- Manuel Román salió a hombros en su presentación en el coso de Los Califas. Foto: Lances de Futuro
El batiscafo de este Observatorio Taurino pivotó el pasado fin de semana –después de desechar el viaje a la Feria del Caballo de Jerez- en torno a las novilladas celebradas en las plazas de Los Califas y la Real Maestranza de Caballería. Se trataba de tomar el pulso a las bases y las citas de Córdoba y Sevilla, en dos días consecutivos, tenían el presunto interés de contemplar el estado de forma, sitio y fondo de parte de la crema del escalafón menor en estas tierras de María Santísima. Ambas convocatorias despertaban no pocas esperanzas pero al final tuvimos que bajar el tubo haciéndonos demasiadas preguntas...
Hay que ir por partes: el inmenso embudo hormigonado de Córdoba había registrado una magnífica entrada para inaugurar la Feria de Nuestra Señora de la Salud. La novillada picada se adelantaba en una semana a las dos corridas organizadas por José María Garzón al frente de ‘Lances de Futuro’. Entre las entradas vendidas y el tendido de la Propiedad se juntaron unas siete mil almas, certificando la expectación que había despertado la presentación del menudo novillero cordobés Manuel Román en el ruedo de su patria chica. Ese poder de convocatoria, trufado de una indisimulada ilusión, ya era una victoria. Pero tenía que salir el toro y con él, el veredicto definitivo...
La cita gozaba de algunas connotaciones que merecen ser desmenuzadas. De esos siete millares de espectadores... ¿cuántos habían podido ver torear al chico? Ahí estaba una de las claves. Román había conseguido agitar el árbol antes de dar el primer capotazo. En la ciudad de los discretos se hablaba del chaval. Había logrado despertar de su crónico letargo al peculiarísimo taurinismo cordobés, abandonando su propia zona de confort –cenáculos y tabernas- ante un trascendental compromiso que se había preparado con tanto mimo como excesiva antelación. Román iba a actuar en solitario –renunciando a medirse con sus iguales- estoqueando dos reses de Jandilla y otras dos de Fuente Ymbro que al final fueron tres.
Ilusiones revocadas
En medio de ese ambiente de gala, con casi todo a favor, la presentación del chico dejó un indisimulado poso de decepción por más que se forzara un triunfo absolutamente artificial que no debe engañar al entorno del joven novillero de Santa Marina; pero sobre todo no debe confundirle a él. Para qué vamos a engañarnos: se esperaba más, muchísimo más de un novillero que reúne unas virtudes indudables pero el pasado sábado no fue capaz de redondear nada, de imprimir intensidad, hasta de llevarse a un novillo a los medios por más que arreara el viento; de calentar verdaderamente el ambiente para trascender a los aficionados y profesionales por encima de ese personal que venía programado –tal y como consiguió- a verlo salir a hombros por la Puerta de los Califas.
Se habla –y se cuchichea- demasiado de las decisiones de su entorno, de la ruptura del brevísimo apoderamiento de Ruiz Palomares y Juan Collado, de la oportunidad de este debut sin apenas rodaje en el escalafón de novilleros con picadores... El camino es largo y comienza ahora. Manuel Román no debe sucumbir a la crítica más cainita pero tampoco puede ni debe conformarse con las alabanzas de su corte ni con esa salida a hombros de pega que no es reflejo, ni de lejos, de lo que aconteció en el ruedo cordobés. Toca rebobinar, poner el cuentaquilómetros a cero. De él depende...

El novillero de Linares recibió el trofeo en el Viamed Santa Ángela después de ser herido. Foto: C.A.N.
Una final con varias lecturas
Al día siguiente, 138 kilómetros río abajo, en la plaza de la Maestranza se celebraba la final del Circuito Andaluz de Novilladas. El cartel reunía, presuntamente, a los tres mejores de un certamen que otorga una oportunidad de oro –y ya van cuatro ediciones- a los aspirantes que pululan por el escalafón menor. Es la impresión que dejó Marcos Linares que por su capacidad, resolución y sentido de la escena fue capaz de aprovechar las escasas posibilidades de su primer enemigo, el único que pudo lidiar sin llegar a darle muerte. Resultó cogido aparatosamente y este mismo lunes tuvo que volver al quirófano para salvar los peligros de un preocupante trombo en la pierna herida, que presenta problemas de riego.
El jurado tuvo el acierto y la valentía de reconocer su victoria en esa final. No cabía otra. Sin haber podido lidiar al segundo de su lote había mostrado una superioridad profesional –y una verdadera proyección de futuro- muy por encima de sus dos compañeros que, pese a su innegable y encomiable entrega, dieron una imagen mucho más desdibujada. A partir de ahí surgen las preguntas, dudas que es mejor no formular en voz alta para no hacer más sangre de la necesaria. Pero la certeza es clara: una final de estas características debía responder a otros niveles de calidad por más que la mansedumbre global del encierro de Villamarta –hubo un novillo más que potable para los dos ‘supervivientes’, especialmente el completo segundo- planteara dificultades añadidas que había que resolver. Para eso son, o quieren ser toreros.
Nos vamos ya, recordando especialmente en este 16 de mayo la figura de Joselito El Gallo, el Rey de los toreros caído hace 103 años exactos en el ruedo de Talavera de la Reina. En 2020, con motivo del centenario de su muerte, publicamos estos especiales que les animamos a releer. Gloria a José...