La Puebla del Río: el toro como tótem

El encierro de los novillos de Fuente Ymbro –que habrán sido lidiados por la tarde en un festejo de promoción- volvió a ser el plato fuerte indiscutible de las fiestas de San Sebastián

21 ene 2023 / 13:56 h - Actualizado: 21 ene 2023 / 13:58 h.
"Toros"
  • La esquina del Reloj, abarrotada de público antes del ‘chupinazo’. Foto: @AytoDeLaPuebla
    La esquina del Reloj, abarrotada de público antes del ‘chupinazo’. Foto: @AytoDeLaPuebla

El sol rotundo de la mañana de invierno daba calidez a una jornada que no iba a dar tregua. Las calles de La Puebla eran una auténtica fiesta compartida desde horas muy tempranas. Pero todo acabaría desatándose con la salida de San Sebastián –el patrón de los cigarreros- acompañado de los sones de la Banda Municipal. El santo de los venablos se erguía sobre un paso cedido por la cofradía de Santa Genoveva, mandado por Juan Palma. Tenía que visitar una casa muy especial, la de Carmelita ‘La Sorda’, en la que pasó refugiado los años de fuego y sangre de la Guerra Civil. Mientras tanto la calle se sumía en un caos aparente –perfectamente organizado- en el que rivalizaban los sones de las bandas del Sol, la Centuria Macarena, la agrupación Virgen de los Reyes...

Era una especie de horror vacui musical que ocupaba de extremo a extremo la calle Larga antes de que quedara despejada por la presencia rotunda de las reses bravas. Pero para eso aún quedaban muchas emociones... Cumplida la visita, el paso de San Sebastián fue conducido a la esquina del Reloj, junto al viejo ayuntamiento. Se mascaba ese hormigueo inconfundible que anuncia las fiestas grandes, retratada también en el cuidado de todos los detalles y el exorno de las calles de un pueblo dispuesto a vivir y gozar en torno al dios toro. El santo, un año más, iba a ser el espectador más privilegiado de la bajada de las reses. Cuando se acercaba el mediodía –con el sol elevándose sobre el caserío de La Puebla- ya era complicado coger algún sitio en el vallado. El evento había atraído a numerosos hombres del toro, incluyendo ese gremio paralelo de corredores y recortadores que no querían perderse una cita que, en su octava edición, presume de una salud pujante que hay que agradecer a su verdadero impulsor, Morante de la Puebla. El torero se desvinculó del evento el pasado año por desavenencias con el equipo de gobierno municipal que preside Manuel Bejarano. Pero hay que reconocer que sin el entusiasmo del diestro cigarrero no habría sido posible consolidar este ciclo festivo bendecido por San Sebastián que ya forma parte del cuadro de honor del calendario festivo de la provincia de Sevilla.

La Puebla del Río: el toro como tótem

César Cadaval arengó a los cigarreros antes de lanzar el cohete. Foto: @AytoDeLaPuebla

La hora de la verdad

Poco a poco las miradas fueron fijándose en la llamada Esquina del Reloj, en los balcones del antiguo Ayuntamiento de La Puebla del Río, esperando el ansiado chupinazo que tenían que lanzar el humorista César Cadaval acompañado de los miembros del grupo ‘Siempre Así’. Pasaba ya más de un cuarto de hora de las doce del mediodía y el Santo Patrón ya había ocupado su sitio en el vallado después de ser saludado por su propio himno, cantado a viva voz por todos los cigarreros.

No faltó la bendición y la oración del párroco. Cadaval, por fin, se asomó al balcón y arengó al personal: “No se puede tener más arte que La Puebla del Río...¡A la bin, a la ban, la Puebla y nada más!” Siempre Así se unió a la fiesta desde otro balcón –el hijo de unos de sus componentes, Ignacio Sabater, toreaba la novillada de la tarde- para que se formara el lío definitivo. César prendió el chupinazo y se organizó la mundial. Los más prudentes comenzaron a abandonar la calle mientras se ultimaban los preparativos en los corrales y el pasacalles de las distintas bandas oficiaba el despejo del recorrido, que se hizo esperar demasiado hasta que las formaciones musicales alcanzaron la plaza de toros. Quedaba un segundo chupinazo que, ahora sí, cedía el sitio al verdadero tótem ibérico, a la seriedad del toro que iba a enseñorearse de la calle con la rotunda verdad de su presencia. Los erales de Ricardo Gallardo tomaron la calle cerca de la una del mediodía. El encierro se resolvió con celeridad, brindando bonitos lances y carreras limpias. En apenas un minuto habían alcanzado la plaza portátil sin tener que lamentar ningún percance ni mayores contratiempos más allá de un eral más o menos rezagado.

La Puebla del Río: el toro como tótem

La bajada de los erales concitó la máxima atención. Foto: @AytoDeLaPuebla

Esta bajada atrae a auténticos especialistas que alaban el trazado y celebran la consolidación del evento. El inquietante paso de los novillos, arropados por la tropa de mansos, había dejado limpio el adoquinado de la calle Larga. Es un recorrido de 700 metros que separa los corrales habilitados en la cabecera de la calle de la plaza portátil instalada en la explanada de las antiguas cocheras del tranvía. Había toreros y caras conocidas entre los pastores; corredores de cierto prestigio dominando los nervios antes del definitivo cohetazo y pañuelicos bicolores -manda el azul y rojo de la Puebla del Río- abrigando los cuellos del fresco invernal...

Todo había vuelto a ser tan veloz como emocionante. Al encierro le siguió la capea posterior para los más valientes, los sustos, las risas, la música, el ruido, la procesión, el desfile de las bandas... la fiesta ya no conocía solución de continuidad aunque a esas horas, ajenos al jolgorio, un puñado de chavales ya andaran templando sus miedos antes de vestirse de luces. No hay que olvidar que la bajada de las reses sólo es el preludio de su lidia en la plaza. Por la tarde habrán de ser lidiados por Núñez de Molina, Ángel Delgado, Manuel Luque “El Exquisito”, Javier Zulueta, Isaac Galvín e Ignacio Sabater. Había vuelto a vencer la fiesta; siempre en torno al dios toro.