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Oliva Soto se reivindica para la gran temporada

El diestro de Camas despachó en solitario cinco toros de distintas ganaderías en la plaza de Guillena mostrándose a gran nivel en todas las fases de la lidia

04 feb 2023 / 21:30 h - Actualizado: 04 feb 2023 / 21:35 h.
  • Oliva Soto se reivindica para la gran temporada

Oliva Soto había vuelto a escoger la plaza de Guillena, adelantándose al comienzo de la gran temporada, como trampolín de su buen momento. Mucho tendría que torcerse la cosa para que el diestro camero no estuviera puesto en Sevilla pero este festejo invernal obedecía a la filosofía del que da primero, que golpea dos veces... Hay que reconocer que el público respondió a la llamada y la coqueta placita de Guillena -que ocupa el antiguo patio de armas del castillo almohade de la localidad- ofrecía una magnífico aspecto a la hora del paseo mostrando el sentido y la oportunidad de un empeño que contó con la alianza de una tarde esplendorosa en lo climatológico.

Y salió el primero, un basto ejemplar de Albarreal con aire rajado que no permitió a Oliva lucirse con el percal. Le costaba desplazarse aunque el torero le buscó las vueltas en unos sabrosos delantales. Oliva brindó a la parroquia y se puso a torear: ahormándolo primero con muletazos por bajo y, definitivamente, en derechazos rítmicos, cada vez más reunido y comprometido con un animal que no tenía mal fondo. Por el otro lado le costaba un poco más pero el trasteo volvió a tomar vuelo en unos muletazos a compás en los que el bicho dijo basta. Hubo cositas, estocada de libro... Y dos orejas para animar el reto.

Al segundo le faltó celo en las telas. Marcado con el hierro de Pallarés, lo brindó al periodista Víctor García-Rayo. La faena comenzó por bajo, hincando una rodilla en la arena. Alfonso volvió a entender a la perfección una embestida de aire rajado a la que había que administrar con mimo. Brotaron muletazos armónicos, perfectamente ligados, rematados con pases de pecho llenos de sabor en la primera fase de la faena. La mansedumbre del bicho se acabó imponiendo y Oliva, sin abusar del reloj, se marchó a por la espada antes de recetar un mazo de ayudados y otro espadazo sin puntilla. Volvieron a caer las orejas.

El tercero salió tras una larga pausa en la que Oliva tomó fuerzas y se mudó de vestido -un precioso terno de terciopelo corinto rematado de azabaches- mientras un propio rifaba un queso desde el ruedo. España por dentro... Lo lanceó de lado a lado de la plaza. En el tendido arrancó el cante -del bueno- y el propio Oliva se picó por verónicas acompasado a las bulerías. El animal había enseñado virtudes y después de ser banderilleado por el sobresaliente arrancó la faena, sentado en la silla y enhebrado a la marcha Caridad del Guadalquivir. El toro llevaba ya lo suyo pero acabó rompiendo en un pase de pecho casi circular. Hubo garrita en los naturales y una entrega indeclinable que suplió las vías de agua de un animal que ya estaba loco por rajarse pero al que toreó con sabor, personalidad y sentido de la escena. Lo había exprimido hasta el límite y no le ayudó nada en los tres pinchazos que precedieron a la estocada definitiva. Al toro le dieron la vuelta al ruedo, Oliva tuvo que contentarse con unas palmitas que no daban la medida de su esfuerzo.

Gavira había embarcado el toro de mayor presencia del envío. Fue un colorao pegajoso en los capotes pero de motor justo que llegó a rodar por los suelos en el tercio de banderillas. El torero brindó al cielo y se puso a sortear los gañafones de un bicho que acabó poniéndole en apuros en su afán por sacar agua de un pozo seco. No había nada que hacer, más allá de matarlo por arriba..

Se había previsto, fuera de programa, la lidia de un quinto ejemplar de Juan Pedro Domecq. En las labores de enchiqueramiento se despitorró y acabó volviendo al campo con un pitón colgando. Así que no hubo propina. Mientras la gente miraba la puerta de chiqueros subían a hombros al camero. Misión cumplida. Da gusto ver a este torero.

FICHA DEL FESTEJO

Ganado: Se lidiaron, por este orden, un basto ejemplar de Albarreal, que se dejó; el segundo, de Pallarés, resultó noble y manso; el noble tercero, de Virgen María, fue premiado con la vuelta al ruedo póstuma; el cuarto, de Gavira, fue el más serio pero también el más blando, peligroso y deslucido.

Único espada: Oliva Soto, que vistió de blanco y plata con los remates negros en los dos primeros toros y de burdeos y azabache para los últimos, cosechó el siguiente balance: dos orejas, dos orejas, palmas y silencio

Incidencias: La plaza registró tres cuartos de entrada en tarde espléndida.