Envenenado por el toreo

El concejal es aficionado práctico y llegó a torear varios festivales cuando soñaba con ser figura

29 nov 2017 / 15:15 h - Actualizado: 30 nov 2017 / 09:29 h.
"Toros","Yo soy taurino","Beltrán Pérez"
  • El concejal del Partido Popular Beltrán Pérez laceando un capote en el parque de María Luisa. / Antonio Delgado-Roig
    El concejal del Partido Popular Beltrán Pérez laceando un capote en el parque de María Luisa. / Antonio Delgado-Roig

El valor está en la capacidad de pensar delante del animal qué tienes que hacer. Así es la definición del portavoz del PP en el Ayuntamiento de Sevilla, Beltrán Pérez, que aunque la mayoría de los ciudadanos lo desconozcan, fue novillero y se acarteló en varios ocasiones por la sierra cordobesa demostrando y apuntando buenas maneras. Soñaba con ser figura del toreo y poner las plazas de España bocabajo hasta que la realidad se cruzó en su camino. En casa eran cinco hermanos y no se podía asumir el coste que suponía, y supone, poner a un novillero a funcionar por la piel de toro.

Su madre, rondeña de cuna, fue la encargada de meterle poco a poco la afición en el cuerpo porque lo llevaba a la plaza de vez en cuando. Aunque de niño no se se había fijado demasiado, siendo adolescente vio una tarde a unos chavales que se entrenaban en La Antilla durante el verano. No lo dudó y se fue con ellos. Ahí había algo que le llamaba poderosamente la atención. Así comenzó a tener contactos con los trastos de torear al tiempo que el veneno del toreo se le iba metiendo en el cuerpo hasta el tuétano.

Eran los años en que Beltrán vivía en Córdoba, y allí tenía poco ambiente taurino entre sus amistades y cuando llegaba la hora de entrenarse no tenía más remedio que hacerlo solo. Así que la cosa era muy simple. Se entrenaba en la azotea de la casa y los fines de semana que venían a Sevilla intentar pescar algún tentadero para probarse y sentir de verdad el toreo delante de una becerra.

Por carácter, Beltrán se suele alinear al lado de la parte más débil, de aquella que debe esforzarse más para lograr su objetivo y, por qué no decirlo, de la más romántica. Para enganchar un tentadero en el campo tenía que esperar que le dieran el chivatazo del día y la hora en una época donde la tecnología más avanzada era el teléfono fijo de la casa y el boca a boca en los corrillos y ambiente taurinos. Poco más.

Por una amistad de su familia lograba enterarse de cuando había tentadero en Gabriel Rojas, y allí que se plantaba en la tapia esperando su turno con el resto de maletillas. Tenía que buscarse la vida para ir a los sitios porque su padre se negaba a llevarlo porque no quería ser partícipe de que esta pasión de Beltrán fuera cada día a más. Así que las opciones eran buscarse un amigo, el clásico autobús al pueblo más cercano o la caridad del autostop. No había más para rascar. Con más valor qué técnica reconoce que hacía lo que podía, pero sí deja claro que él no se quitaba del sitio. O la vaca o él.

De aquellos años de hatillo y tapia Beltrán no olvida como el maestro Curro Romero, en los tentaderos que coincidió con él, no perdía ojo de los chavales que soñaban con ser figuras. Desde fuera del burladero les daba las indicaciones oportunas en lugar de meterse para dentro con el ganadero y dejar que los chavales hicieran lo que pudieran sin asesoramiento y, fundamentalmente, sin que nadie les echara cuenta. Y así, poco a poco fue alcanzando algo también después de pasar también un tiempo con un banderillero que, aunque le preparó a la vieja usanza durante todo un verano en Piscinas Sevilla, sí le insistía una y otra vez en que la clave de todo estaba en torear despacio. «De salón tienes que hacerlo todo lo despacio que puedas, que ya le meterás tu prisas con los nervios. Echa los vuelos, cintura y muñeca», le decía una y otra vez.

El ahora concejal y alcaldable del Partido Popular debutó ante el público en el festival que se organizaba en Córdoba como homenaje a la mujer desde los tiempos del Guerra. Demostró que podía tener algunas opciones y logró anunciarse en varios festivales más por los pueblos cordobeses hasta que tuvo que dejarlo porque ponerse a funcionar de verdad era un dinero. Siguió muchos años entrenándose, paró un tiempo y un tentadero y un par de tandas algo recientes le han metido en el cuerpo de nuevo el veneno del toreo. Y eso no se cura. Es para siempre. ~