Más flashes que toreo en el reencuentro de los hijos de El Cordobés

Discreta dimensión taurina del acontecimiento que sí logró llenar la plaza de Morón pero en el que se echó de menos al veterano diestro de Palma del Río

11 mar 2017 / 20:55 h - Actualizado: 12 mar 2017 / 08:52 h.
"Toros"
  • Los diestros Julio Benítez (d) y Manuel Díaz, salen por la puerta grande a la finalización de la corrida. / EFE (Raúl Caro)
    Los diestros Julio Benítez (d) y Manuel Díaz, salen por la puerta grande a la finalización de la corrida. / EFE (Raúl Caro)
  • El diestro Manuel Díaz en su faena con la muleta al primero de su lote. / EFE (Raúl Caro)
    El diestro Manuel Díaz en su faena con la muleta al primero de su lote. / EFE (Raúl Caro)
  • El diestro Manuel Díaz tras cortar dos orejas al primero de su lote. / EFE (Raúl Caro)
    El diestro Manuel Díaz tras cortar dos orejas al primero de su lote. / EFE (Raúl Caro)
  • El diestro Julio Benitez antes del inicio de la corrida. / EFE (Raúl Caro)
    El diestro Julio Benitez antes del inicio de la corrida. / EFE (Raúl Caro)
  • El rejoneador Diego Ventura (i), se saluda con los diestros Julio Benítez (2d) y Manuel Díaz, hijos de Manuel Benítez "El Cordobés". / EFE (Raúl Caro)
    El rejoneador Diego Ventura (i), se saluda con los diestros Julio Benítez (2d) y Manuel Díaz, hijos de Manuel Benítez "El Cordobés". / EFE (Raúl Caro)
  • Los diestros Julio Benítez (i) y Manuel Díaz. / EFE (Raúl Caro)
    Los diestros Julio Benítez (i) y Manuel Díaz. / EFE (Raúl Caro)
  • El diestro Julio Benítez ha sufrido un revolcón en el segundo de su lote. / EFE (Raúl Caro)
    El diestro Julio Benítez ha sufrido un revolcón en el segundo de su lote. / EFE (Raúl Caro)
  •  Los diestros Julio Benítez (i) y Manuel Díaz, se saludan durante la corrida. / EFE (Raúl Caro)
    Los diestros Julio Benítez (i) y Manuel Díaz, se saludan durante la corrida. / EFE (Raúl Caro)

La expectación mediática y el morbo que despertaba el reencuentro de los dos hijos toreros de Manuel Benítez ‘El Cordobés’ rebasó ampliamente la discreta dimensión taurina de un acontecimiento que sí logró llenar la plaza pero en el que se echó de menos al veterano diestro de Palma del Río.

Se lidiaron seis toros de Las Monjas, dos de ellos reglamentariamente despuntados para rejones. El primero resultó aquerenciado y flojo. Noble y con clase el segundo; templado el tercero; potable el cuarto; más descompuesto y rebrincado el quinto y noble y flojo el sexto.

El rejoneador Diego Ventura, oreja y dos orejas

Manuel Díaz ‘El Cordobés’, de azul de Prusia y oro, dos orejas y dos orejas

Julio Benítez ‘El Cordobés’, de marino y oro, dos orejas y oreja

La plaza se llenó hasta la bandera en tarde primaveral, soleada y muy calurosa. Se puso el cartel de ‘no hay billetes’.


EN ESPERA DE UN ABRAZO QUE NO SE PRODUJO

La expectación mediática había desbordado todas las previsiones de la empresa organizadora. El reencuentro de los hijos toreros de El Cordobés alimentaba un morbo evidente que se ha reavivado con el reconocimiento de la paternidad de Manuel Díaz por parte del mítico diestro de Palma del Río.

El lleno estaba asegurado pero toda la atención estaba en atisbar la presencia del veterano ‘ciclón’ de los años 60. Manuel Benítez había hecho llegar a su hijo Manuel la intención de reencontrarse delante de las cámaras días antes de la corrida pero Díaz declinó la invitación.

El hijo reconocido prefería un encuentro privado, sin la presencia de la prensa, que aún no se ha producido. Y el impresionante despliegue mediático de esta tarde, más allá del reencuentro taurino de los hermanos, buscaba ese momento único que seguirá haciéndose esperar.

A la hora del paseíllo no cabía un alfiler. El coso de Morón, inaugurado por el propio Manuel Benítez en 2001, se había llenado hasta la bandera para presenciar el acontecimiento. A falta de rostros conocidos -se apuntar el nombre de Cayetano Rivera, el cantaor Nano de Jerez o la esposa y los hijos de Manuel Díaz- los tendidos se llenaron de un público popular entre el que no faltaban soldados norteamericanos de la cercana base militar.

No podía ser de otra manera: el pasodoble ‘El Cordobés’, del maestro Villacañas, abrió el paseíllo y trajo aires de otro tiempo al moderno y funcional coso de la localidad sevillana, que el pasado año reabrió sus puertas después siete años de clausura. Pero, con o sin las cámaras y los objetivos del corazón, se trataba de una corrida de toros y había que ponerse delante.

El presidente sacó el pañuelo con algunos minutos de retraso sobre la hora prevista pero la salida de los toreros se demoró algunos más. Un auténtico dique de fotógrafos entorpeció el paseíllo, reconvertido en tropel. No hubo gestos de complicidad entre los hermanos al hacerse presentes en la puerta de cuadrillas. Tampoco se materializó la ansiada llegada de su padre. Tenían que salir las cámaras y entrar el toro.

Manuel y Julio sí charlaban animadamente antes de la salida del segundo, primero de lidia ordinaria, un retinto de bonitas hechuras que no permitió a Manuel Díaz lancear agusto.

El toro, sin fuerza, sí hizo cosas buenas en la lidia pero su matador, periférico y superficial, no acertó a acoplarse al excelente aire del animal. Su labor, larguísima, sólo logró interesar cuando tiró de efectos especiales. La estocada, de rápidos efectos, animó al público a pedir las dos orejas que el presidente no tardó en conceder.

A Manuel Díaz le quedaba un quinto, brindado a su familia, con el que tiró de repertorio sin decidirse a apostar por completo. Los muletazos, muy despegados, se sucedieron sin que aquello trascendiera lo más mínimo pero el guión ya estaba marcado y volvieron a llover las orejas que paseó rodeado de niños.

El tercero, castaño y terciadito, correspondía a Julio Benítez que no pasó de discreto en el manejo del percal. El menor de los hijos de El Cordobés comenzó su trasteo de rodillas pero no terminó de confiarse por completo a pesar de la templada embestida que le ofrecía el toro de Las Monjas más allá de algún muletazo suelto. las dos orejas, cortadas a favor de ambiente, terminaron de marcar el signo de la corrida.

Sólo restaba el sexto, que propició el momento culminante de la tarde. Julio brindó a Manuel arrancando una fortísima ovación. Pero había que volver a la cara del toro, un animal desangrado en el caballo al que toreó con cierta templanza y no pocas lagunas. No faltó el salto de la rana y hasta una cogida de la que salió con la ropa destrozada.

El toro, definitivamente desinflado, complicó las cosas a la hora de entrar a matar. Pero a esas alturas ya no importaba y volvió a caer una tercera oreja. El objetivo, al fin y al cabo era ver salir a los dos hermanos juntos y por la puerta grande y se consiguió con creces.

Había abierto plaza el rejoneador Diego Ventura, que brindó el primero a sus compañeros de a pie. El jinete de la Puebla del Río se mostró sobrado, preciso y sobre todo por encima del aquerenciado ejemplar que abrió la tarde. Con el cuarto repitió los mismos resortes técnicos hasta cuajarlo por completo en una fena intensa que fue, con mucho, lo mejor de una tarde que tuvo un hilo argumental muy alejado de lo taurino.