No hay ninguna tarde sin su oreja

La de ayer la cortó Luis Bolívar al mejor ejemplar del tremendo envío de Javier Núñez, que debutaba como ganadero en la Feria de Abril. Joselito Adame y Rafa Serna se fueron de vacío

12 abr 2018 / 22:57 h - Actualizado: 13 abr 2018 / 00:11 h.
"Toros"
  • No hay ninguna tarde sin su oreja
  • Bolívar cortó la única oreja del festejo sin demasiado clamor.
    Bolívar cortó la única oreja del festejo sin demasiado clamor.
  • El matador sevillano brinda a Octavio Mulet, el cirujano que le operó en septiembre.
    El matador sevillano brinda a Octavio Mulet, el cirujano que le operó en septiembre.
  • Rafa Serna sólo pudo esbozar muletazos de buen corte con el noble y flojo tercero.
    Rafa Serna sólo pudo esbozar muletazos de buen corte con el noble y flojo tercero.
  • Adame finalizó su primer trasteo con manoletinas.
    Adame finalizó su primer trasteo con manoletinas.
  • No hay ninguna tarde sin su oreja

En los corrillos de aficionados -había que serlo en grado sumo para acudir ayer a la plaza de la Maestranza- se palpaba el tremendo malestar del gremio ganadero por los vaivenes de los corrales que han despertado los fantasmas de no hace muchos lustros. El caso de las corridas de Victoriano del Río y Torrestrella, que quedaron completamente descabezadas, ha escocido entre los criadores y sienta precedente inquietantes ante el meollo de la feria que se lanza hoy. En esa tesitura, y teniendo en cuenta que se trataba de un debut, Javier Núñez se llevó para Sevilla seis auténticas catedrales que, a priori, no debían tener problemas en el reconocimiento. Y así fue...

En la corrida de los campos de Tarifa, partiendo de esa seriedad en la presentación, hubo de todo. Pero hay que destacar especialmente ese cuarto de irreprochable trapío que además rompió con excelente clase y exquisita humillación en la muleta de Luis Bolívar, convidado de piedra del cartel que cobró el único trofeo de la tarde. Pero conviene matizar esa oreja que el veterano diestro colombiano se llevó sin demasiada convicción por un trasteo siempre limpio y correcto a un toro que demandaba más, muchísimo más. El toro tuvo ritmo, continuidad, clase... y permitió a Bolívar hartarse de dar pases y hasta relajarse. La verdad es que la faena tomó más y mejor vuelo al natural pero quedó la sensación de que el toro, finalmente, se quedó sin cuajar como demandaba su calidad. La oreja queda ahí. Que la apunten los amantes de la estadística. Bolívar había sorteado en primer lugar un toro suavón y blando, hasta bonancible, que estuvo ayuno de fondo y raza. El torero caleño se llevó media vida delante de él sin que aquello llevara a nada.

El segundo espada del cartel era Joselito Adame, ese torero mexicano y polivalente que no suele fallar en el ruedo maestrante. Tuvo delante dos reses de muy distinta condición. La primera de ellas fue un animal de movilidad un punto engañosa al que le faltó la clase necesaria. El mayor de los Adame lo recibió, muy firme, por sabrosos estatuarios en una faena que suguió por naturales de buen trazo. En los medios, muy espatarrado y con la mano derecha, logró someter a ese toro terminando de redondar una labor correcta en las formas pero algo falta de arrebato. El toro, que iba y venía, tampoco fue del otro jueves y la cosa se acabó diluyendo mientras caían dos avisos.

El diestro manito salió dispuesto a lidiar con el quinto, un toro tan difícil como emotivo que, pese a sus dificultades y las carencias de su embestida, nunca renunció a la pelea. Le faltó remate en los viajes y pecó de acostarse siempre en los embroques pero sus arrancadas gozaron de una transmisión que, posiblemente, pudieron engañar a algún sector del público. No fue un bocado fácil ese quinto. Demandaba andar listo y sobrado de piernas, hábil de recursos y presto con la espada. Adame lo vio así, despendándole de una estocada que, de paso, le despedía de la Feria de Abril.

Y cerraba la terna un torero joven y sevillano que parecía algo desplazado en un cartel que, ésa es la verdad, era el de menor química de todo el ciclo. Serna volvía a la misma plaza en la que tomó la alternativa en la feria de San Miguel. Entonces resultó herido grave por el mismo animal que le habia serivido para convertirse en matador de toros aunque quedaron patentes sus ganas de ser. Después de aquel percance reapareció en América pero la de ayer era su segunda corrida de toros en España y ante su gente.

La verdad es que no tuvo material para demostrar casi nada. El tercero fue un toro que tuvo clase y calidad pero saltó al ruedo con el motor gripado. En esa tesitura, el torero de la Costanilla sólo pudo dibujar algún natural e salón mimando una embestida que no podía ser tal por la absoluta carencia de fuerzas del bicho. El sexto, con la lluvia descargando a jarros, planteó muchas dificultades. Fue un toro duro pero manso, que anduvo por allí a la defensiva, mostrando peligro y amagando frenazos y cornadas. Rafa se puso delante, mascando la mala suerte y sufriendo la visita indeseada de esa lluvia que le persigue en la plaza de la Maestranza. Tampoco se podía hacer mucho más.

Plaza de la Real Maestranza

Ganado: Se lidiaron seis toros de La Palmosilla, irreprochablemente presentados y de seria y ofensiva presencia. El mejor con diferencia fue el cuarto, un toro de excelente clase, ritmo y humillación. También tuvo calidad la embestida del tercero aunque resultó inválido. Se movió sin demasiada clase el segundo y resultó bruto y emotivo, pero muy complicado, el quinto. El primero no pasó de suavón y el sexto fue, con mucho, el peor de todo el encierro.

Matadores: Luis Bolívar, de corinto y oro, silencio y oreja.

Joselito Adame, de rojo caldera y oro, silencio tras dos avisos y silencio.

Rafa Serna, de azul de Prusia y oro, ovación y silencio.

Incidencias: La plaza registró más de un cuarto de entrada en tarde gélida y desapacible. El agua molestó en el inicio del festejo y se desató definitivamente en la lidia del sexto. Dentro de las cuadrillas destacó el banderillero Fernando Díaz.