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Joaquín y Padilla: hablando en torero

El matador llegaba a las tablas de la Fundación Cajasol con aura de gran triunfador de la Feria pero el futbolista sorprendió por su sincera y sentida vocación taurina

04 may 2016 / 08:52 h - Actualizado: 04 may 2016 / 08:52 h.
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  • Padilla y Joaquín -en la imagen- lograron abarrotar el patio de butacas de la fundación Cajasol. / José Luis Montero
    Padilla y Joaquín -en la imagen- lograron abarrotar el patio de butacas de la fundación Cajasol. / José Luis Montero

El hilo previsto para engarzar este Mano a Mano era mostrar los paralelismos entre el fútbol y los toros pero el futbolista Joaquín rompió cualquier estereotipo previo mostrándose como pez en el agua hablando de las sedas y los oros. Pocos sabían que su madre se encargó de frustrar su vocación taurina cambiando la escuela taurina del Puerto de Santa María por el cultivo del balón. Aunque tampoco se le dio mal al jugador bético, que enarboló la bandera del arte -de calzón corto o taleguilla de luces- como motor de dos espectáculos que siguen siendo los primeros en las preferencias de los españoles

Padilla irradiaba felicidad. Tiene razones para ello. La recentísima Puerta del Príncipe y su condición de triunfador del ciclo abrileño en los jurados más encopetados es la guinda más hermosa a una carrera que vivió ese antes y después que todos conocemos. Pero la salida a hombros por el mítico arco de piedra escondía una hermosa anécdota que desveló el matador jerezano. La cosa iba de toros... pero también de fútbol. «Mi hijo Martín no quiere saber nada del toro», señaló Padilla, recordando que el chaval -que sí anda loco por el esférico- decidió quedarse en hotel acompañando a su madre mientras el padre marchaba a la plaza de la Maestranza. «Pero tuvo el detalle de esperarme en la misma Puerta del Príncipe a hombros de un amigo; lo primero que vi al salir fueron sus manos. Eso es lo más maravilloso que me podía pasar», evocó Padilla, definitivamente feliz.

Y es que esa condición de legado y herencia fue esgrimida por Joaquín que ha sabido transmitir el veneno de la afición a sus hijas. Padilla le puso en un brete. Dijo haberle echado en la soledad del campo algún novillo fuertote. «Alguna locura hemos hecho», reconoció el futbolista, que guarda en casa capotes, muletas, todos los trastos de torear para estar preparado si surge la ocasión. Joaquín presume de conocer a los toreros hasta por la espalda y reconoció no andar muy orientado de la plantilla del Hércules. Cosas de la afición... a los toros. Y es que allí ya sólo se hablaba de ese bendito mundillo, se pensaba en torero y los dos contertulios se pusieron a reflexionar sobre la condición de figura en una y otra profesión. Padilla se mostró humilde: «Yo no sé lo que es eso porque no lo soy».

El popular diestro jerezano abundó en la idea al señalar que «lo que te hace ser figura es mandar en el toreo y si hablamos de fútbol deber ser mandar en el negocio, elegir el equipo en el quieres estar». Joaquín completó la idea: «Para ser figura es necesario mantener el mismo nivel quince, dieciocho años; eso es lo que diferencia a un buen futbolista o un torero de un maestro».

Puestos a poner paralelismos, el moderador propuso un juego. Se trataba de comparar figuras históricas de ambas especialidades. Citó a Belmonte y Joaquín sacó a la palestra los nombres de Raúl y Maradona pero -a sugerencia de Padilla- se impuso Di Stéfano. Manolete llevó a los terrenos de Maradona y El Cordobés nos llevó a Messi. Padilla le metió los dedos a su cuate: «Hablas mejor de toros que de fútbol».

Tenía razón el matador, que confesó al público que abarrotaba la sede de la Fundación Cajasol que el reciente triunfo de Sevilla había sido fruto de «la entrega y la comunicación con el público». El Pirata conecta con la gente; hay un hilo invisible entre el espectador y el torero que, como apuntó José Enrique Moreno, logró meterle otro gol al fútbol a pesar del evento televisado. El lenguaje empleado seguía siendo el mismo. «Cuando me visto de futbolista necesito sentirme; el fútbol también tiene esa magia que se llama arte y en el campo del Betis se llega a escuchar un ole por una jugada bien hecha». Debe ser cosa de sensibilidades aunque la duda estaba en saber qué torero habría sido. «Uno de clase, largo, con raza», rubricó Padilla.