- El Juli y su sexta Puerta del Príncipe.
El Juli pondrá punto y aparte a su carrera cuando concluya los compromisos profesionales contraídos en la temporada 2023, año en el que cumplirá sus Bodas de Plata como matador de toros. Así lo ha hecho saber el propio maestro madrileño a través de un extenso comunicado que se convierte, en realidad, en una lista de agradecimientos. “Después de 25 años de alternativa quiero comunicarles mi decisión de dejar de torear indefinidamente cuando acabe esta temporada” explica el torero en dicho comunicado aclarando que ya tenía madurada esa decisión aunque ha preferido esperar a la celebración de las primeras ferias para hacerla pública.
“El toreo ha sido, es y será la inspiración y el motor de mi vida, y doy este paso con la más absoluta felicidad por haber cumplido todos mis sueños, incluso más de lo que podía imaginar”, señala el torero. “Poder transmitir mis sentimientos y emocionar al público es algo mágico, inigualable que sólo un torero puede sentir con esa verdad y profundidad”, añade en la misma comunicación. “En esta etapa longeva e intensa ha habido de todo, aciertos, errores, triunfos, fracasos, cornadas... pero después de vivirlo todo queda en mí un fondo de satisfacción y agradecimiento a la vida por sentirme grande en una profesión tan dura y difícil”, añade Julián López calificando la decisión de “difícil” y definiendo su actual estado de ánimo como “felicidad y plenitud”.
Agradecimientos
A partir de ahí, El Juli se deshace en una cascada de agradecimientos, partiendo de su propia familia, “vital por su apoyo incondicional”. Esos reconocimentos se hacen extensivos a todos los profesionales –cuadrillas, apoderados, ganaderos y hasta periodistas- que de alguna u otra forma le han acompañado a lo largo de su larga carrera. Pero el torero de Velilla de San Antonio pone un acento especial en agradecer su labor a los cirujanos taurinos que le han intervenido en hasta 18 ocasiones por “ser ángeles en momentos difíciles y dolorosos”. Julián también hace mención de sus compañeros de coleta, asegurando haber convivido con ellos “con amistad y rivalidad” y confesando que le han hecho “mejor persona”.
En cualquier caso, el maestro madrileño pone el acento en el agradecimiento al público. “Me ha sabido esperar, apoyar e incluso exigirme para hacerme crecer en momentos delicados y sacar un punto más de mí”, puntualiza el diestro antes de hacer extensivo ese retablo de agradecimientos al toro. “Me ha hecho expresarme, sentir y emocionar en la verdadera profundidad de mi persona”, asegura el matador confesando su amor y admiración por un animal que considera “el más honesto y verdadero con el que me he cruzado en mi camino”.
“Se acaba una etapa y empieza otra en la que necesito vivir muchas cosas que, debido a mi entrega a esta profesión, no he podido disfrutar como pasar más tiempo con mi familia, gozar de mis aficiones y ver la vida desde otra perspectiva, sin la presión de mi situación, mi nombre o mi responsabilidad”, concluye el gran maestro madrileño antes de despedirse con un “hasta siempre”.
Un repaso biográfico: El Juli y Sevilla
La efemérides se cumplirá el próximo 18 de septiembre. Un chico de quince años, vestido de blanco y oro, recibía los trastos del oficio de matador de manos de un torero de referencia que, hace un cuarto de siglo, ya caminaba de vuelta. Era el añorado maestro José María Manzananares, entregando la muleta y la espada en presencia de José Ortega Cano a un novillero que había logrado revolucionar el cotarro con vibraciones de elegido. Hablamos de Julián López El Juli, que había escogido el bimilenario anfiteatro de Nimes para convertirse en matador con las cámaras de Televisión Española retransmitiendo en directo lo que era todo un acontecimiento.
En eso también hemos cambiado. Quizás demasiado. Aquella breve ceremonia sólo era el definitivo pasaporte al estrellato de un chico que era toda una figura social y taurina en aquel país de 1998 que aún no había sucumbido a la dictadura de lo políticamente correcto. Las limitaciones legales vigentes en España le habían obligado a curtirse en México -en el recuerdo aún campea el indulto del novillo Feligrés- antes de volver a la Madre Patria reconvertido en un auténtico fenómeno de masas. El Juli lo sabía todo, lo hacía todo... había puesto el toreo patas arriba y no dudó en apostar la mayor para encerrarse con seis serios utreros en la plaza de Las Ventas para despedirse de novillero. Lo suyo iba en serio...
En abril de 1999, unos meses después de su alternativa nimeña, se anunció en Sevilla junto a Curro Romero y Enrique Ponce para estoquear una corrida de Jandilla en una de esas tardes de expectación desbordada y reventa por las nubes. Julián, que ya había cumplido 16 años, le cortó una oreja al tercero y las dos al sexto, que le había herido. El jovencísimo matador no pudo atravesar a hombros la ansiada Puerta del Príncipe pero, en ese mismo momento, se había erigido en primera figura del toreo. Ya no se apearía nunca de esa condición. Desde aquella puerta que se quedó por abrir, pasando por el glorioso indulto de Orgullito, el excepcional toro de Garcigrande que marcó la Feria de Abril de 2019, el joven maestro madrileño ha sumado un total de siete Puertas del Príncipe.
La de Sevilla es, seguramente, una de las plazas que más y mejor le ha visto a pesar de las desavenencias empresariales, profesionales y personales que le han alejado de su ruedo en distintos momentos de su trayectoria. Fue en el coso del Baratillo, precisamente, donde El Juli sufrió la cornada más trascendental de su trayectoria. Sucedió en la yema de la Feria de Abril de 2013, que ya había marcado con su cuarta Puerta del Príncipe. Pero la sangre que le arrancó un fiero ejemplar de Victoriano del Río cambió su vida y hasta el futuro diálogo interior con el toro y la profesión. Ese percance le impidió cumplir su propósito de estoquear la anunciada corrida de Miura que iba a cambiar por completo vida de su sustituto: el matador sevillano Manuel Escribano.
Desde ese punto, hay que contar otra historia, la de un torero que, sin renunciar a sus galones de mariscal, caminó en el filo de la navaja en algunas tardes de precipicio que enseñaron que también es humano. Aquel mismo otoño iba a estallar la breve guerra del G-10 que ya se había ensayado en 2012 con el conflicto de los derechos de televisión que le alejaron por primera vez de su cita con Sevilla. Todos le consideraban el capitán de la asonada que se recrudeció, definitivamente, en las temporadas siguientes a raíz de las abruptas y famosas declaraciones de Diodoro Canorea que alejaron a la mayor parte de las figuras del coso maestrante entre 2014 y 2015.
Ese conflicto, de alguna manera, empañó la auténtica valía taurina de un maestro precoz que había evolucionado a la vez que maduraba como hombre. Hay hitos en su trayectoria que, de alguna manera, marcan esos cambios de época. El primero, dejando atrás la carrera de los números y las estadísticas fue su renuncia a banderillear todos los toros en la temporada 2004. En 2007 se marcaría la frontera definitiva después de inmortalizar al toro ‘Cantapájaros’ de Victoriano del Río en la plaza de Las Ventas, la plaza de su pueblo y en la que peor se lo han hecho pasar. Ahora dice adiós. Han sido 25 años en la cumbre, al máximo nivel, como primera figura del toreo.