Las noticias han sido prácticamente coincidentes. A la vez que se conocía la salida del torero de la unidad de cuidados intensivos en la que ha permanecido trece largos días, trascendía la donación a la Esperanza de Triana del lujoso traje de torear que vestía el pasado día 12 de octubre en la plaza de Las Ventas, plaza en la que recibió una gravísima cornada que le puso –literalmente- a las puertas de la muerte.
La donación del vestido –destinado al tesoro devocional de la dolorosa de la calle Pureza- se ha efectuado a través de su mozo de espadas, Antonio Márquez, que ha hecho entrega del terno al hermano mayor de la corporación trianera, Sergio Sopeña, en la propia Capilla de los Marineros y a las plantas de la imagen de la Esperanza, a la que Caballero profesa una gran devoción materializada en uno de los capotes de paseo que luce en las plazas de toros. Las huellas del percance y las manchas de sangre son evidentes en las taleguillas del traje, desgarradas por el pitón del toro y los propios facultativos que asistieron al torero.
No hay que olvidar la estrecha vinculación que une al joven matador madrileño con la ciudad de Sevilla, a la que llegó siendo prácticamente un adolescente de la mano del taurino y apoderado Enrique Muñoz, que guió sus primeros pasos en la profesión. De hecho, Gonzalo Caballero debutó directamente con picadores en la plaza de la Maestranza, el 12 de abril de 2012.
Hay que recalcar la extrema gravedad del percance que le ha mantenido en la UCI del hospital San Francisco de Asís durante trece días. La convalecencia será aún muy larga pero los momentos más angustiosos ya han pasado. Gonzalo Caballero entró en la enfermería de Las Ventas, literalmente, desangrado. El toro de Valdefresno le había partido la femoral y necesitó de varias transfusiones además de dos intervenciones consecutivas en la propia enfermería de la plaza de toros y en el centro hospitalario en el que fue trasladado después.
Gonzalo Caballero reaparecía esa tarde de otro percance sufrido en la misma plaza y con el mismo vestido de torear que ahora figura en el patrimonio de la Esperanza de Triana. El joven matador, que acumula un largo rosario de percances, brindó el toro de su reaparición al doctor Máximo García Padros que ya le había intervenido en mayo y volvió a salvarle la vida algunos minutos después.