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Observatorio taurino

Roca Rey rinde Bilbao y al toreo entero

La épica actuación del diestro peruano ha marcado la cumbre de la temporada en las arenas oscuras del Bocho y le ha convertido en el líder indiscutible de la grey taurina

30 ago 2022 / 11:59 h - Actualizado: 30 ago 2022 / 12:01 h.
"Observatorio taurino"
  • El matador limeño se coronó como primera figura del toreo en el coso bilbaíno. Foto: Joserra Lozano
    El matador limeño se coronó como primera figura del toreo en el coso bilbaíno. Foto: Joserra Lozano

Trascendencia y reivindicación

El inapelable triunfo de Roca Rey fue más allá de su propia historia taurina y tuvo la virtud de devolver al anillo bilbaíno su declinante cualidad de escenario trascendental del toreo, perdida en una maraña social, taurina y económica que merecería otro análisis. La presencia del peruano en las cenicientas arenas del Bocho ya tenía carácter de acontecimiento, subrayado por la presencia de ese público que tanto se echa de menos en el remozado coso de Vista Alegre, víctima del desapego de la sociedad vasca –la sombra del nacionalismo es demasiado larga- a la fiesta de los toros que ya ha condenado el coso de Vitoria y mantiene en un difícil tenguerengue el moderno anillo donostiarra.

Son asuntos complejos que se escapan de este Observatorio, más pendiente del definitivo pronunciamiento del paladín limeño. Más allá de las orejas que cortó hay que marcar una constante, común a las grandes figuras de todas las épocas: es esa excepcionalidad que trascendió del propio ámbito taurino para hacer saltar el impresionante despliegue vivido en el ruedo fuera de las órbitas de la plaza, del propio planeta de los toros. El triunfo de Roca Rey fue un verdadero acontecimiento popular que derribó todas las barreras y zancadillas que recortan la verdadera dimensión mediática del hecho taurino.

El valor de lo excepcional

No hay vuelta de hoja: cuando ocurre algo que se sale de la norma y que rompe todos los esquemas no tarda en prender como una mecha. Andrés Roca Rey abandonó la plaza por la puerta de la enfermería después de renunciar –estaba molido a golpes- a una salida a hombros que ni siquiera era necesaria para subrayar la importancia de lo que había pasado. Había estado cumbre, haciendo buena la vieja sentencia ordoñista: “Hay tres o cuatro veces en la temporada en las que hay que dejarse matar”. Es la exigente frontera que separa a los buenos toreros, a las figuras al uso, de los verdaderos mandones. Andrés está en esto para llevar el timón. Hace veinte años sería el hombre de moda. Las cosas han cambiado tanto...

Aquel palizón le impidió cumplir su segundo contrato en Bilbao y le mantiene en el dique seco, aquejado de fortísimos dolores, pendiente de la bajada de la inflamación de las zonas contusionadas para poder hacer un diagnóstico más certero y poner fecha definitiva a su reaparición. Ya ha perdido varios contratos en distintas ferias en las que su presencia era talismán indiscutible. Este mismo martes tampoco ha podido hacer el paseíllo en la feria de Colmenar Viejo. En la trastienda del torero –que sigue pendiente de pruebas y médicos- se apuesta por la cita goyesca de Ronda como escenario más probable para esa vuelta que, después de todo lo pasado, también va a tener carácter de gran acontecimiento.

Roca Rey rinde Bilbao y al toreo entero
Morante se estrelló en Linares con el peor lote de la desigual corrida de Miura. Foto: @JaenJunta

En torno a un aniversario

La semana taurina que se fue se enhebró a ese final de agosto que tiene sabor a despedida del verano. Pero a la temporada taurina aún le queda un intenso tramo en los suaves meandros de septiembre. El día de San Agustín, de alguna forma, sirve de bisagra entre las ferias del cereal y las que ya apuntan a la vendimia. El 28 de agosto es, además, una fecha grabada a fuego en el imaginario hispano; el día que el ‘miura’ Islero corneó mortalmente a Manolete. Este año se ha conmemorado el LXXV aniversario de aquel tremendo mazazo que sacudió la España de la posguerra y Morante de la Puebla, fiel a su reverencial respeto por la historia taurina, no quiso estar ajeno al acontecimiento.

Lo hizo apuntándose a la corrida de Miura en Linares. Pero el gesto, que le honra y nadie le había pedido, se iba a quedar en declaración de intenciones. El peor lote de un remendado y demasiado desigual envío de Miura –con baile de corrales incluido- iba a caer en sus manos. El clima hostil del público y hasta la inoperancia de la cuadrilla iba a completar el esperpento. El personal había acudido a ver a Morante y se marchó del coso de Santa Margarita anotando el legítimo triunfo de Rafaelillo y Curro Díaz, que supieron dar fiesta a la corrida.

Son cosas del toreo, como el rosario de percances que saludó esa jornada, poniendo el acento al verano peligroso. Los móviles del toreo no tardaron en hacerse eco del tremendo ‘tabacazo’ que había sufrido el flamante matador de toros Manuel Diosleguarde al entrar a matar al último toro de la tarde en la corrida que se había celebrado en Cuéllar. El pitón había estallado en el temido triángulo de Scarpa provocándole severos destrozos vasculares. Los médicos le salvaron la vida en la enfermería de la plaza pero tuvo que ser trasladado a Valladolid donde fue intervenido dos veces más. Ha sido el percance más grave del año. Es el tributo que pagan los hombres de luces en esta fiesta en la que se puede morir de verdad.