El día que murió Antonio Bienvenida

Como la trágica desaparición de Manolete o Paquirri, la absurda muerte del diestro sevillano permanece agarrada al imaginario popular

07 oct 2015 / 08:05 h - Actualizado: 07 oct 2015 / 08:08 h.
  • El recuerdo de Antonio Bienvenida sigue estremeciendo a los aficionados más veteranos. / El Correo
    El recuerdo de Antonio Bienvenida sigue estremeciendo a los aficionados más veteranos. / El Correo

Para los más jóvenes, Antonio Bienvenida es una calle de la Feria de Abril, la más ancha del Real de Los Gordales. Pero los que peinan más de dos o tres canas recordarán aún la honda conmoción que supuso la trágica desaparición del torero el día del Rosario de 1975, hoy hace justo cuarenta años. La historia es conocida pero merece ser recordada. Cuando llegó su hora, Antonio Mejías Jiménez –Bienvenida en los carteles– llevaba un año justo retirado definitivamente de la profesión. Su hermano Ángel Luis había recibido el brindis del último toro que había matado de luces el 5 de octubre de 1974 en la antigua plaza de Carabanchel después de alternar con Curro Romero y Rafael de Paula. Ese mismo año aún había hecho un último paseíllo en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla, también con Romero, y en un cartel que cerraba el jerezano Currillo.

El adiós al vestido de torear no implicó el alejamiento del toro. De hecho, la última vez que lo hizo en Sevilla pudo ser en una fiesta íntima –alternando con el gran Pepe Luis Vázquez– organizada en la Venta de Antequera por el recordado y conocido odontólogo hispalense Joaquín Varela. En ese tiempo, Bienvenida no había interrumpido sus viajes al campo y siguió ciñéndose el traje corto para participar en los festivales benéficos para los que fue requerido. El último de ellos –no podía saberlo entonces– iba a celebrarse en la localidad charra de Tamames de la Sierra, el día 30 de septiembre de 1975. Muy pocos días después, el 4 de octubre, se cumplía el aniversario de la muerte de su padre, el mítico Papa Negro, y Antonio había acudido con parte de la familia a una misa organizada por la hermandad de San Roque de la localidad madrileña de Colmenar de Oreja, a la que le unían estrechos vínculos desde que los hermanos Bienvenida, con su legendario progenitor al frente, aceptaron torear una serie de festivales para sufragar la reconstrucción de la ermita del santo, arrasada durante la Guerra Civil.

A mediodía se iba a organizar una excursión campera. Antonio; su hermano Ángel Luis; sus respectivas familias; los Graña, unos íntimos del Perú que querían ver torear al veterano maestro y también el joven Miguel Mejías, el último de los Bienvenida que se vestiría de luces a mediados de los ochenta sin alcanzar a tomar la alternativa. El destino de aquella comitiva eran los campos de El Escorial. Se habían encerrado unas becerras en la finca Puerta Verde, de la ganadera Amelia Pérez Tabernero. Las faenas camperas transcurrían con relajada normalidad. Antonio Bienvenida había toreado con su acostumbrado magisterio lidiador a una vaca, de nombre Conocida, de excelente reata. Miguel y Álvaro, otro sobrino del maestro, participan en la lidia y apuran los últimos muletazos del animal que es sacado de la plaza por la puerta del campo de la forma acostumbrada. En las corraletas de la placita serrana aguarda otra vaca, bautizada como Curiosa en el herradero, que no hace nada bueno ni malo durante la tienta. Antonio alecciona a Miguel y se decide a dejarla marchar. La puerta la maneja su hermano Ángel Luis que no puede advertir que la anterior becerra, Conocida, había quedado agazapada junto a los muros de la plaza. El viejo torero había quedado de espaldas y no pudo esquivar la violenta entrada de la becerra que le volteó aparatosamente haciéndole caer de mala forma. Bienvenida había girado sobre las vértebras cervicales para quedar inerte sobre el pequeño ruedo. Posiblemente nadie pensaba en un percance fatal. Trasladado a la casa de la finca, siente frío en el tibio otoño serrano. Se le abriga con capotes de brega y se espera una ambulancia. Demasiado tiempo...

Antonio Bienvenida fue ingresado en el hospital madrileño de La Paz. Las primeras esperanzas de recuperación se pulverizan por completo al día siguiente. El torero queda sumido en un coma profundo que sólo se resolverá con su fallecimiento al atardecer del día 7 de octubre, hoy hace justo cuatro décadas. España, como iba a pasar diez años después en Pozoblanco, se estremeció de arriba a abajo.

Bienvenida y Sevilla

La relación de la familia Bienvenida con la ciudad de Sevilla y su entorno fue agridulce y mezcla a partes iguales la gloria y la tragedia. Nacido en Caracas, Antonio pasó la mayor parte de su vida en Madrid pero siempre se le consideró sevillano. Recibió las aguas bautismales en la parroquia de Omnium Sanctorum en 1924 junto a su hermano Ángel Luis, que sí nació en Sevilla recién instalada la larga prole en el barrio de la Feria después de su largo periplo americano. Seguramente la familia pasó sus años más felices en la finca La Gloria, cerca de Dos Hermanas pero la trágica y truculenta muerte de Rafaelito –el penúltimo de los hermanos toreros–, asesinado en el piso que poseía Ignacio Sánchez Mejías en la Punta del Diamante, aceleró el definitivo traslado a Madrid en 1933. La relación de Antonio Bienvenida y la que siempre consideró su cuna no se interrumpió con el tiempo y tendió puentes con su residencia madrileña. Los toreros que actúan en Las Ventas le rezan a la misma imagen del Gran Poder que presidía la capilla de la casa de General Mola, la misma que veló su cuerpo hace cuarenta años.