La efemérides había pasado de largo pero se cumplió el pasado 29 de marzo. Y es que el LX aniversario de la alternativa del diestro Juan García ‘Mondeño’ sigue siendo una buena excusa para bucear en su trayectoria taurina y vital más allá de la anécdota y hasta de los lances más cacareados de su vida personal, que sólo a él le incumben. Aquel doctorado se verificó en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla el Domingo de Resurrección de hace 60 años. El padrino de la ceremonia fue Antonio Ordóñez, que le cedió un toro de Raimunda Moreno de Guerra –la mujer de Carlos Núñez Manso- en presencia de Manolo Vázquez.

Mondeño, que cortó una oreja aquel día, había accedido al doctorado con un gran ambiente. Había abierto la Puerta del Príncipe como novillero dos años antes, coronando una exitosa trayectoria en el escalafón menor que tuvo que salvar las secuelas de una compleja lesión. Fue a raíz de una cogida en la plaza de Zafra, en 1957, que le afectó al nervio ciático y le obligó a torear con una aparatosa prótesis ortopédica que ideó el propio matador junto a unos amigos. Aquel aparato le trepaba por la pierna e incluía una especie de zapato para amortiguar los movimientos. El uso de la prótesis no estuvo exento de incidencias, pero no le impidió perseverar en el oficio logrando el ambientillo necesario para tomar la alternativa en Sevilla en un cartel de campanillas.

Mondeño vivía con su familia en una choza entre Puerto Real y Medina Sidonia y había llegado al toreo como medio de escape de aquella miseria. Sus inicios fueron muy tardíos. Fue un banderillero de la tierra, Carnicerito de la Isla, el que le animó a salir de sobresaliente con un rejoneador. El jinete no logró acabar con su oponente y entró en danza el joven Mondeño que aquel día ya mostró la quietud que le haría famoso. Después llegaron otras novilladas hasta el despegue definitivo en la plaza de Cádiz alternando con Curro Girón.

Juan García se mantuvo en la vanguardia del escalafón en el primer tramo de su carrera. El diestro de Puerto Real se codeó con los grandes del momento: Diego Puerta, Paco Camino, El Viti, vértices de una nueva generación de matadores en la que aún batallaban toreros de la talla del propio Ordóñez, eclosiona El Cordobés y pulula una amplia y talentosa segunda fila. Pero su trayectoria iba a experimentar un inesperado parón en 1964. Mondeño dejó atrás la fama y el dinero del traje de luces e ingresó en un convento de la orden dominica. La noticia, aireada por el NO-DO y convertida en un auténtico fenómeno mediático para la época, acabó trocando aquel trascendental paso en un auténtico circo aireado en la prensa del momento.

Las cámaras filmaron su llegada al noviciado y su toma de hábitos vestido con un traje corto. Juan García pasó por una casa dominica de León y después ingresó en un convento de la localidad burgalesa de Caleruega. El torero vestido de fraile se había convertido en una atracción del monasterio y aquella vocación expuesta al público no prosperó. Juan García Jiménez volvió a cambiar los sayales blancos por el traje de luces. Su reaparición se fijó en Marbella, el 3 de abril de 1966, alternando con Paco Camino y Manuel Benítez ‘El Cordobés’. Se sucedieron dos años triunfales en los que destacan las tres orejas cortadas en Sevilla en 1967 sumando una nueva cornada a su larga lista de percances. Y en 1969 llegó la última tarde sin anunciar el adiós. No volvería a ponerse el traje de luces.

¿Quién fue Mondeño en el toreo? Algunos testigos de sus mejores años han querido ver en sus particulares formas un precedente remoto del concepto de José Tomás e incluso un epígono de Manolete. Hierático, vertical, solemne y dueño de un contrastado valor, hacía de la cercanía al animal toda una puesta en escena que enardecía a los públicos a pesar de su aire taciturno, casi místico. José María de Cossío, autor de la célebre enciclopedia taurina que tomó su nombre, escribió de él: “Practica su toreo con una quietud desasosegadora para el público, en un terreno inverosímilmente corto, y con un valor frío y sereno”.

Alejado de los toros, Juan García, el Mondeño de los 60, pasa su vida entre su casa de París y la que posee en la localidad sevillana Mairena del Aljarafe. Es poco conocida su afición a los coches de época con los que llega a competir en concursos de estética por todo el mundo. También ha confesado en algunas entrevistas su pasión por las motocicletas Harley y su condición de avezado gourmet. Mondeño, aquella figura del toreo que se metió a fraile, es hoy un hombre discreto que no deja ver por las plazas ni el ambiente taurino. Él mismo ha confesado que desde su retirada sólo ha asistido a tres corridas de toros. Su nombre permanece ligado a una época, la Edad de Platino del toreo, en la que fue figura indiscutible de la profesión más allá de su efímera vocación monástica.