El Gallo, Pastora Imperio y la sombra inquietante de la Mejorana (y II)

La unión del genial torero y la gran bailaora fue brevísima pero... ¿Qué secretos guardaba el pasado de sus padres? ¿Qué fue de sus vidas después de ese breve matrimonio?

22 nov 2020 / 11:48 h - Actualizado: 22 nov 2020 / 11:57 h.
  • Una de las escasas imágenes del efímero matrimonio formado por Pastora Imperio y Rafael El Gallo.
    Una de las escasas imágenes del efímero matrimonio formado por Pastora Imperio y Rafael El Gallo.

El matrimonio de Rafael Gómez Ortega y Pastora Rojas Monje había durado un suspiro. Pero conviene retroceder algunas décadas en el tiempo atendiendo a un dato fundamental, también desempolvado por Manolo Bohórquez, que nos enreda en las ramas de los árboles genealógicos del cante, el baile y el toque y la gente de coleta. Se trata de la presunta filiación paterna de La Mejorana, que cierta tradición oral y una breve gacetilla publicada en el Diario de Cádiz en 1908 atribuyen al cantaor Curro Dulce, abuelo del viejo Caracol –el del bulto- y padre de Rufina, que acabaría casándose con José Ortega ‘El Águila’ que, a su vez, era hermano de Gabriela Ortega, la gran matriarca del ‘gallinero’ formado tras su matrimonio con el torero Fernando Gómez ‘El Gallo’ de cuyo fruto nacerían Rafael, Fernando y Joselito –el coloso de Gelves- además de las hembras Gabriela, Trinidad y Dolores, que acabaría matrimoniando con Ignacio Sánchez Mejías.

Resumiendo: todo esto haría a Dolores Monge ‘la Mejorana’ tía de Caracol el del Bulto, primo hermano también de los Gallo –y padre del gran Manolo Caracol- que acabaría sirviendo las espadas de Rafael y José. La compleja enredadera genealógica, en cualquier caso, vincula aún más las tres sagas de artistas y tiende puentes insospechados entre tres familias que vivieron historias paralelas en el tiempo y en el espacio desde el bordón, el tablao y la arena ardiente de las plazas.

¿Qué pasó entre Fernando El Gallo y la Mejorana?

Pero la historia podría haberse enredado aún más. La Mejorana, desvinculada geográfica y afectivamente de un primer marido del que casi nada se sabe y la dejó pronto viuda, aterrizó en Sevilla en el último cuarto del siglo XIX para ganarse la vida como la grandiosa bailaora que fue. Su belleza no podía pasar desapercibida y captó la atención de dos hombres que tampoco eran uno más: el matador de toros Fernando Gómez ‘El Gallo’ y el sastre de toreros Víctor Rojas Teresa, que ya había sido padre de una niña anterior sin abandonar su proverbial soltería, a la que sólo pondría fin al borde de la muerte.

Bohórquez recoge el fragmento de un artículo escrito por El Caballero Audaz –así firmaba el periodista montillano José María Carretero- en el periódico ‘La Nación’ de 1918 en el que Pastora relata que su padre vistió a la flor y nata de la torería de su tiempo. “Mi padre era un sastre muy conocido que hacía ropa a los toreros. Cúchares no vistió más trajes que los que le hizo mi padre. También Reverte y Bienvenida. ¡Qué sé yo cuántos! Pues no me acuerdo bien, porque yo era entonces muy chiquitilla...” Aunque parece difícil, por no decir imposible, que el tal Víctor Rojas pudiera llegar a hacerle la ropa al mítico Cúchares, muerto en Cuba en 1868, si nuestro galante sastrecillo había nacido en 1852...

La Mejorana escoge a Víctor Rojas

Pero eso es lo de menos. Lo que importa ahora es que Rojas se acabaría llevando el gato –y a la bellísima Mejorana- al agua, iniciando una tortuosa relación marital de idas y venidas que concluiría con la muy tardía boda que habíamos abordado al concluir la primera parte de este doble reportaje. Pero nos interesa ahora el alcance de los amores de la Mejorana con Fernando El Gallo que, según algunas versiones más o menos susurradas, tendrían fruto: ni más ni menos que esa niña llamada Pastora...

Es Pastora Rojas, la gran Pastora Imperio, que se casó con Rafael Gómez Ortega –su presunto hermano de padre- el 20 de febrero de 1911 en la madrileña iglesia de San Sebastián. ¿Pastora conoció la posibilidad real de que el torero fuera su propio hermano? Son secretos que La Mejorana, Rafael y la propia artista se acabarían llevando a la tumba. Pero, ojo, aunque el matrimonio quedó disuelto en pocos meses, la pareja permaneció canónicamente casada hasta la muerte de Rafael, el 25 de mayo de 1960, reconvertido en ese elemento tipista del paisaje urbano sevillano enmascarado por un retablo de anécdotas más o menos atribuibles.

No hay noticias de ningún proceso de nulidad eclesiástica pero sí pudieron divorciarse legalmente en los años de la II República. Eso sí, la legislación posterior al triunfo del Alzamiento del 18 de julio impedía que los divorciados en ese período pudieran volver a contraer matrimonio lo que, de una u otra forma, siguió encadenándolos de por vida.

El Gallo, Pastora Imperio y la sombra inquietante de la Mejorana (y II)
Rafael El Gallo, en su vejez, convertido en un elemento más de la Sevilla tipista. Archivo A.R.M.

Una peculiar forma de ser

¿Pudieron influir las circunstancias que rodearon aquella precipitada ruptura en la extraña psicología de Rafael? El diestro gravitaba en otras órbitas vitales y era capaz de lo mejor y lo peor delante de los toros, llegando a quedar enmascarado taurinamente por esas célebres espantadas que le llevaban a soltar espada y muleta para saltar la barrera despavorido. Esas desigualdades fueron las que, precisamente, llevarían a su hermano José a forzar la retirada de Rafael en la temporada de 1918 después de una gira de despedida que, a la postre, no fue tal.

El Gallo aceptó aquella retirada de boquilla y su madre, doña Gabriela Ortega, llegó a cortarle la sacrosanta coleta en la casa de la Alameda en presencia de José, que guardó la trenza. Todo quedó en un gesto hueco. Con los pelos sin crecer, Rafael anunció su reaparición para el año siguiente provocando un profundo disgusto y distanciamiento en Joselito, con el que no volvería a alternar en una plaza de toros. Cuentan que le retiró la palabra y que aún no habían recuperado la relación cuando llegó la tragedia de Talavera de la Reina. Rafael acudió a su encuentro, medio engañado, en el automóvil de un amigo que se prestó a llevarlo sin atreverse a confesarle el fatal desenlace. Una suprema superstición le impidió entrar en aquella lúgubre enfermería reconvertida en capilla ardiente e iluminada por unos cirios vacilantes. Era –como una profecía de Simeón- otro puñal clavado en el alma...

El Gallo, Pastora Imperio y la sombra inquietante de la Mejorana (y II)
Rafael El Gallo, junto a unos admiradores, embarcado de camino a América.

Rafael siguió toreando. Pero, de alguna manera, ya era una reliquia de otro tiempo. El toreo ya había iniciado otras sendas gracias a José y Juan, que acabaría convirtiéndose en benefactor del viejo Gallo que celebraría sus bodas de plata como matador de toros el 28 de septiembre de 1927 alternando con Chicuelo y Gitanillo en la plaza de la Maestranza. Al año siguiente, engullido por un agujero negro, iniciaría un largo periplo por América del que poco se sabe. Rafael recorrió México, Perú, Bolivia, Ecuador, Argentina participando en extrañas funciones de toros que tenían un pálido reflejo en la prensa de la época... Dicen que se empleó como acomodador de un cine y hasta portero de una casa de alterne.

De vuelta a España

Los años americanos son la etapa más oscura y bohemia de la peculiarísima vida del torero que en 1934, como en un revival de otro tiempo, aceptó la oferta de Eduardo Pagés para volver a España. La idea era que reapareciera con Belmonte. “Rafael el Gallo, con Juan Belmonte son los dos únicos toreros de nuestro tiempo que tienen leyenda, que hacen que la gente se vuelva en la calle a mirarlos”, llegó a proclamar el célebre empresario catalán. No tardaría en unirse a esa nómina de reaparecidos Ignacio Sánchez Mejías, caído trágicamente en Manzanares al poco de comenzar su postrera aventura en los ruedos.

La trayectoria taurina de Rafael, como la de Belmonte, languidecería en torno al estallido de la Guerra Civil que a él le pilló en Madrid, vivaqueando en una pensión de la Carrera de San Jerónimo. “¿Qué hace tanto ‘sordao’ por la calle?” fue su reacción a los primeros compases del alzamiento. Le costó pasarse a la Zona Nacional después de participar –no quedaba otra- en algunas funciones taurinas a beneficio del Ejército Rojo. Concluida la contienda, y tomado bajo la protección de su amigo Juan Belmonte, se convirtió en un elemento más del paisaje urbano de la ciudad de Sevilla hasta su fallecimiento en 1960.

El Gallo, Pastora Imperio y la sombra inquietante de la Mejorana (y II)

Julio Romero de Torres retrató en varias ocasiones a Pastora Imperio.

Una hija natural

La historia artística de Pastora Imperio es bien conocida pero hay un dato mucho menos difundido que reafirma el profundo sentido liberal de su existencia. Uno de los grandes amores de la artista sevillana fue Fernando de Borbón, duque de Dúrcal y primo hermano del rey Alfonso XIII que fue, precisamente, el que los presentó el día del estreno de ‘El Amor Brujo’ en la primavera de 1915. El propio monarca –que tenía una nutrida agenda galante en la que no faltó la actriz Carmen Ruiz Moragas, esposa del diestro Rodolfo Gaona- bebía los vientos por la bailaora...

Pero Pastora sólo tuvo ojos para el duque, que estaba casado con una dama de compañía de la propia Reina Victoria Eugenia. ¿Qué importaba? Los encuentros amorosos con Pastora Imperio tuvieron fruto: una niña llamada Rosario –como su abuela La Mejorana- que siempre llevó los apellidos maternos. Es la misma Rosario Rojas –fallecida hace diez años- que se casó con el diestro sevillano Rafael Vega de los Reyes ‘Gitanillo de Triana’ -hermano del infortunado Curro Puya- que encabezaba el cartel de una tarde, la del 28 de agosto de 1947 en Linares, que permanece fijado en la memoria colectiva.

Gitanillo toreaba con Manolete y Luis Miguel Dominguín. Y fue Rafael, precisamente, el que cogió el célebre ‘Buick’ azul de Manolete para ir al encuentro del doctor Jiménez Guinea que traía consigo el fatídico plasma que precipitó el final de aquel torero para olvidar una guerra en la madrugada del 29 de agosto. Rafael Gitanillo también encontraría un final prematuro, muerto en un accidente de tráfico junto a su yerno, el diestro venezolano Héctor Álvarez –casado con su hija Pastora- a la vuelta de una fiesta celebrada en la finca ‘Villa Paz’ de Luis Miguel Dominguín.