Da gusto ver a Morante
El diestro de La Puebla, más allá de los trofeos concedidos, volvió a encandilar una nueva plaza en una tarde en la que se esperaba más de la corrida de Torrestrella
Álvaro R. del Moral
Los comentarios previos al festejo no equivocaban la dirección: A ver qué hace el de La Puebla... Y el de La Puebla había desembarcado en la orilla de Huelva precedido de un buen puñado de corridas de toros en las que ha marcado la pauta por capacidad, responsabilidad, una inaudita ambición y sobre todo, por su inmarcesible calidad. Morante, además, había unido este nuevo bolo a la lidia de los toros de Torrestrella, un histórico hierro postergado en las preferencias de la actual primera fila que no respondió a las expectativas levantadas ni por comportamiento ni por presentación.
El primero de Morante, de hecho, era una raspa justita pero también sería a la postre el de mayor contenido del envío de los campos de Benalup. No estaba sobrado de codicia pero el diestro cigarrero acabaría largándole tres o cuatro lapas de sabor añejo que abrochó con una media de primor. A partir de ahí, toda su labor fue un prodigio de cadencia: en el alado galleo por chicuelinas, en la larga de otro tiempo, en el ajustado quite por verónicas y la revolera final... Esa suavidad, apretando lo justo al toro, fue el hilo conductor de una faena de paladares selectos argumentada sobre una elegante naturalidad y relajo. No faltaron los aguafuertes sepias en forma de ayudados, en ese molinete que levanta el ánimo. Pero el toro descompuso el cuadro al echarse en medio de la faena. No importó: Morante se pasó la muleta a la izquierda para trazar una bellísima tanda de naturales antes de agarrar una estocada hábil. Y cayó la oreja...
Pero la cosa no había acabado. Nadie daba un duro por el cuarto de la tarde, un animal deslucido en todo, con el que nunca perdió la paciencia. Nadie habría podido recriminar nada si Morante hubiera tirado por la calle de en medio. Lejos de aburrirse, se empleó en un sobo sordo, sin importarle las tarascadas de una embestida que siempre iba por arriba, hasta permitirse dejar un puñado de pinturas gallistas. Pero la cosa no había acabado. El diestro de La Puebla había venido a torear y lo consiguió cuajando y ligando una serie de naturales de extraordinario temple y dibujo. La espada, con alguna precaución, cayó arriba e hirió bien. No se la dieron pero habría merecido otra oreja. Es que da gusto ver a Morante...
A partir de ahí los argumentos de la tarde son bien distintos, condicionados por el escaso juego de esos toros de Torrestrella que también fallaron en apariencia. Las cuadrillas habían dejado como sobrero un espectacular y serio salinero que acabó saltando al ruedo como tercero bis. Salvó la fachada de los antiguos toros de Los Alburejos –paraísos perdidos- pero tampoco sirvió para la lidia. El titular había sido enviado de nuevo en los corrales por burriciego pero el sustituto –áspero y protestón- se quedó en los tobillos de Juan Ortega que pasó por la tarde de su presentación choquera absolutamente inédito. El sexto, un auténtico mulo, tampoco iba a ser apto para florituras...
Dejamos para el final al triunfador numérico de la tarde. Daniel Luque cortó dos orejas que pudieron ser hasta tres atendiendo al entusiasmo con el que el público vivió su labor. Fueron dos actuaciones de similar corte en las que el matador de Gerena, con renovado sitio e ilusiones, tiró de su amplio fondo técnico antes de meterse con autoridad entre los pitones. En el segundo hubo un explosivo inicio de faena, dictado en un palmo de terreno, antes de buscarle las vueltas y las cosquillas en un trasteo cerrado con un arrimón y muletazos a pitón cambiado. La buena estocada validó el trofeo. Le llegaron a pedir las dos... Con el quinto volvió a imponerse a las escasas condiciones de su enemigo repitiendo ese guión: resortes técnicos y firmeza antes de meterlo en la canasta por completo. Las ceñidas luquecinas preludiaron medio espadazo tendido que rubricó con un descabello. Cayó otra oreja. Todos contentos.
Por cierto, y ya nos vamos, la corrida volvió a incluir el inevitable prólogo pos covid del minuto de silencio, la Marcha Real... en medio de cierta descoordinación que Morante resolvió rompiendo el paseíllo mientras la megafonía se colaba en el tiempo previsto para el silencio. Cosas del directo... El caso es que empiezan a sobrar estos prolegómenos que parecen haber llegado para quedarse en la sencilla y sobria liturgia de una tarde de toros. Todo cansa.
FICHA DEL FESTEJO
Ganado: Se lidiaron seis toros de Torrestrella, incluyendo el tercero que hizo sobrero que fue, a la postre, el mejor presentado de todos. El más potable, sin demasiado fondo, fue el primero. El resto presentaron demasiados defectos en distintos grados.
Matadores: Morante de la Puebla, de verde billar y oro, oreja y ovación.
Daniel Luque, de pizarra y oro, oreja y oreja.
Juan Ortega, de verde militar y oro, silencio y palmas de despedida
Incidencias: La plaza casi se llenó dentro del aforo previsto, correspondiente a la mitad de las localidades. Dentro de las cuadrillas destacaron Andrés Revuelta, Raúl Caricol y el picador Aurelio Cruz.
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