemos aprendido todos; ha sido un espejo en nuestra vida y no me extrañaría nada que lo hubiera visto antes en el campo y le hubiera seguido la pista”, matiza.

Aquella novillada económica le creó el primer ambiente a ese muchacho reservado que lanceaba al viento en el campo de fútbol de Camas. Una sustitución providencial le llevó a debutar en la Maestranza en el lugar de Mondeño convocando la primera lista de fieles. Pero al currismo aún le quedaban algunas tardes –enhebradas entre la leyenda y la memoria- para grabar sus propias tablas de la ley: la primera novillada del 57, los seis toros de Urquijo, aquella corrida de Cubero con Camino y Puerta, el Corpus del 60... “Pepe Arjona estuvo en todos esos comienzos: su debut en la Maestranza de novillero, la primera tarde como matador en Sevilla, esas fotos en la intimidad de la habitación de hotel que entonces era algo más vedado... de los primeros fotógrafos taurinos curristas seguro que uno fue mi abuelo”, precisa Joaquín.

Pero más allá del retrato de la forma y el fondo del currismo y su oficiante, el libro de los Arjona se podría considerar un homenaje a la propia dinastía de fotógrafos. Pero Agustín no quiere detenerse ahí y pone por delante el reconocimiento de los suyos al legado humano y taurino del camero. “Me enorgullece que seamos nosotros pero me puede más la fuerza del afecto hacia Curro que nuestra propia historia. Desde niño, de la mano de mi padre, he vivido muchas cosas junto él. La amistad era tremenda más allá del ruedo. Pero es que muy fácil ser amigo de Curro Romero. Dicen que se torea como se es pero yo creo que Curro es como torea. Tú lo ves hablar, su forma de estar y de ser, su manera de tratar... Todo lo que hace es templado. Y las sentencias que suelta... Es un personaje encantador y me consta que nos quiere mucho” confiesa Agustín, destacando el papel jugado por su sobrino Joaquín en la cuidada edición del libro sin poder disimular la ilusión que rodea su puesta de largo. Al fin y al cabo se trata de un trabajo que empezó a cuajar su propio padre, también su maestro, al que suplió por primera vez, casi por casualidad, en una novillada setentera en la que cayó herido Navarrito.

Curro Romero y los Arjona: la memoria visual de un torero distinto
Una imagen inédita del camero, de la cámara de Pepe Arjona, ocupa la portada del libro.

La memoria visual del toreo

Los Arjona acumulan muchos kilómetros de carreteras, carriles y carretes; infinidad de horas de burladero y callejón haciendo de la profesionalidad y la calidad de su trabajo las constantes de una saga que forma parte de la propia memoria gráfica del toreo. “Es un orgullo que nuestra firma forme parte de esa historia visual –tercia Agustín- pero en este caso mucho más tratándose de la personalidad que es. Curro es único, no ha sido mejor ni peor torero que otros pero sí ha sido distinto. No he visto a nadie torear tan despacio, tan singular, sin parecerse a nadie... ¿Cuántos estamos enamorados taurinamente de él, de su toreo? El torero y la persona van unidos”, remacha el segundo de los Arjona con aire de chiquillo con zapatos nuevos. “Curro es nuestro y cuando digo nuestro es porque es patrimonio de los sevillanos y del mundo del toreo”, proclama Agustín antes de reconocer que “era importante hacerle esto en vida porque las cosas pasan y la memoria es corta”.

El libro permite refrescar algunas de esas imágenes que, más allá de su valor fotográfico, tienen un valor absolutamente icónico y pertenecen a la memoria sentimental de los propios aficionados. “Ahí está la del desplante al toro ‘Flautino’ de Gabriel Rojas; la hizo mi tío Agustín y sirvió a Sebastián Santos para inspirar el monumento que hay en el jardín junto a la Maestranza”. Lo cuenta Joaquín, que encontró en el parón inesperado del covid –algo bueno debía tener- tiempo y espacio para rebuscar en los rincones más remotos de los archivos de la firma brindando imágenes inéditas del camero, como la que ilustra la portada. “Es una foto en la intimidad de la habitación de un hotel, leyendo la prensa o una carta, fumando un cigarro y con la luz que atraviesa una cortina. Parece que es una foto de estudio pero es la sensibilidad que tenía Pepe Arjona para la fotografía”, sentencia Joaquín destacando el papel jugado por los patrocinadores en la edición de la obra: la Junta de Andalucía, la Real Maestranza de Sevilla, la Fundación Cajasol, la Fundación Caja Rural, el Ayuntamiento de Sevilla y Guillermo García.

Una historia por contar

La obra no estaría completa sin los textos del periodista, escritor y crítico taurino Álvaro Acevedo que, invirtiendo los términos al uso, ilustra literariamente las imágenes. “Se trataba de contar la vida de Curro –tauromaquia, personalidad, trascendencia, valores, aficiones- a través de imágenes”, apostilla Joaquín precisando que “las imágenes son el soporte para encauzar esta historia”. La idea que alienta el libro, recalca el fotógrafo, es que “para los que hemos tenido la suerte de ver a Curro –unos menos que otros- vuelvan a revivir esos recuerdos y los que no le han visto, las generaciones futuras, tengan un testimonio para crearse una idea de cómo fue en su esplendor”. La retirada, es archisabido, llegó tras aquel festival agridulce de La Algaba en el otoño de 2000. Pero el verdadero epílogo de su carrera lo había firmado más de un año antes, en la Feria de Abril del 99, con un gran toro de Juan Pedro Domecq. “Se hartó de pegar lances; de alguna manera era el punto y final a esta memoria visual de la casa Arjona” concluye Agustín. “Yo creo que él mismo ya sabía que podía ser una de sus últimas tardes en Sevilla y vaya lío que formó, toreando tan despacito... “