Fernando Cepeda y García Barbeito: una antigua y sincera amistad

El escritor de Aznalcázar y el diestro de Gines protagonizaron el LVIII ‘Mano a Mano’ de la Fundación Cajasol abarrotando el salón de actos de la antigua Audiencia

11 mar 2020 / 12:41 h - Actualizado: 11 mar 2020 / 13:10 h.
"Toros"
  • Fotos de Antonio de los Reyes/Toromedia
    Fotos de Antonio de los Reyes/Toromedia

La cita, que llenó hasta los topes el salón de actos dela Fundación Cajasol, estaba presidida por un denominador común que, además, servía para dar título a la charla: la antigua amistad que vincula al veterano diestro de Gines con el célebre columnista, escritor y pregonero. En realidad se trataba de un encuentro de viejos conocidos ligados por más nexos. José Enrique Moreno, moderador habitual de estos encuentros iniciados en 2007, había debutado como cronista taurino en coincidencia con la trascendental encerrona en solitario que protagonizó Cepeda en la plaza de la Maestranza el 12 de octubre de 1989. Su carrera periodística, de alguna manera, también había ido paralela a la del torero. Y fue en El Correo, además, donde conoció a Barbeito, una firma imprescindible en el elenco de opinión del diario de entonces al que reconoció como “maestro”.

Con esos mimbres se empezó a tejer el cesto: Moreno recordó sus tiempos en la redacción del diario decano de la prensa sevillana, cuando acudía a Barbeito para colocar el titular adecuado. Y fue precisamente el escritor el encargado de poner título a esta charla –el toro y la amistad- que no dejaba de ser el reencuentro de “una terna de amigos que hemos recorrido un largo camino juntos”, tal y como apreció Antonio García Barbeito apostillando que “no cabía otro”.

“La amistad para mi tiene un sentido muy especial y eso sólo lo sabe de verdad el que me conoce”, apuntó Cepeda apostando por un concepto más amplio del término. “Cuando has tratado a tanta gente te das cuenta de verdad quién es el amigo”, prosiguió el diestro de Gines llegando a señalar que “la amistad está por encima, incluso, de lazos familiares”. En ese punto refirió su antigua relación con Antonio García Barbeito, que se remonta a su niñez en la localidad aljarafeña. “La amistad con un torero no es fácil pero yo soy amigo del hombre antes que del torero”, apuntó el escritor, que recordaba a Fernando siendo sólo un niño, antes de que sirviera como camarero en el casino de Gines. “Tengo que desvelar que quiso ser poeta antes que torero pero al final consiguió serlo, pero toreando”.

Fernando Cepeda y García Barbeito: una antigua y sincera amistad

Toros y hombres

Pero había que entrar en terrenos metafísicos: ¿Es el toro amigo del hombre? Interrogó el moderador. “Puede colaborar contigo en un momento dado pero no deja de ser un animal”, apostilló Fernando. “Procuro tener otra clase de amigos”, bromeó Barbeito. Más en serio explicó que “se puede producir una simbiosis muy bonita pero eso no se puede llamar amistad”. La charla regresó al terreno de las bromas y hasta a las comparaciones futbolísticas antes de ponerse de nuevo más trascendente. “Es el torero y la persona que es, con ese temple... estamos ante un tío como la copa de un pino”, sentenció el columnista definiendo a su compañero Fernando Cepeda como un hombre “tan tímido como íntegro”.

El moderador cambió de tercio, aludiendo a la relación profesional de Cepeda con el matador Miguel Ángel Perera, con el que estableció una especial simbiosis que fue mucho más allá de lo taurino. Es vínculo sirvió para entrar en otros terrenos sin perder de vista ese hilo conductor en torno a la amistad de los toreros, los de su tiempo y los de ahora. “Yo he toreado con todos desde el 87 hasta el 2005 pero el trato es distinto con unos y otros; ahora quedan más, tienen aficiones comunes... y antes era todo más selectivo. Ahora se hacen amigos muy pronto y a los dos años, a lo mejor, ya no son tan amigos. Yo entiendo como amigos a muy pocos toreros; amigos de verdad, sólo tres o cuatro. No más...”, reflexionó Cepeda.

Recuerdos

Tocaba hablar de la afición de García Barbeito. Habló de Caraancha, el mítico diestro decimonónico que alimentó sus primeros contactos con el mundillo taurino cuando sólo era un niño de Aznalcázar que contempló “el primer toro vivo” en el paso de una tropa de ganado de Moreno Santamaría camino de los pastos. Pero el escritor arrancó carcajadas cuando habló de una malograda excursión nocturna al Rocío que acabó siendo trastocada por la rotunda presencia de los toros bravos y a los excursionistas metidos en una alcantarilla hasta el amanecer.

Barbeito habló de los inicios en la profesión de Fernando Cepeda en un festival en el que le echaron un novilllo tremendo. “No había debutado aún con caballos y no se nos ocurrió otra cosa que llevarnos el toro más grande para ver si estaba preparado”, refirió Cepeda. “Vivíamos a escasos cien metros en Gines”, añadió el poeta y escritor de Aznalcázar apuntando sus inicios comunes –vinculados al campo- que acabaron desarrollando sus respectivas vocaciones. “A mí me hubiera gustado hacer lo que ha hecho Fernando”, espetó Antonio. “A mí me hubiera gustado hacer lo que ha hecho Antonio pero él tiene una ventaja: puede seguir haciéndolo y yo ya no puedo ponerme delante de un toro”, le replicó Fernando.

Fernando Cepeda y García Barbeito: una antigua y sincera amistad

La forja

En cualquier caso Fernando descartó cualquier atisbo de nostalgia del traje de luces antes de narrar su infancia y juventud, vendiendo huevos, repartiendo lo que daba el huerto familiar; sirviendo como camarero; echando un cable en el campo junto a su padre... “Estabas deseando ganar un sueldo para llevarlo a casa; no me gustaría que esos valores se perdieran y quiero que mis hijos lo conozcan. Yo no pude ni acabar la EGB y luego tuve que empezar de cero para acceder a la Universidad”, explicó Fernando antes de remachar que “con sacrificio y con esfuerzo se puede conseguir casi todo”. A Antonio García Barbeito tampoco le eran ajenas las faenas del campo, que evocó con su habitual sentido poético y esa voz envidiable.

Tocaba hablar de los inicios taurinos de Cepeda, apoderado por Pepe Camará y después de basar su etapa como novillero con picadores en plazas grandes. La alternativa, casi por necesidad, llegó en Madrid. “Yo maté once becerros antes de debutar con caballos; hoy se quejan de torear poco pero no es cierto. Hay muchos chavales que quieren ser toreros pero a lo mejor no todos tienen condiciones. El que las tiene al final rompe”, recalcó el veterano diestro.

En esta profesión, que es tan dura, el tren te pasa más de una vez por la puerta y hay quien sabe cogerlo; no se puede echar toda la culpa al sistema”, explicó Cepeda añadiendo que la plaza de Las Ventas fue clave en el lanzamiento de su carrera. “No había tenido triunfos sonados en plazas importantes, tenía buena prensa y desperté mucha ilusión pero después de Madrid me puse a funcionar”.

Pero un torero no es el más indicado para hablar de su propio toreo. Ese papel correspondía al amigo. “Fernando era un clásico, exquisito, con el sello de Gines” explicó Barbeito recordando la figura del recordado maestros Manolo Cortés. “Tienen una sorda alegría”, argumentó el escritor ensalzando de una forma especial su toreo de capote. “Como ha toreado Fernando con el capote no ha toreado nadie”, añadió el escritor. “El capote se me ha cantado mucho y la gente iba un poco predispuesta a verme torear con él; no me han valorado en ocasiones con la muleta pero creo que he sido mejor con la muleta que con el capote”, añadió Cepeda antes de evocar sus espejos toreros: Antoñete, Ordóñez, Camino...