Doce campanadas taurinas para la vuelta a la normalidad

El repaso a la campaña taurina en el mundillo taurino sevillano incluye los rotundos campanazos de Morante de la Puebla, que cuajó tres faenas para los anales del coso maestrante

30 dic 2022 / 10:33 h - Actualizado: 30 dic 2022 / 10:42 h.
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  • El diestro de La Puebla ha llenado con su nombre la temporada 2022 en la plaza de la Maestranza. Foto: Arjona-Pagés
    El diestro de La Puebla ha llenado con su nombre la temporada 2022 en la plaza de la Maestranza. Foto: Arjona-Pagés

Primera campanada, 8 de enero: En la muerte de Jaime Ostos...

El año taurino se estrenó, pasados los Reyes Magos, con la noticia del fallecimiento de Jaime Ostos. El bravo diestro ecijano -le apodaban Jaime Corazón de León- se encontraba pasando las vacaciones navideñas en Colombia acompañado de su mujer, María Ángeles Grajal. Esa muerte, más allá de sus vaivenes sentimentales o el papel jugado en los llamados medios rosas, refrescó la memoria de un gran torero valiente, el mismo que paralizó a todo un país a raíz de la gravísima cornada de Tarazona o acabó de un plumazo con la ventajosa situación del crítico Manuel Lozano Sevilla a raíz del célebre brindis en una corrida televisada desde Marbella.

Sus restos dieron una póstuma vuelta al ruedo en la plaza de la Maestranza en la tarde del 21 de enero, antes del funeral celebrado en la vecina capilla del Baratillo. Posteriormente fueron trasladados a su Écija natal, donde fueron depositados en espera de su panteón definitivo.

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Ramón Valencia, acompañado de las autoridades, en la presentación del abono 2023. Foto: Toromedia

Segunda campanada, 23 de febrero. Los carteles de un abono pleno con seis bolos de Morante

Habían pasado tres años desde la última puesta de largo de una temporada normal. Fue la de 2019. La de 2020 se llegó a programar y presentar pero no pudo celebrarse. La del 2021 se pensó para una primavera atípica y se acabó celebrando en otoño con restricciones de aforo. Hubo que esperar hasta ese 23 de febrero de 2022 para oficializar la presentación de unos carteles que colocaban a Morante de la Puebla como base indiscutible del abono.

Se trataba de presentar unas combinaciones de toros y toreros destinadas a recuperar la normalidad taurina en la plaza de la Maestranza. Atrás quedaban dos temporadas atípicas, duras, ojalá que irrepetibles... Pero el golpe de péndulo había recuperado su ritmo y la Feria de Abril, fiel a su cita, estaba a punto de ser pegada en las paredes. Eso sí, aún faltaba el cuadro anunciador, encargado al creador vietnamita Danh Vo...

Tercera campanada, 9 de marzo. Danh Vo alumbra un cartel polémico...

El cuadro –o cuadros, que eran dos- se había hecho esperar desatando alguna habladuría. Pero el 10 de marzo, por fin, se desveló la propuesta del creador vietnamita Danh Vo, nacionalizado danés, que recurrió a un ejercicio de caligrafía, el cromatismo de las muletas y los capotes y la invocación del ‘Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías’ de Federico García Lorca para presentar dos carteles complementarios, minimalistas y absolutamente inesperados que no tardaron en tener contestación en la calle y no pocas tribunas de prensa. Era el capítulo que faltaba para poner a andar la maquinaria de la temporada de la vuelta a la normalidad...

Doce campanadas taurinas para la vuelta a la normalidad
El matador de Gerena abrió la primera Puerta del Príncipe de su carrera. Foto: Arjona-Pagés

Cuarta campanada. Tres puertas del Príncipe

Daniel Luque abrió la primera Puerta del Príncipe de su carrera que también era la primera de una feria triunfal gracias a una lección de autoridad, capacidad, responsabilidad y excelencia que ya le ha hecho saltar de órbita. Fue una tarde de importancia global ante dos toros de El Parralejo que terminó de subir a la cumbre con la comprometida faena al exigente sexto, al que lidió después de pasar por la enfermería, molido por la fortísima paliza que le había propinado el ejemplar anterior.

Hay que subrayar que El Juli abrió la séptima Puerta del Príncipe de su larga vida taurina a punto de rebasar el cuarto de siglo de alternativa. El maestro madrileño cuajó un auténtico ferión en el que acertó a anunciarse tres tardes. En la primera de ellas armó una faena magistral a un toro de Victoriano del Río, la misma tarde que contempló la eclosión de Tomás Rufo pero iba dar el definitivo ‘portazo’ acompasado a sus ‘garcigrandes’ en un impresionante despliegue de su mejor ser y estar que sirvió de resumen de su propia tauromaquia.

Tomás Rufo había llegado al serial como tapado y salió revalorizado como uno de sus grandes triunfadores. El triunfo del joven diestro toledano no fue tan sorpresivo para los profesionales y los aficionados más enterados. La ecuación de valor, entrega, capacidad, frescura y excelente concepto del toreo lograron calar tanto o más que esa lluvia pertinaz que no dejó de caer desde el primer al último toro. Rufo se colocaba en las puertas de la primera fila...

Quinta campanada. Morante, dos tardes de mayo...

El diestro de La Puebla no necesitó salir a hombros ni sumar dos más una para convertirse en el mejor intérprete de la Feria de Abril. Ya había brillado con luz propia en Resurrección, cuajando una tarde globalmente interesante. Aún dictaría una faena secreta que sólo fue apreciada por paladares bien educados e ignorada por ese público mutante que ahora puebla los tendidos del coso del Baratillo.

Pero lo mejor estaba por llegar... A Morante aún le quedaban dos citas en primavera. El Viernes de Farolillos llegó la primera explosión, el mismo día del pronunciamiento de Roca Rey. Pero la memoria, siempre la memoria, antepone su maravilloso trasteo a un ejemplar templado y rajadito de Núñez del Cuvillo al que toreó con exquisita cadencia y sencilla, purísima belleza. En otro tiempo, con otra plaza, con distinta sensibilidad se le habría pedido el rabo. Pero ahora el personal anda contando orejas y llamando al timbre... Aquel concertino le valió el premio de una única oreja que no interesa para nada.

En ese punto creíamos que Morante ya había escalado su propia cumbre, dando por sentado que habíamos asistido al mejor trasteo de la Feria. ¿Era posible estar rayar a mayor altura? El propio toreo de La Puebla se iba a encargar de responder la pregunta formando un alboroto inolvidable con el sobrero de Garcigrande que remendó la catastrófica corrida de Torrestrella. Si el día antes había sido la cadencia, en éste fue la explosión, la intensidad, la reunión...

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El maestro, vestido de luces, antes de torear en Las Ventas en su última etapa profesional.

Sexta campanada, 25 de junio. Centenario de Antonio Bienvenida

Nació en Caracas, el 25 de junio hizo un siglo, pero le bautizaron en Omnium Sanctorum, en la misma pila en la que se había cristianado Juan Belmonte. Siempre se consideró sevillano por más que la familia –que vivió sus mejores años en la finca La Gloria- tuviera que liar el petate camino de los Madriles a raíz de la desgraciada muerte de su hermano Rafael. Antonio Bienvenida, considerado un modelo de naturalidad, fue el cuarto hijo torero del matrimonio formado por Manuel Mejías Rapela, el Papa Negro, y la sevillana Carmen Jiménez.

Fue el tercero en tomar la alternativa -después de Manolo y Pepe, antes que Juan y Ángel Luis- en una tarde madrileña, demorada por su empecinamiento en contar con los toros de Miura que le llevó a entrar y salir del calabozo para convertirse en matador de toros. Una terrorífica cornada sufrida en Barcelona cortó su ascenso a la primera fila del toreo pero no logró doblegar su elegante torería añeja, mamada desde la cuna, que convirtió en su propia hoja de ruta en una larguísima e intermitente trayectoria que concluyó en la plaza de Carabanchel el 5 de octubre de 1974. Sólo un año después llegó aquella muerte absurda, instalada en el imaginario de toda una generación, en el transcurso de una tienta en los campos de El Escorial.

Séptima campanada, 27 de julio. Dávila Miura se viste por última vez de luces

Lo hizo para celebrar su XXV aniversario de alternativa, en simbiosis con su amigo José María Garzón que le preparó un cartel a modo en la feria de Santander. Pero nadie sabía que iba a ser la definitiva. Después de los toros se había preparado una fiesta en el Casino. No faltaba su familia en pleno. Y para ellos fue el mensaje que más esperaban: “No volveré a vestirme de luces...”. Eduardo había acudido a la fiesta molido físicamente pero satisfecho por dentro, sin dar demasiada importancia a una aparatosa cicatriz suturada bajo el labio.

El primer toro de la tarde, un ejemplar de Puerto de San Lorenzo, le había cogido dramáticamente después de trabarle el pie en la salida de un muletazo. Le propinó una impresionante paliza de la que salió desmadejado y maltrecho, sangrando por la barbilla pero milagrosamente ileso de daños mayores. Repuesto, volvería a la cara al toro. La vuelta al ruedo sonriendo era una nueva lección para su gente: la superación ante la adversidad, también un mensaje de tranquilidad para su mujer y sus hijos, que se habían llevado el susto de su vida pero luego pudieron contemplarle toreando en plenitud –tersos y lentos muletazos- al último toro que estoqueaba en su vida vestido de torero.

Octava campanada, 25 de agosto. Roca Rey rinde Bilbao y el toreo entero.

Ocurrió lejos de la sombra de la Giralda pero su trascendencia merece este ‘tan-tan’ en nuestras campanadas anuales. Decía Antonio Ordóñez que para ser una verdadera figura del toreo hay dos o tres ocasiones en el año en las que hay que dejarse matar. No, no se trata de arrojarse al abismo o atropellar la razón pero sí de tirar la moneda sabiendo lo que está en juego, ese ser o no ser que define una vida entera en apenas un cuarto de hora.

Fue, ni más ni menos, lo que le pasó a Andrés Roca Rey en aquella tarde de agosto que resume por sí sola la importancia de todo el año, de la carrera global del peruano. Aquel triunfo inapelable con dos torazos de Victoriano del Río fue más allá de la propia historia taurina del torero limeño y tuvo la virtud de devolver al anillo bilbaíno su declinante cualidad de escenario trascendental del toreo, perdida en una maraña social, taurina y económica de complejo análisis. Roca Rey abandonó la plaza por la puerta de la enfermería después de renunciar –estaba molido a golpes- a una salida a hombros que ni siquiera era necesaria para subrayar la importancia de lo que había pasado. Había estado cumbre, se había elevado a la jefatura del toreo.

Novena campanada, 23 de septiembre. Morante: cuarta sinfonía

Morante ya había rendido la plaza en mayo, dos movimientos de su particular sinfonía que se sumaban a aquella emocionante demostración del primero de octubre de 2021. Quedaba el cuarto, resuelto en la primera tarde de la Feria de San Miguel. Cuajó de cabo a rabo con la capa al primero, que duró un suspiro. Pero la nave se puso a todo trapo con el cuarto, un toro de Matilla de medio tono, fondo complejo y hasta peligro evidente con el que se jugó la vida sin trampa ni cartón para dictar una obra emocionante y desgarrada que –eso es lo de menos- debería haber puesto en sus manos un rabo diferencial que marcara la altura de esa mezcla de cadencia y heroicidad.

Había sido el tercer acto –el cuarto si sumamos la faena de octubre de 2021- de una obra global expresada en tres movimientos: el intimista, el impresionista y el expresionista pero es importante subrayar un dato fundamental. Morante ha rendido la plaza convirtiéndose en triunfador indiscutible y absoluto de la temporada sin llegar a abrir la Puerta del Príncipe. Ni falta que ha hecho.

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El jovencísimo becerrista salmantino abrió la Puerta del Príncipe en el festival del Gran Poder. Foto: Arjona-Pagés

Décima campanada, 12 de octubre. El debut de Marco Pérez sacude la Maestranza.

La actuación del jovencísimo becerrista salmantino era la guinda –a modo de clase práctica- del festival organizado por Emilio Muñoz a beneficio de la Bolsa de Caridad de la Hermandad del Gran Poder. Pero lo que se esperaba como una curiosidad se acabó convirtiendo en un auténtico acontecimiento sellado bajo el arco de piedra de la Puerta del Príncipe antes de que el chaval fuera paseado a hombros por las calles del Arenal, aclamado con un mesías, camino del hotel.

Lo de Marco Pérez había sido un auténtico impacto. El chico había vuelto del revés al coso del Baratillo cuajando una actuación inolvidable que le sirvió para cortar un rabo diferencial, el primero que cortaba un torero a pie desde 1971. Fue, salvando las evidentes distancias profesionales, uno de los hitos indiscutibles en la plaza de la Maestranza y un auténtico broche de oro al colofón de una temporada que había traído aparejada la vuelta de la normalidad.

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Morante de la Puebla dibuja sobre el ruedo de Ubrique el número 100.

Penúltima campanada, 29 de octubre. Morante de la Puebla torea su corrida número 100.

El diestro de La Puebla tuvo que esperar hasta la tardía fecha del 29 de octubre para culminar su empeño de torear cien corridas de toros en una temporada. Era su particular homenaje a la figura de Joselito El Gallo. La efeméride se cumplió en la plaza de Ubrique después de la suspensión de la corrida prevista en Arenas de San Pedro por las inclemencias meteorológicas. La corrida de Ubrique se resolvió de forma triunfal, mostrando la plenitud artística de Morante que salió a hombros en unión del rejoneador Andrés Romero y Pablo Aguado.

Morante siempre ha remarcado la excepcionalidad de este reto que no tendrá continuidad pero ha permitido llevar la fiesta a rincones de la geografía española en los que su vigencia pendía de un hilo. El empeño, en cualquier caso, ha estado plagado de dificultades por el derrumbe del número de festejos celebrados en el primer circuito. El torero de La Puebla fue, por derecho propio, uno de los grandes protagonistas de la temporada 2022. Ya ha trascendido que volverá a ser base indiscutible de los carteles de la próxima temporada en la plaza de la Maestranza en la que tiene previsto comenzar su campaña.

Última campanada, 27 de diciembre. Miura recibirá la Medalla de las Bellas Artes

La última hornada de medallas de oro al mérito en las Bellas Artes que concede el ministerio de Cultura volvía a hacer un guiño al toreo. La histórica ganadería de Miura, con 180 años de historia en su trastienda, se hacía acreedora del galardón que cada año entrega el Rey de España que también ha concedido recientemente el título de Real a la Unión de Criadores de Toros de Lidia, la más prestigiosa asociación ganadera de España en la que figura la mítica vacada de Zahariche desde su génesis.

La ganadería loreña, regida en la actualidad por los hermanos Eduardo y Antonio Miura, “posiblemente sea la ganadería de toros más legendaria de la historia de la Tauromaquia”, explicaba el Ministerio de Cultura en su nota de prensa. “Especialmente destacable es la fidelidad de esta casa a sus orígenes, puesto que, a lo largo de su trayectoria casi bicentenaria, ha mantenido invariable un encaste singular asociado a valores como la bravura, la emoción y belleza del toro de lidia”, concluía el fallo aprobado el pasado martes por el consejo de ministros. Fue la última notica de calado en este planeta de los toros que está a punto de despedir el año de la vuelta a la normalidad. Muy feliz 2023.