Toros

Hace un siglo de toros: el doctorado de Marcial Lalanda en Sevilla

El diestro de Vaciamadrid tomó la alternativa en Sevilla el 28 de septiembre de 1921 de manos de Juan Belmonte y en presencia del infortunado Manolo Granero

27 sep 2021 / 11:27 h - Actualizado: 27 sep 2021 / 11:32 h.
"Toros"
  • Belmonte entrega los trastos del oficio a Marcial Lalanda, ahora hace un siglo.
    Belmonte entrega los trastos del oficio a Marcial Lalanda, ahora hace un siglo.

En la temporada de 1921 pesaba como una losa la ausencia elocuente de Gallito. El coloso de Gelves había caído el año anterior en la plaza de Talavera marcando un antes y un después en la propia historia del toreo. Pero la vida seguía y el toro tenía que salir... Belmonte se había quedado solo en la cúspide del oficio, vagando como una sombra de sí mismo y rumiando una primera retirada que –por amor propio- se haría esperar hasta 1922 en la plaza de Lima. Habían llegado unos cachorros y otros estaban por llegar mientras el hilo del toreo se preparaba para culminar su definitiva revolución pagando un alto precio de sangre en la dura, luminosa y fundamental Edad de Plata, verdadero laboratorio e ideas de toreo que estaba por venir.

Granero y Chicuelo, entre otros toreros de la nueva hornada, ya eran matadores. Al primero, valenciano, le habían colgado la exigente medalla de sucesor de Joselito pero un toro de Veragua llamado ‘Pocapena’ acabaría con su vida dos años después del ocaso del dios de La Alameda, el mismo día que iba a confirmar su alternativa Marcial Lalanda, un novillero puntero –inminente figura antes, durante y después de la Guerra- que tomó la alternativa en Sevilla hace justo un siglo. Pero fue el sevillano –Chicuelo- el que acabaría completando el definitivo legado gallista cimentando la piedra angular de la tauromaquia moderna: el toreo ligado en redondo, encadenando los muletazos a modo de estrofas y sobre un solo pitón.

Chicuelo, precisamente, fue el encargado de inaugurar la temporada hispalense el Domingo de Resurrección de 1921. Lo hizo encerrándose en solitario con un envío de Curro Molina y con más pena que gloria. Una semana después se celebró una curiosa corrida en ‘Homenaje a la historia del toreo’ en la que no faltaron cabaleiros, alabarderos y hasta mojigangas y en la que más allá de la hojarasca destacó la labor de un torero que no pasó a la historia, Alcalareño, que se ganó un puesto en la Feria de Abril, meollo de la temporada maestrante. Fueron cinco tardes en las que alternaron El Gallo, el propio Belmonte y su hermano Manolo además de Chicuelo, Granero y el mentado Alcalareño que despacharon un representativo muestrario del campo bravo de la época: Rincón, Santacoloma, Guadalest, Miura y los ‘murubes’ de Carmen de Federico.

Fue la peor temporada de Belmonte en Sevilla. El trianero, además, recibió una cornada junto a la boca en la tarde del 19 de abril. La herida tardó en sanar y le marcaría el rostro para el resto de su vida. También fue la única campaña completa que pudo completar Granero, que había tomado la alternativa el año anterior en la plaza de la Maestranza. El valenciano, que dio algunas de cal y otras de arena, alcanzó su mayor éxito con los toros de Guadalest. Pero el mejor de abril iba a ser el más viejo: Rafael El Gallo logró las mayores glorias, recrecido después de la muerte de su hermano José.

Hace un siglo de toros: el doctorado de Marcial Lalanda en Sevilla
Marcial y Pablo Lalanda, retratados en estudio en sus primeros años de novilleros.

Los Lalanda: pareja novilleril

Culminada la Feria, comenzó el calendario de novilladas. Las viejas crónicas consignan nombres a los que cuesta sacar del olvido: Montes, Ginesillo, Ferrezano, Navarro de Brenes, Hipólito, Gaonita... El recuerdo sí es más benevolente con la memoria de Nacional II, el primer Andaluz, Gallito de Zafra y especialmente Maera pero las figuras más rutilantes del escalafón menor en ese momento eran los primos Pablo y Marcial Lalanda que se presentaron como novilleros con picadores en la plaza de la Maestranza el 5 de junio con reses de Rincón. Aquel día cortó un rabo Correa Montes, otro nombre olvidado. Pero los primos Lalanda se acabarían llevando el gato al agua en aquel serial de festejos en el que volvieron a ejercer como pareja de moda en las tardes del 12 y el 29 de junio acompañados, sucesivamente, de El Andaluz y Gallito de Zafra para despachar sendos encierros de Santacoloma y Guadalest. La guinda fue un mano a mano de los dos parientes, anunciados en la víspera del día de la Virgen de los Reyes para lidiar un envío de Gallardo. La siguiente cita, de nuevo en Sevilla, iba a ser la alternativa de Marcial.

Hace un siglo de toros: el doctorado de Marcial Lalanda en Sevilla
Marcial, toreando en la plaza de la Maestranza de Sevilla. Foto: Biblioteca Regional de Madrid

Fue en la primera de las corridas de la Feria de San Miguel, el 28 de septiembre de hace un siglo exacto, en un festejo anunciado como ‘Corrida Patriótica’. El inminente diestro de Vaciamadrid recibió los trastos del oficio de manos de Juan Belmonte, que le cedió un toro de Surga en presencia de Chicuelo. Marcial se había convertido en matador de toros sin demasiado brillo. Repitió al día siguiente junto a su padrino y Granero –unos meses después sería el encargado de dar muerte a Pocapena, el toro de Veragua que había matado al valenciano- en la lidia de un encierro de José Domecq. El ciclo otoñal se cerró el 30 de septiembre con una corrida de Pérez de la Concha que echaron abajo Belmonte, Chicuelo y Granero. Había terminado la temporada sevillana en la plaza de la Maestranza. El viejo coso del Baratillo había recuperado la exclusividad de la programación taurina de la ciudad después de la clausura de la efímera Monumental de Eduardo Dato, sólo algunos meses después de la muerte de Gallito, su principal impulsor y uno de sus pocos mantenedores. Definitivamente, había comenzado una nueva época.