Observatorio taurino

Morante: cuarta sinfonía

El diestro de la Puebla ha cuajado las cuatro faenas de mayor calado artístico y emocional de las dos últimas temporadas en la plaza de la Maestranza obviando la Puerta del Príncipe

26 sep 2022 / 18:11 h - Actualizado: 26 sep 2022 / 18:16 h.
"Observatorio taurino"
  • Morante, este domingo, recogiendo la ovación que reconocía su gran actuación del viernes. Foto: Arjona-Pagés
    Morante, este domingo, recogiendo la ovación que reconocía su gran actuación del viernes. Foto: Arjona-Pagés

Morante: cuatro sinfonías y dos años

Pasó la feria de San Miguel y con ella se ha cerrado un abono, el de la temporada 2022, que ha traído la plena normalidad a la plaza de la Maestranza después de dos años atípicos en los que, por obra y gracia del covid, pasamos de la clausura total de 2020 a la excepcional feria de San Miguel que salvó honor y muebles en 2021 después de no pocas peripecias que ya no mueven molino.

Aquel ciclo otoñal, el del pasado año, quedó instalado en la historia reciente de la plaza de la Maestranza por el volcánico faenón de Morante de la Puebla a un toro de Juan Pedro Domecq. Pero es que el diestro de La Puebla iba a volverse a subir a las nubes el pasado 6 de mayo con una faena intimista y rabiosamente natural que habría valido por la feria entera.

No iba a ser suficiente... Al día siguiente iba a terminar de romper todos los sellos con otro trasteo de la misma calidad pero distinto diapasón, cuajando de cabo a rabo al sobrero de Garcigrande que acabó remendando la corrida de Torrestrella. Si el día anterior había sido la sutileza, en éste fue la intensidad.

Era el tercer recital, el tercer movimiento de esa sinfonía que empezó a sonar en el otoño de 2021 y ha seguido, reescrita con otras notas, en el de 2022. Fue en la primera de San Miguel, dictando una maravillosa obra expresionista con un complejo toro de Matilla al que extrajo hasta la última gota de su bravura en medio de un clamor impresionante. ¿Podría haber cortado el rabo? Seguramente, pero el poso y el calado de este tipo de lecciones excede de cualquier estadística y del cómputo numérico de los premios. Se encasquilló la espada en los dos primeros viajes. En realidad, qué más da...

De la Puerta del Príncipe a la despersonalización de la plaza

La reflexión viene al pelo para constatar un dato: esas cuatro obras inolvidables no fueron timbradas con la salida a hombros por la Puerta del Príncipe. Ni falta que hace. El raro privilegio ha quedado reducido a una cuestión numérica: sólo se trata de sumar dos trofeos más uno para convertir el célebre paseo bajo el arco de piedra en un espectáculo para paladares noveleros. La puerta ya no es la consecuencia de nada, es un fin en sí misma. Lo decía el otro día un sabio y veterano periodista: convendría volver a los orígenes y someter el eco y el halo del toreo al dictado de las emociones. Tendrían que ser los aficionados, conmovidos, los que sentenciaran esos paseos a hombros que se han convertido en un premio manido y previsible que nada tiene que ver con esas apoteosis que cuentan los más viejos.

Los tiempos cambian; también las costumbres y hasta el exceso de reglamentación que dificulta la entrada del público al ruedo a acompañar a sus héroes. Sea en triunfo o en mero tributo de admiración, rodeados de niños que tocan las luces del trae. Así fue siempre pero ahora todo se contempla con una distante profilaxis y las salidas a hombros parecen un ridículo paseo a horcajadas de un pobre diablo a suelo y en un ruedo desolado. En eso, ay, sí hemos ha ido a peor.

Y ya que hablamos de costumbres también hay que constatar el definitivo cambio sociológico del ruedo de Sevilla. Dicen que es difícil cruzarse con un sevillano en Tetuán. Prueben a buscarlo por los tendidos más clásicos de la plaza de la Maestranza sin saber inglés o francés. A la mudanza de ese viejo senado, al derrumbe del abono, le han seguido la instauración de nuevos modos como sentarse en pantalones cortos en la yema de la Sombra de la plaza de la Maestranza. Pues ése el cliente. No pregunten más.

A vueltas con la tele

Por cierto en estos días también se ha hablado en las esquinas del toro del asunto de la TV. Si ya hace años que dimos por imposible la retransmisión de las grandes citas del toreo por los canales de difusión nacional y pública, los aficionados tienen que agarrarse al canal de pago –ahora en manos de la plataforma de Movistar- para seguir el hilo de las ferias y dar presencia al espectáculo más allá del ámbito limitado de las propias plazas de toros.

La retransmisión de la feria de San Miguel estuvo en el aire prácticamente hasta su víspera. De hecho las negociaciones habían llegado a estar rotas tal y como advirtió el propio empresario el lunes 17 –hace una semana exacta- en los corrillos posteriores a la presentación del festival a beneficio de la Bolsa de Caridad de la Hermandad del Gran Poder. Dos días después se anunciaba la retransmisión de los tres festejos de Sevilla. Casi sin solución de continuidad, la empresa de la plaza de Las Ventas daba por fracasadas las negociaciones para emitir la feria de Otoño...

No sabemos muy bien quién tiene la culpa, quién ha apretado más o menos. Nos preocupa más la mala imagen de un sector que hace las cosas demasiado tarde y las hace mal. Un canal temático que se basa en la retransmisión de las ferias de la temporada debería contar con un calendario cerrado de festejos en los meses de febrero o marzo. Están en juego muchas cosas y aquí se anda rebañando...

Y ya que hablamos de la tele no está de más comentar que Emilio Muñoz ha cerrado su etapa de comentarista de la ídem. Lo esbozó el mismo domingo en una tertulia dominical organizada en el hotel Vincci por el portal Toreteate en la que dio a entender que esa etapa profesional estaba a punto de cerrarse. La cosa se aventó –en la era de internet si no quieres contar nada es mejor ni pensarlo- y el matador trianero, un punto molesto por la difusión anticipada, lo acabó confirmando por la noche. “Ahora veré los toros desde la barrera”, declaró. Se le desea suerte.

Morante: cuarta sinfonía
Paquirri haciendo el paseíllo en Pozoblanco junto a Yiyo y Soro hace 38 años. Foto: Archivo A.R.M.

Paquirri: 38 años después

Todo el mundo que ya peina canas sabe dónde, cómo y qué hacía en aquel anochecer del 26 de septiembre de 1984 cuando la noticia de la trágica muerte de Paquirri estremeció a todo un país. Era una España, salida de la transición, que la peor clase política aún no había sembrado de complejos y en la que los toreros aún ocupaban un estrato de relevancia social que se ha perdido. Las imágenes de Antonio Salmoral, tomadas en el caos de la enfermería de Pozoblanco, no tardaron en dar la vuelta al mundo mostrando a un torero que enseñaba como mueren los hombres.

No hace falta ni imaginar el guirigai mediático que habría levantado en el desquiciado mundo de hoy el ocaso del coloso de Zahara de Atunes. Pero la muerte de Francisco Rivera Pérez no fue en vano. Había llegado en un momento de cierto descrédito de la propia profesión que también había iniciado su propia y dura transición a raíz de la implantación del llamado toro del guarismo y de cierta prensa pretendidamente regeneracionista que empezó dando palos y acabó trincando. La agonía y la muerte del torero, dejándose la vida a chorros en una carretera de Sierra Morena, dejó en evidencia a muchos. En el toro se morí