Observatorio taurino

Los Reyes Magos pasaron por la Maestranza...

La modificación del recorrido habitual de la cabalgata pintó una inesperada alegoría del transitar del tiempo. La cuenta atrás para la Feria de Abril ha comenzado

10 ene 2022 / 13:11 h - Actualizado: 10 ene 2022 / 13:14 h.
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  • La cabalgata de 2022 transita delante de la fachada de la plaza de la Maestranza. Foto: Toromedia.
    La cabalgata de 2022 transita delante de la fachada de la plaza de la Maestranza. Foto: Toromedia.

Se han marchado los Reyes Magos y con ellos toda esa tramoya festiva, familiar y lúdica en la que no siempre encontramos aquella cálida Navidad que guardamos en los pliegues de la memoria y en las dobleces del alma. Pero ésa es otra historia... El caso es que Melchor, Gaspar y Baltasar, por imperativo de la pandemia que varió el recorrido habitual, pintaron una estampa más o menos inédita para las actuales generaciones al transitar por el paseo de Colón y recortar la sombra de su magia en los muros encalados de la plaza de la Maestranza.

Conviene hacer un poco de memoria, recordando los orígenes de una celebración que, en el caso de Sevilla, siempre ha ido unida a la iniciativa del Ateneo. La llamada Docta Casa llegó a organizar la salida de sus majestades desde el mismísimo coso maestrante en sus tiempos más heroicos –fueron cuarenta años traspasando la Puerta del Príncipe- después de estrenarse en 1918 en el teatro San Fernando. La antigua fotografía que acompaña estas líneas, tomada en el ruedo de la plaza de toros es de un año después: la segunda de la historia. Aún quedaba lejos la magnificencia de carrozas y la algarabía de los beduinos pero la ilusión –y la magia- era las mismas, idénticas.

No, no estamos andando por las ramas. Pero es que la imagen de la carroza real, marchando por delante de esa puerta con la que sueñan todos los toreros no deja de convertirse en una alegoría de los modos y costumbres de la empresa Pagés, que siempre ha esperado la marcha de los Magos de Oriente –o al menos siempre lo ha proclamado así- para empezar a llenar los casilleros de la trascendental Feria de Abril, ausente de la programación taurina de la plaza de Sevilla desde su edición de 2019. Han sido dos ferias menos, tres años más...

El personal anda dándole vueltas al cartel del Domingo de Resurrección, fachada rutilante de la temporada hispalense y una de las tardes más lujosas del calendario festivo de esta piel de toro. Cada uno anda con sus quinielas y no ha faltado hasta un perfil ‘fake’ que suplantó a la propia empresa Pagés en la noche del domingo lanzado ‘urbi et orbe’ la nómina de un cartel que, si la empresa mantiene sus usos y costumbres habituales, sólo veremos oficializado en la presentación oficial de las combinaciones, poco antes de que la ceniza nos tizne de cuaresma.

Los Reyes Magos pasaron por la Maestranza...
La cabalgata, estrenada en 1918, salió a partir del año siguiente de la plaza de toros de la Maestranza.

Garzón en su laberinto

Cuando el diablo no tiene que hacer, mata moscas con el rabo... Es lo que tiene andar al frente de un ministerio inútil creado ad hoc para cumplir las cuotas de poder pactadas entre el irreconocible PSOE de su ‘sanchidad’ y el conglomerado de izquierdas que atiende al título de Unidas Podemos. Entre unos y otros, dicen, gobiernan este país que habría merecido algo mejor que esta tropa de charlistas que, en su mayoría, no han pegado un palo al agua en su vida. Es el caso del inefable ministro de Consumo, ese tal Alberto Garzón que teme más a los pedos de las vacas que al hongo atómico de Hiroshima.

En el parnaso de la progresía y las nuevas inquisiciones –apunten el veganismo, el feminismo salvaje y la falsa inclusión a la cabeza de la manifestación- no hay lugar para el consumo de carne. El acoso y derribo de la fiesta de los toros participa de este ataque más o menos larvado a la actividad ganadera que ha contemplado con estupor el ataque frontal del señor ministro. No hace falta detallar unos lances que están en la prensa de estos días. En una democracia saneada ya habría dimitido. Pero la reflexión va más allá: se trata de derribar una manera de pensar, de vivir, de sentir y de concebir la propia vida. Lo quieren sustituir por esa dictadura del pensamiento único, un cielo neocomunista en el que no hay lugar para la libertad. La historia siempre se repite.

Los Reyes Magos pasaron por la Maestranza...
Jaime Ostos, en el patio de cuadrillas de la plaza de Las Ventas, el día de su confirmación de alternativa. Foto: EFE

Jaime ‘Corazón de León’

La muerte del valeroso diestro ecijano Jaime Ostos ha refrescado la memoria de una generación entera de aficionados que ya contemplan la vida desde las riberas de la otra orilla. Ostos fue más, muchísimo más que el personaje distorsionado que habían dibujado los medios del corazón en los últimos lustros. Le tocó bregar con los grandes, sacar la cabeza en medio de una de las barajas más impresionantes de toreros de la historia. Todo lo basó en el valor, desnudo de cualquier veleidad estética, sí, pero también de efectismos tremendistas.

Y es que el león de Écija fue ese torero valiente que tuvo en vilo a un país entero, pendiente del desenlace de la gravísima cornada de Tarazona de Aragón en el verano de 1963. Aquel viaje incierto entre la vida y la muerte –la decisión de Ángel Peralta fue crucial para salvarle- forma parte de la memoria doméstica de una España que empezaba a pintarse de colores después de las grisallas de la larga posguerra. Nunca tuvo pelos en la lengua: el famoso brindis al crítico Lozano Sevilla en una corrida televisada desde la plaza de Marbella destapó sus corruptelas. Ostos acabó así, de un plumazo, con la ventajista situación del célebre periodista que se ‘arreglaba’ con los toreros desde su poltrona de Televisión Española que compaginaba con su condición de taquígrafo personal del mismísimo Caudillo. Manuel Fraga, que aún era ministro de Información y Turismo, lo quitó de la tele aunque no pudo evitar que el personaje siguiera pululando por El Pardo hasta la muerte de Franco. Así las gastaba don Jaime, un tío con pelo en el pecho. También en los cojones. Eso no se lleva ahora.