Toros

Reencuentro ‘aguadista’ y despliegue ‘julista’ en Sanlúcar

El faenón del diestro sevillano cerró una tarde llena de contenidos en la que el madrileño, con hambre de novillero, cuajó e indultó a un gran toro de Santiago Domecq llamado ‘Faraón’

07 jun 2021 / 10:09 h - Actualizado: 07 jun 2021 / 10:12 h.
"Toros","El Juli","Pablo Aguado"
  • Pablo Aguado. / Eva Morales
    Pablo Aguado. / Eva Morales

La cita de Sanlúcar sirvió para despejar algunas incógnitas. El excelente trabajo del empresario Carmelo García –trazando un cartel oportuno y atractivo- había servido para presentar el excelente aspecto de los tendidos, con esa apariencia de casi lleno que tanto temen los políticos cuando les ponen delante la prueba del algodón de la fotografía. Pero hay que echar la pata hacia adelante y reactivar de una vez por todas este negocio que, más allá de la necesaria y fundamental vertiente económica, forma parte de nuestras señas de identidad. Hay ganas de toros, de recuperar el pulso de nuestras vidas, de volver a ser lo que éramos...

En ese volver a sus mejores fueros había que incluir la hermosa incógnita que planteaba Pablo Aguado. Apenas había calentado en el inicio de esta temporada de transición cuando cayó herido en la plaza de Vistalegre. Esto es así y la procesión va por dentro, por más que no acusara los severos destrozos musculares bajo el precioso vestido con el que hizo su primer paseíllo como matador en el coqueto coso del Pino de la ciudad de la manzanilla. ¿Qué iba a pasar con Pablo? ¿Acusaría el percance? ¿Recuperaría su mejor ser y estar? ¿Volvería a alumbrar uno de esos faenones que ponen a todo el mundo de acuerdo?

Reencuentro ‘aguadista’ y despliegue ‘julista’ en Sanlúcar
El Juli. / Eva Morales

Las piezas no habían terminado de encajar por completo en la lidia de los toros segundo y cuarto. Uno había sido un cinqueño largo al que lanceó con primor, abrochando el ramillete de lances con una media a pies juntos que arrancó un ole rotundo. Ese hilo volvió a brotar en dos verónicas del quite antes de tomar la montera para brindar a El Mangui, el gran banderillero sanluqueño, que sigue plantando cara a otros toros de la vida. Hubo una tanda de acople, buen son en el trasteo y hasta intensidad creciente en los muletazos. No, no faltó entrega en Pablo Aguado pero sí se echó de menos ese inimitable ritmo interior que acabaría definitivamente pulverizado en el filo de su calamitosa espada.

Aguado volvió a salir dispuesto con el cuarto y se arreó a sí mismo en un quite cerrado con media de rodillas. Se deslizó el toro y las telas en el inicio de faena. Hubo recreo en los detalles; garra en el toreo fundamental y, otra vez, una espada llena de mellas. Cuando salió el sexto, la grey ‘aguadista’ se prometió que tenía que ser en ése. Y así fue... Hay que anotar la excelente brega de Iván García, los buenos pare de Juan Sierra. Fueron el preludio –ahora sí- de uno de esos trasteos que renuevan la fe en este torero distinto que ha hecho de armonía natural el hilo conductor de su toreo. La plaza rugió con un aire distinto, desde los grandiosos muletazos a pies juntos con los que inició una labor vertical, dictada en esa media alturita en la que el toreo de Pablo Aguado toma su mejor rumbo. Es difícil trazar la geografía completa de un trasteo que volvió a llenar de gasolina el motor de sus seguidores. ¿Para qué hablar de los naturales, del toreo diestro, de ese ser y estar naturalmente torero que volcó la placita del Pino? La espada entró de verdad a la segunda. Cayeron las orejas. La gente se marchó feliz.

Pero es que ya lo estaba gracias al despliegue artillero de ese Juli rejuvenecido que ya contempla, cada vez más próximas, sus Bodas de Plata como matador de toros sin resistirse a entregar el bastón de mando. Ya le había cortado una oreja con la gorra al noble primero, al que le faltó un punto de alma. Toreó atornillado a la arena, firmísimo, ligando siempre los muletazos. No se lo quiso perder un perrito que se dio un paseo por el albero antes de que el madrileño agarrara una estocada.

Pero lo mejor estaba por venir a la salida del tercero, un animal lleno de virtudes que Julián supo extraer en una faena trepidante que olía a indulto desde su ecuador. Todo fue para arriba, en ritmo creciente mientras la embestida el gran ejemplar de Santiago Domecq se enhebraba a la perfección a la muleta del maestro de Velilla. Lo supo empujar hacia delante cuando tocaba, terminando por enroscárselo por completo –lleno de toro- en unos naturales en los que se terminó abandonando por completo. Pero aún quedaba el gazpacho final, la traca inapelable mientras el perdón del toro se convertía en certeza y la plaza en una fiesta. El Juli volvería a mostrar esa insultante primacía profesional tapando todos los defectos del quinto al que toreó a placer antes de agarrar una fulminante estocada precedida de dos pinchazos que escamotearon el trofeo. Todos contentos.

Ficha del festejo

Ganado: se lidiaron seis toros de Santiago Domecq, desigualmente presentados pero aptos para una plaza de tercera. El conjunto global brindó un juego interesante. Fue noble el primero, manejable el segundo, algo más molesto el cuarto y con teclitas que tocar el quinto. Sobresalió por encima de todos la cualidad del tercero, llamado Faraón, que acabó siendo indultado. También brindó buen juego el sexto.
Matadores: Julián López ‘El Juli’, de verde billar y plata, oreja, dos y rabo simbólicos y ovación.

Pablo Aguado, de soberano y oro, silencio, palmas y dos orejas.
Incidencias: La plaza, restringida al 50% de su aforo aparentaba tres cuartos largos de entrada en tarde veraniega.