La cita, que promete abarrotar la plaza de la Maestranza, es este mismo sábado. Las hermandades del Baratillo y la Esperanza de Triana son las impulsoras del lujoso festival taurino organizado a beneficio de sus respectivas obras sociales y asistenciales. El rejoneador Diego Ventura, los diestros Morante de la Puebla, José María Manzanares, Cayetano, Pablo Aguado y el novillero Jaime González-Écija serán los encargados de despachar el combo ganadero preparado para la ocasión. Ambas corporaciones continúan así la estela marcada por la Hermandad de la Macarena que, además de devolver el sentido taurino a la fecha del 12 de octubre, marcó un camino a seguir que también transitará otra cofradía de referencia: la del Gran Poder en 2020.
Pero más allá del carácter benéfico del evento, el festival viene a subrayar la rica historia taurina de ambas hermandades. Conviene detenerse, por ahora, en el Arenal: los vínculos de la Hermandad del Baratillo con el mundo taurino y la propia Maestranza son casi tan antiguos como la propia capilla de la hermandad, elevada junto al antiguo monte del Malbaratillo algunos años después de la trágica peste de 1649. La epidemia convirtió aquel paraje en un inmenso cementerio señalado por la cruz de forja que acabaría rematando la cúpula de la capilla, reproducida hace pocos años en el monumento de la acera de la calle Adriano.
Pepe Hillo regaló la imagen de San José que aún conserva la cofradía del Baratillo. / El Correo
Junto a ese lugar –extramuros de la llamada Puerta del Arenal, ubicada en la intersección de las actuales calles Castelar y García de Vinuesa- se montarían los sucesivos cosos provisionales que desembocaron en la construcción de la definitiva plaza de toros a finales del siglo XVIII. En esas fechas ya se anotan los primeros nexos del gremio de coleta con la cofradía pero hay una referencia inexcusable. Es la mítica figura de Pepe Hillo, el encarnizado rival de Pedro Romero, que en 1794 regaló la imagen de San José que sigue recibiendo culto en una hornacina situada en el muro izquierdo de la capilla. No hay que olvidar que el coqueto templo llegó a servir de oratorio de los toreros que actuaban en el coso maestrante, una costumbre refrescada en los últimos años por Morante de la Puebla.
Pepe Hillo, en la cumbre de su fama, ejerció aquella temporada remota de 1794 como primer espada en las corridas celebradas en la plaza de la Real Maestranza que llegó a acordar en una junta de caballeros la edición de 100 grabados –dibujados por José Guerra e impresos por Diego Codina- con la figura del célebre matador. Uno de ellos, enmarcado, se destinó al propio cuerpo nobiliario; otro se colgó en la antigua sala de toreros del coso del Baratillo.
La cofradía del Baratillo porta un guión con las armas de la Real Maestranza. / Manuel Gómez
Pero sólo quedaban siete años para que el legendario torero sevillano encontrara la muerte en el ruedo de la corte después de ser cogido por el toro ‘Barbudo’, de la ganadería charra de José Gabriel Rodríguez Sanjuán. Fue el 11 de mayo de 1801 en la plaza de toros que se levantaba junto a la Puerta de Alcalá, en el actual barrio de Salamanca. El animal le corneó brutalmente, destrozándole varios órganos y fracturándole hasta diez costillas. La muerte fue cuestión de minutos. Goya, que pudo ser testigo directo de la tragedia, reflejó el momento de la cogida en su célebre ‘Tauromaquia’.
Esos vínculos taurinos se estrecharon con el tiempo hasta escoger a la Virgen de la Caridad –la dolorosa que procesiona bajo palio en la tarde del Miércoles Santo- como patrona de la extinta Asociación Benéfica de Socorros a la Vejez del Torero. El llamador de su palio, además, es sostenido simbólicamente por un angelito tocado con montera torera y que muestra, con la ayuda de otro querubín, un capote de paseo. La pieza, obra del taller de Marmolejo, fue estrenada para la Semana Santa de 2002. Pero no acaban ahí los estrechos lazos de la cofradía, que celebra su misa de nazarenos y monta los correspondientes tramos en la mismísima plaza de toros. En el cortejo figuran, además, varios matadores de toros además del guión de la Real Maestranza de Caballería que simboliza la carta de hermandad de vincula a ambas corporaciones: la penitencial y la nobiliaria.
Morante: historia de un vestido
Pero hay que volver a las plantas de la Virgen de la Caridad, que recibió el regalo del vestido verde lago y oro que lució Morante de la Puebla en su último compromiso de la Feria de Abril de 2016. La prenda ha servido para confeccionar la saya que sacó la dolorosa en su última salida después de que el taller de Sucesores de Elena Caro adaptara los bordados a su nueva función. Hay que recordar que Morante es hermano y nazareno de botón rojo de la cofradía del Baratillo pero merece la pena adentrarse en las puertas que abrió ese preciosista y original vestido ofrendado a la Virgen en una noche de otoño, hace ya tres años...
La Esperanza de Triana vestida con saya de Belmonte. / El Correo
Aquella campaña, la de 2016, inauguró un nuevo tiempo en la carrera del matador cigarrero después de dos largos años de desencuentro con la empresa Pagés. Hubo que esperar hasta ese momento para olvidar aquel bienio triste que alejó a las primeras figuras del coso del Baratillo. El nombre de Morante volvía a colgarse en los carteles sevillanos pero las cosas tardaron en salir como se habían planeado... El definitivo recital llegaría en la tarde del 15 de abril, vestido con ese traje verde lago y oro que ya arropa a la Virgen de la Caridad. Antes había rezado a sus plantas, vestido de luces y acompañado de toda su cuadrilla. Lo hizo todas y cada una de aquellas tardes de abril caminando con sus hombres desde el cercano hotel Vincci hasta la misma capilla en la que había rezado Pepe Hillo más de dos siglos antes.
La faena de Morante con el dulce ejemplar de Núñez del Cuvillo fue la de mayor diapasón artístico del ciclo y, posiblemente, una de las mejores de su vida. Había tenido que esperar a la cuarta tarde, al octavo y último toro que mataba en aquella Feria que también implicaba ese reencuentro personal, taurino y artístico con el coso del Baratillo después de dos largos años de ausencia. El terno de delanteras bordadas y ayuno de golpes de alamares –confeccionado en la madrileña sastrería de Fermín- formaba parte del juego de vestidos que encargó Morante para la temporada 2016. Rescataba en sus formas el atavío de los toreros de la Edad de Plata, una época fundamental –en la que se pagó un alto precio de sangre- para entender la reafirmación del toreo como vehículo de expresión artística. La ropa de torear no fue ajena a esa evolución, disparada tras la muerte de Gallito. Caído el coloso de Gelves, los sastres renovaron algunas de las características seculares de los ternos de luces sustituyendo el barroquismo romántico de los golpes por esos bordados preciosistas que vivieron su propia edad de oro entre los años 20 y 30 del pasado siglo XX, espoleados por la explosión regionalista que exaltó los oficios artísticos. Ese traje de oscuro verde, evocador de otros tiempos, ha terminado de hacerse historia viva incorporándose al ajuar de la Virgen de la Caridad. Toros, cultura, historia y devoción fueron de la mano. La Virgen lo estrenó el último Miércoles Santo...
Este vestido de Morante sirvió para confeccionar la saya de la Virgen de la Caridad. / Manuel Gómez
Entre los Ordóñez y los Rivera, con permiso de Belmonte
Es bien sabido. Juan Belmonte mantuvo una especial relación con la cofradía del Cachorro en la que llegó a salir de maniguetero. El genial diestro trianero, de hecho, se marchó al otro mundo amortajado con una túnica de la cofradía de la calle Castilla y, dicen, con la papeleta de sitio de la inminente Semana Santa de aquel 1962. Pero Belmonte también donó un vestido de torear que, con otro traje que perteneció a Pedro Ramírez ‘Torerito de Triana’, sirvió para confeccionar en el taller de Caro una saya que estrenó la dolorosa de la calle Pureza en 1938 y lució durante dieciocho años en su salida procesional de la Madrugada.
Morante reza vestido de luces en la capilla del Baratillo. / Manuel Gómez
Pero si hablamos de la Esperanza de Triana hay que resaltar su relación con la familia Rivera Ordóñez. Antonio Ordóñez empuñó la vara dorada de la corporación trianera entre 1973 y 1979. No era su primera hermandad. El maestro de Ronda había sido hermano y benefactor de la Soledad de San Lorenzo, a la que acompañaba como maniguetero de antifaz de terciopelo negro cuando la última dolorosa de la Semana Santa de Sevilla aún salía en la tarde del Viernes Santo. En 1956 pasó al Sábado, espaciando las salidas del gran torero que, algunos años después, desembarcaría en la calle Pureza de las manos de Antonio García Carranza, hijo de otro matador de toros: Pepe El Algabeño.
La saya de Morante presentada delante de la Virgen de la Caridad. / El Correo
Ordóñez ya había tenido algún devaneo para integrarse plenamente –y escalar en su gobierno- en otra cofradía de referencia: la de la Macarena. Pero fue en la otra orilla donde el maestro acabó encontrando su lugar en el mundo hasta llegar a presidir su junta de oficiales. Durante los años de su mandato hay que anotar que la cofradía adquirió la casa adjunta a la derecha de la primitiva Capilla de los Marineros y que en 1979 los pasos salieron a la calle por primera vez portados por hermanos costaleros.
Antonio Ordóñez falleció el 19 de diciembre de 1998. A mediodía del día siguiente se celebró el funeral en la capilla de los Marineros. La Virgen de la Esperanza de Triana aún estaba bajada de su camarín para el besamano de la fiesta de la Expectación. Uno de sus mantos abrigaba el ataúd del maestro para su último viaje. Antonio Ordóñez Araújo, “el hijo más preclaro del Niño de la Palma”, acababa de entrar en la historia amortajado con la túnica de terciopelo verde y la capa de merino de tantas madrugadas.
Luis Álvarez Duarte jura como hermano en presencia de Ordóñez y Paquirri. / El Correo
Esa devoción prendió con fuerza en su yerno Francisco Rivera ‘Paquirri’, que llegó a salir en la presidencia del Señor de las Tres Caídas hasta que unos problemas circulatorios provocados en 1978 por las gravísimas cornadas del toro de Osborne le impidieron vestir la túnica. La misma fidelidad pasó a sus hijos y nietos. Francisco Rivera Ordóñez, que perteneció a la junta de gobierno de la cofradía de la madrugada, llegó a presentarse a las elecciones a hermano mayor. Aun sale de costalero en el paso de las Tres Caídas y ha hecho el paseíllo en innumerables ocasiones desde sus inicios como matador con un precioso capote verde que emula los bordados del manto de salida con un ancla en su centro. Su hermano Cayetano no le va a la zaga. La imagen de la Esperanza de Triana campea en uno de sus capotes más queridos que ha paseado la devoción de la orilla derecha por todo el planeta de los toros.