Ricardo Chibanga: de Mozambique a Macao

Posiblemente no fue el primero ni el único, pero sí fue el más famoso torero africano que paseó su nombre por los ruedos y logró tomar la alternativa en la plaza de la Maestranza

11 ene 2020 / 11:40 h - Actualizado: 11 ene 2020 / 11:44 h.
"Toros"
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Ricardo Chibanga había fallecido en primavera –el pasado 16 de abril- pero su nombre ha vuelto a ponerse de actualidad gracias al gesto de uno de sus últimos amigos: Morante de la Puebla. El matador cigarrero va a regalar un busto del torero mozambiqueño a la localidad portuguesa de Golegá, en la que el recordado torero de raza negra, nacido en Mozambique, estableció su hogar y encontró la muerte a los 76 años, víctima de un ictus irremediable.

El autor de esa escultura es el creador onubense Martín Lagares, que ya ha recibido la visita del diestro cigarrero para interesarse por el proceso creativo. El busto, que ya ha sido modelado en barro, será posteriormente vaciado en bronce para ser inaugurado el próximo 28 de marzo en esta localidad del Alentejo portugués que no ha dudado en aceptar el ofrecimiento de Morante, que ha mostrado una exquisita sensibilidad al ofrecer este homenaje póstumo a un hombre que forjó su propia historia. Y merece ser contada.

El nacimiento nacimiento africano y, sobre todo, el color de su piel pusieron una nota exótica en el rico panorama taurino de los primeros 70 del pasado siglo XX. Cuarto de siete hermanos en una familia de extracción humilde, Chibanga nació el 8 de noviembre de 1947 en Lourenço Marques -la actual Maputo-, en Mozambique. La ciudad era aún una colonia portuguesa y bajo esa influencia disponía de una activa plaza de toros –La Monumental se puede leer aún en su maltrecha fachada- que permanece en pie aunque ya no queda prácticamente ningún rastro de su función taurina ni sus esplendores pasados.

La afición del futuro matador se forjó en aquel coso que se hoy encuentra prácticamente en ruinas. Siendo un niño aún, Chibanga se empleaba como repartidor de carteles de los festejos que allí se celebraban. El encuentro con el afamado diestro portugués Manolo Dos Santos sirvió para afianzar esa vocación que le llevó a integrarse en la parte seria de un espectáculo cómico taurino. Ricardo tenía la firme convicción de convertirse en torero. Pero no lo iba a tener fácil en la década de los 60...

Ricardo Chibanga: de Mozambique a Macao
Foto: Infocul.pt

Si el joven aspirante quería perseverar en el oficio no podía quedarse en África. En esa tesitura se marchó a la localidad portuguesa de Golegá en la que acabaría estableciendo su hogar. Ése fue el verdadero arranque profesional del futuro diestro mozambiqueño, que aún necesitó de un paso trascendental para afianzarse en la profesión: mudarse a España. Después de pasar por San Sebastián de los Reyes y sumar un buen número de novilladas acabó recalando en Sevilla, donde coincidió con el entonces jovencísimo matador de toros Rafael Torres y gozó de la protección de Paco Camino. El entrenamiento con los toreros sevillanos y su inmersión en el ambiente taurino hispalense fueron fundamentales para redondear su preparación profesional.

Y fue en la plaza de la Real Maestranza, precisamente, donde logró su sueño de convertirse en matador de toros el 15 de agosto de 1971 de manos de Antonio Bienvenida, que había reaparecido aquel año después de cuatro temporadas retirado de los ruedos. El testigo de la ceremonia fue su amigo Rafael Torres y el toro de la ceremonia de Pérez Angoso al que cortó la única oreja de la tarde. No debió dejar más ambiente Chibanga, que volvería al coso maestrante al año siguiente alternando con Curro Romero y Rafael Torres en la lidia de una corrida de Urquijo.

La figura de Ricardo Chibanga fue una nota exótica en aquella primera mitad de los 70 aunque logró alternar con absoluta dignidad las primeras figuras de la época con dignidad paseando su nombre por toda la geografía taurina, a un lado y otro del Atlántico. Eso sí: su carrera fue corta y se precipitó por una dolencia ocular que le hizo empezar a perder la vista antes de que doblara la década. Para entonces, el número de sus actuaciones ya había ido decayendo aunque había logrado otros hitos profesionales al confirmar su alternativa en Madrid o presentarse como matador en su Mozambique natal en 1973, un hecho que se convirtió en un auténtico acontecimiento nacional.

El punto final de su carrera, precisamente, no podía escaparse de ese exotismo. La última corrida de toros de su vida la toreó en otra antigua colonia portuguesa, la de Macao, poniendo el cierre a ese capítulo vital. Chibanga no se alejó del toro. Compró dos plazas portátiles con las que se hartó de dar festejos por todos los rincones del Portugal más profundo. En los últimos años había estrechado los lazos con Morante de la Puebla, que siempre ha sentido una especial atracción por estos tipos rabiosamente humanos que transitan en las esquinas del toro. Morante, ya lo hemos dicho, le ha hecho este último regalo a su amigo.