Observatorio taurino

El toreo se viene arriba después del milagro morantista

Más allá de los kilates de su incontestable triunfo, el diestro de La Puebla ha sido capaz de transportar la llama del toreo más allá de los límites habituales del espectáculo

09 may 2023 / 11:58 h - Actualizado: 09 may 2023 / 12:01 h.
"Observatorio taurino"
  • El triunfo del matador cigarrero es un acontecimiento que ha trascendido del propio ambiente taurino. Foto: Arjona
    El triunfo del matador cigarrero es un acontecimiento que ha trascendido del propio ambiente taurino. Foto: Arjona

El Observatorio Taurino recupera su lugar en el mundo después de un moderado eclipse. La Semana Santa, las vísperas de la Feria de Abril, su desarrollo y las octavas del albero y los farolillos han retrasado la vuelta a la palestra de esta cita semanal que disecciona los entresijos del mundo “de las sedas y los oros y la sangre de los toros”... Pero el batiscafo vuelve a elevarse, puntual, para otear el horizonte de la batalla del toreo. Tras las primeras trincheras se eleva Madrid, ese “castillo famoso” en el que las huestes del mundillo volverán a jugarse su crédito después de pasar por la plaza de la Maestranza en una feria de prodigios que ya se encuentra inscrita en la mejor historia del real coso.

Hay que seguir hablando de Morante: en un ciclo pródigo en faenas de alta nota, su labor con el toro de Matilla –y los grandes trasteos que ya la habían precedido- creó cierta frontera diferencial, marcó una cumbre subrayada por el histórico rabo que agranda el aura del diestro de La Puebla. Pero, más allá de ese inmenso recital con capote, muleta y espada, Morante logró llevar el eco del toreo más allá de los límites –cada vez más estrechos- de un espectáculo que cuenta con demasiados frenos mediáticos perfectamente orquestados desde los ‘lobbys’ abolicionistas. Ahí está el caso de Televisión Española, un medio de todos que ignoró el suceso de Sevilla pero sí dio la máxima cobertura a la enésima ‘performance’ de dos ‘antis’ solitarios en un pueblo perdido. No sé si acabaron en el pilón.

La fuerza del toreo elevado a arte mayor

En realidad daba igual. La fuerza del despliegue morantista traspasó cualquier sordina y se convirtió en la comidilla de los comentarios de la oficina, de las tertulias de amigos, de las tres o cuatro palabras que se intercambian en un ascensor, del saludo del camarero del bar de cabecera... Los 10.000 afortunados que casi llenaban la plaza de la Maestranza oficiaron de evangelistas de un milagro que ya ni siquiera es como fue sino como se recuerda. La multitud que se echó al ruedo –con mayoría de jóvenes- y acompañó al artista cigarrero en su paseo a hombros hasta el hotel Colón –hasta hubo que cortar las calles- realzó la categoría de acontecimiento extraordinario que será difícil repetir. Allí estuvimos para contarlo...

Pero es que el faenón de Morante venía a coronar un momento de auténtico florecimiento de la fiesta que, con o sin silencio mediático, está espoleado por la vigencia de una baraja de toreros impresionantes –el nivel marcado por diestro de La Puebla es sideral pero Roca o Luque no le van a la zaga- en un momento de renacimiento numérico del propio negocio taurino, que está rebasando ampliamente las cifras alcanzadas en 2019, la última temporada normal antes de la pandemia. Conclusión: se montan novilladas, la información taurina genera interés, se abren plazas, se vuelve a tomar la carretera a la llamada del toro...

El toreo como espejo de España

La estadística va pareja de un desacomplejamiento de la propia sociedad –volvemos a invocar a Ortega- que se traduce en una vuelta, tímida aún, del famoseo a las barreras de las plazas de toros y ese ‘photo call’ que se inventó, no se olvide, en los aledaños de la Puerta del Príncipe en unos años de vino y rosas que podrían volver gracias a la calidad de un espectáculo que, cuando alcanza la máxima calidad, no tiene igual. Todo es cíclico aunque mucho de lo perdido se quedará irremediablemente por el camino pero la buena noticia es que ya no hay que tener miedo de proclamarse taurino.

Pero el asunto podría tener otras lecturas, hasta otro alcance. Ese renacimiento taurino podría ser una de las vertientes del hartazgo de la inversión de valores que predican los cantamañanas que usted y yo bien sabemos. El feminismo salvaje, el animalismo radical, el veganismo y todas esas mercancías averiadas que abandera el neocomunismo en la eterna búsqueda de su revolución pendiente empiezan a rebotar como un sermón ajado. La gente está hasta los mismísimos. Hay olores de cambio, más allá de la machacona monserga política que pesca en ríos revueltos buscando poder, más poder y abultadas nóminas para los suyos. No, en realidad no se trata de colores ni siglas. De ese quítate tú que me pongo yo. Es algo más hondo, mucho más serio que la fatua e insoportable política española y sus charlatanes. Estamos hablando de libertad, de pensar libremente, de vivir como queremos... Hablamos de modos de vida ancestrales, de una relación lógica y tradicional con el agro, de vivir la vida. Todo eso ocurre en una plaza de toros. De todo eso iba el triunfo de Morante.

El valor de un traje de luces

En esta tesitura, la donación del famoso traje de Morante -una prospección arqueológica del sastre Justo Algaba que se basó en unos antiguos diseños de Uriarte, el alfayate que vestía a Gallito- se iba a convertir en un nuevo acontecimiento social y taurino; en una auténtica fiesta bien regada bajo los mismos tendidos maestrantes que habían rugido una semana antes con el torero que, tímido y con la voz entornada, entregaba a Santiago León esa piel de seda y azabaches que envolvió el milagro.

Pero una vez más hay que ir más, mucho más allá. Se estaba realzando el significado de un terno que era copia fideligna del que usó José el 30 de septiembre de 1915 para encerrarse con seis toros de Santacoloma. Fue una tarde iniciática que supuso el corte de la primera oreja que se concedía en la plaza de la Maestranza. Más de un siglo después, Morante vestía uno idéntico para llevarse el primer rabo que cortaba un matador en el siglo XX. El círculo se había cerrado.


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