Observatorio taurino

En la recta final de San Isidro

El larguísimo serial madrileño encara su último tramo y ya ha servido para definir las primeras líneas de frente de la temporada de la vuelta a la normalidad

30 may 2022 / 13:00 h - Actualizado: 30 may 2022 / 13:02 h.
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  • La primacía de El Juli ha sido uno de los sucesos indiscutibles del ciclo isidril, que encara su recta final
    La primacía de El Juli ha sido uno de los sucesos indiscutibles del ciclo isidril, que encara su recta final

La temporada ya mira al verano y encara la recta final de la interminable isidrada, nexo de primavera plena con los albores del estío. Si hacemos caso a la memoria –sin afán de hacer ningún resumen exhaustivo- se han confirmado algunas constantes, se han celebrado sorpresas y también se han constatado ciertas decepciones presentidas. Pero el serial madrileño, en cualquier caso, ha servido para consagrar el grandioso momento de El Juli, recrecido en su magisterio después del paréntesis pandémico, que ha dejado en sus peores recuerdos aquel larguísimo bache personal y taurino que partió de la horrenda cornada de Sevilla que le hizo plantearse tantas cosas. El madrieño ha hecho bien, muy bien, aceptando la sustitución de Emilio de Justo en la corrida de Beneficencia que se celebrará este miércoles bajo la presidencia de Felipe VI y con Morante y Marín en el cartel. A tal Señor tal honor...

Ojo: el santo patrón del Foro ha dado para más: empezando por la gozosa confirmación de Tomás Rufo que también rindió la Puerta de Madrid tras haber traspasado a hombros la del Príncipe en Sevilla. No pilló a nadie de sorpresa como sí ha hecho la irrupción de un nombre casi desconocido, el de Ángel Téllez, que captó la atención con un puñado de naturales purísimos, de sobria y simple belleza, que le sirvieron para ganarse otra sustitución y la puerta grande que debería colocarle en otras órbitas del toreo. En otro tiempo era así. Todo ha cambiado demasiado...

La rebelión de los poderosos

No nos hemos olvidado de Roca Rey, investido en su papel de joven general, en punta de lanza del escalafón. Con El Juli conforma una suerte de rebelión de los toreros poderosos y capaces contra esa revolución de los clásicos que nos habíamos atrevido a preconizar en los vaivenes del covid. Dos de sus intérpretes más esperados –léase Aguado y Ortega- han pasado de puntillas por los madriles evidenciando la necesidad de un triunfo rotundo e inapelable que se empieza a resistir más de la cuenta. Con Morante encarnaban uno de los carteles estrella del ciclo que, paradójicamente, mosqueaba desde su anuncio.

La elección de la ganadería de Juan Pedro Domecq –inmersa en un interminable bache- empañaba los kilates de una combinación que fue, a la postre, una de las grandes decepciones del serial. A estas alturas resulta incomprensible la elección de un hierro que debería pasar su propia cuarentena. En Sevilla queda otra más...

Pero a Morante hay que dejarlo aparte. Sigue siendo el mascarón de proa más atractivo de la temporada sumando sentido de la responsabilidad, capacidad, dimensión lidiadora, afán recopilador y ese algo más que es tan difícil de explicar que convierte al diestro de La Puebla en uno de los mejores toreros de nuestra vida. ¿Qué más se puede contar de Madrid? Que Talavante se suma a la nómina de la primera fila sin excepcionalidades, que se abre un interesante momento para las novilladas picadas, que la innecesaria encerrona de Paco Ureña enseñó también el desquicie de la plaza... La memoria no da para más.

El incomprensible momento del rejoneo

Pero el toreo suele hacerse flacos favores a sí mismo. Es el caso de los rejones: si el gran Pablo Hermoso de Mendoza tuvo casi toda la culpa del renacimiento del toreo a caballo también se ha convertido en el principal catalizador de su decadencia, hurtando la única competencia posible en la cumbre de una especialidad en la que hay pocas, poquísimas figuras a alto nivel. Las circunstancias que han rodeado la confirmación de alternativa de su hijo Guillermo son el mejor botón de muestra. El cartel –una vez más- anunciaba al padre, al hijo y la invitada habitual. Un percance campero del patriarca lo sacó de la terna, convirtiendo a Lea Vicens en madrina improvisada del joven Hermoso que abrió la puerta grande sumando sus incuestionables merecimientos al peculiar ambiente festivo que rodea este tipo de festejos, que también propició el paseo a hombros de la amazona.

El caso es que el evento ya estaba cojo antes de la baja de don Pablo. La única competencia natural la podía ofrecer Diego Ventura que, como en Sevilla, ha sido el gran ausente de los carteles ecuestres madrileños. Ni se planteó llamarlo para recomponer el asunto. No pudo ser con el padre y parece que tampoco será con el hijo. El veto es tan evidente como el escaso interés que empieza a despertar una actividad convertida en mera exhibición de la facilidad de Guillermo Hermoso, mamada desde su ilustre cuna. Pero esos talentos no encuentran contrapunto en partenaires de otro, lejanísimo, nivel. Esa la pura verdad...