- El torero, junto a su apoderado y los empresarios Rafael García Garrido y Víctor Zabala. Foto: Plaza 1
De Mahoma y la montaña
La imagen recordaba, en la misma mesa, la firma de aquel contrato que consagraba la presencia de Morante de la Puebla en la plaza de la Maestranza en la temporada 2018. Han pasado casi seis años. Fue el primer contrato que firmó para aquella campaña y el último que cumplió. Y logró romper los inamovibles usos y costumbres de la empresa Pagés llevando hasta la Huerta de San Antonio al mismísimo Ramón Valencia que rubricó el acuerdo en el escritorio de Joselito El Gallo después de pedir, sin lograrlo, que Morante estuviera en abril. Hubo que esperar hasta la feria de San Miguel para que el diestro de la Puebla pisara el albero sevillano después de aquel amago de retirada del verano anterior que sólo fue, a la postre, una mera parada estratégica para despedir con más o menos honores al señor Bailleres y su FIT.
La historia se repite. Morante ha convocado en la misma estancia y en la misma mesa a los señores Rafael Garrido y Víctor Zabala de la Serna –con su apoderado Pedro Marques de notario mayor del reino- para avanzar su contratación en la plaza de Valencia y en las Ventas del Espíritu Santo. Sólo unos días antes se confirmaba que el diestro de La Puebla, después de espantar los peores fantasmas de su lesión de muñeca, iba a afrontar la temporada 2024 con responsabilidad de primera figura. Lo contó Antonio Lorca asegurando que hasta se habían esbozado algunos contactos preliminares con el propio Valencia. ¿Se repetirá la foto del despacho de Gallito? ¿Tendrán que aguardar los apoderados en la cerca, junto a la ribera del Guadalquivir?
El caso es que empresas, toreros y apoderados ya andan dando vueltas a los planteamientos de la temporada que vendrá. Hay un hueco sensible que ciertos fontaneros del toreo –apuesten lo contrario- llenarán con sus planteamientos tacticistas sin importarles un bledo el futuro. Pero eso es otra historia... Mientras tanto se habla de falta de toros adecuados a la demanda y hasta de los que ya andan buscando por dehesas y cerrados los hombres de Enrique Ponce que, dicen, aguardará al paso de las grandes ferias de la primavera para volver a la cancha tras tres años en el dique seco, ocupando otros titulares lejos de la prensa taurina. Ya hablaremos de ello.

Imagen del maravilloso panteón de Gallito en el cementerio de San Fernando. Foto: sevilla.org
Del panteón de Gallito y su futuro
Pero ya que habíamos hablado del coloso de Gelves nos hacemos eco de la reciente polvareda levantada en torno al estado de conservación de su mausoleo –obra cumbre de Mariano Benlliure- y las presuntas cuitas de sus herederos para abonar las cuotas según la información publicada por Jesús Bayort en ABC. Sea como sea, el monumento permanecerá en el lugar para el que fue concebido pero el caso trae a colación otro lance similar que vamos a contar, pero sólo en parte.
La gran recitadora Gabriela Ortega, sobrina doble de José y Rafael Gómez Ortega, hija de su primo Enrique El Cuco, falleció en 1995 en Aznalcázar. Pepe Zabala y Manolo Villanueva, almas del legendario pub Fleming, la había rescatado algunos años antes del sótano de su propia vida y le habían devuelto su dignidad de gran artista. Sin quererlo o sin saberlo se convirtieron en depositarios de sus últimas voluntades y fueron ellos los que lucharon y consiguieron sepultar sus cenizas bajo el mármol y el bronce de Benlliure.
Había una roncha –omitimos la cifra, un pastón de hace casi 30 años- que impedía la apertura del panteón pero ciertas personas providenciales y la comprensión de las autoridades municipales permitieron que la gran Gabriela Ortega descansara para siempre con los mejores de su casa. Resumiendo, nada nuevo bajo el sol. Volviendo al tiempo presente: si el jaleo sirve para propiciar una situación jurídica más favorable a la conservación del monumento –no sabemos si la hipotética propiedad municipal sería garantía de nada- bienvenido sea. El alférez Moeckel ya ha levantado el banderín de enganche.

Eugenio Gil, a la derecha, con su sobrino Fran Arispón y el empresario Ramón Valencia. Foto: Toromedia
De parafernalia taurina y homenajes
A pesar de la tormenta de estiércol que nos espera –cuando pase el descalzaperros este país necesitará una desanchificación- la parafernalia taurina bulle: el pasado viernes, sin ir más lejos, se presentaba en la Feria del Libro de Sevilla el ‘¡Qué sabrás tú... de toros!’ de Federico Arnás. El libro, editado por El Paseíllo, mostró su fortaleza en la copiosa firma de ejemplares por parte del autor antes, después y al día siguiente de un acto que, además de contar con el concurso del diestro Juan Ortega, el editor y hasta el vigía de este Observatorio, abarrotó la carpa dispuesta en la Plaza Nueva. Debe ser que los toros interesan. Pero hay más tela que cortar: este mismo miércoles en el Salón de Carteles de la plaza de la Maestranza se pondrá de largo otro libro, de carácter coral, que gira en torno a la figura de otro torero genial, Manuel Jiménez ‘Chicuelo’, imprescindible para seguir el hilo del toreo moderno.
Pero hay que hablar de homenajes. El pasado domingo, sin ir más lejos, lo recibió un hombre machadianamente bueno. Hablamos de Eugenio Gil, una de esas piezas insustituibles en el organigrama de la empresa Pagés, que sintió el calor y el cariño –el mismo que siempre ha derrochado- de más de un centenar de amigos y familiares al cumplir 80 años de vida. El almuerzo, organizado por su sobrino Fran Arispón y celebrado en la taurinísima Venta Pazos, era una reunión de familia; de la familia del toro de Sevilla. Pero no es el único que cumple años. Este miércoles lo hará Alfonso Ordóñez, 85 tacos nada menos. El grandioso maestro de plata, hijo menor del Niño de la Palma, también está en capilla para recibir su propio homenaje. Será el próximo sábado en Fuengirola. Y por todo lo alto. No es para menos. Muchas felicidades.