sevilla{La historia y la leyenda se enhebran en la génesis del ganado de lidia pero está más que demostrado que las tierras bajas del antiguo reino de Sevilla jugaron un papel fundamental en la selección de lo que ahora entendemos por toro bravo. Dos Hermanas y Utrera comparten ese papel fundacional que se profesionaliza, como la lidia a pie, a finales del siglo XVIII. Estaba naciendo la ganadería moderna, que no se puede entender sin los pastos salitrosos y las praderas de las antiguas Marismas del Guadalquivir. En los lucios salvados de las crecidas periódicas se funda el oficio de criador tal y como hoy lo entendemos, íntimamente ligado a avatares históricos como la propiedad de la tierra por la aristocracia y las viejas órdenes monacales; la desamortización eclesiástica; el fin del antiguo régimen y la irrupción de una burguesía agraria ennoblecida que adorna sus blasones con la cría de ganado bravo.
Bucear en la histórica implantación de la cultura y la cría del toro bravo en estas tierras sevillanas nos sirve para reivindicar de paso su condición de motor económico, cultural y ecológico. El toro bravo tiene presencia en prácticamente todas las comarcas naturales de la provincia: desde las dehesas de la Sierra a la Marisma; de la Vega, a la Campiña... Pero los tiempos cambiaron y la presión del hombre y algunas políticas agrarias que hoy serían de difícil comprensión obligaron a emigrar al ganado de casta. El toro era un animal vinculado al llano pero la radical transformación agrícola de esos paraísos perdidos acabó propiciando la mudanza masiva a las actuales dehesas serranas.
A pesar de todo, el antiguo uro sigue teniendo una presencia testimonial en su hábitat histórico como demuestran las vacadas de Escobar o Partido de Resina, que siguen mirando a la Marisma, o las de Guardiola o Murube, que mantienen su vinculación con Utrera. Pero es en la Sierra de Sevilla donde se vertebran hoy en día algunas de las rutas ganaderas más pujantes que conforman una magnífica invitación a disfrutar del entorno social, cultural, ecológico o gastronómico vinculado a la crianza del ganado de lidia. Si encaramos el camino de Portugal con la meta en el paso de Rosal de la Frontera podríamos dibujar una de las sendas de mayor densidad ganadera. Desde la Venta el Alto, pasando por la localidad de Castillo de las Guardas –pequeña capital de esta tierra de toros– podemos encontrarnos con vacadas como la de Hermanos Sampedro, Buenavista, Gabriel Rojas o Juan Pedro Domecq.
Pero aún podemos trazar otras rutas sin salir de la cinta ancha y parda de Sierra Morena. Si empleamos como centro de operaciones la localidad de Castilblanco de los Arroyos tenemos a un tiro de piedra vacadas como las de Luis Algarra, Diego Puerta. Pero hay otra columna vertebral que marca la carretera que separa Villanueva del Río de Constantina en la que encontramos hierros como Dolores Aguirre o la actual Ave María. No nos olvidamos de la campiña: las vacadas de Miura y Benítez Cubero aún la guardan. ~