Observatorio taurino

Siempre nos quedará París...

La reacción coral de la afición francesa –apoyada por las fuerzas políticas ‘serias’- ha vuelto a dar sopas con honda al sector taurino en particular y la acomplejada clase dirigente española

28 nov 2022 / 18:10 h - Actualizado: 28 nov 2022 / 18:13 h.
"Observatorio taurino","José Tomás"
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La secuencia de los hechos es reciente y conocida. La propuesta abolicionista de un tal Caron, diputado y militante de un partido de izquierda radical llamado Francia Insumisa ni siquiera llegó a ser debatida en la Asamblea Nacional de Francia. El ‘anti’ se vio forzado a retirarla ante la perspectiva de una derrota más que segura. Era mejor darle la vuelta a las naves que volver sin velas. Es una victoria de un gran valor simbólico que zanja –al menos por una buena temporada- cualquier veleidad abolicionista más allá de los Pirineos.

Pero el asunto tiene otras lecturas, y se erige en un espejo en el que mirarse al sur de la misma cordillera para sonrojo de las huestes taurinas patrias. Los aficionados franceses –bien vertebrados en la Unión de Ciudades Taurinas y el Observatorio de la Cultura Taurina- han sacado músculo, replicando a una y han organizado en paz y armonía una serie de concentraciones para mostrar fuerza, unidad, vigencia y presencia. Lo sorprendente –ateniéndose a la desquiciada vida social y política de España- ha sido comprobar que la clase política más o menos sólida del vecino del norte, con el presidente de la República a la cabeza, también ha respondido a una poniéndose al lado de esa amplia minoría que no entiende la vida sin el hecho taurino, sea la lidia a la española –que se importó en la centuria decimonónica- o las valiosas tauromaquias autóctonas que perpetúan la cría de un ganado con identidad propia.

Leyes por cumplir

El caso es que los toros, por ley, están prohibidos por Francia. Se hace una salvedad: la fiesta puede pervivir en aquellas zonas de acendrada tradición que en el país galo se vertebran en torno a Las Landas –en la zona atlántica- y la Camarga, en la mediterránea. En España, en cambio, gozamos hasta de esa solemne declaración de patrimonio cultural inmaterial (ley 18/2013) que obliga a las administraciones públicas a su protección, promoción y regulación. ¿Se trata de papel mojado? Nada hay que esperar de los radicales de izquierda –adalides de prohibir por prohibir, de decirle a los demás que deben pensar o hacer- ni de esos partidos separatistas que ven en la corrida de toros una fachada de la maltrecha identidad española. Mucho más grave es, en tantos casos, el papel jugado por el irreconocible PSOE, ahora Partido Sanchista, apuntado a todos los bombardeos de sus socios radicales para ser más sostenibles, inclusivos y no sé cuántas pamplinas más que nadie. Pero todos casi todos, cuando no arriman el ascua a su sardina, se la miden con una regla según cómo, qué, cuándo...

Sabina y el toro

En esa tesitura no es de extrañar que personas y personajes que siempre han defendido la bandera roja empiecen a caerse del caballo. Ahí están las recientes declaraciones del cantante Joaquín Sabina. “Ya no soy tan de izquierdas porque tengo ojos, oídos y cabeza para ver lo que está pasando” ha señalado el trovador del apasionante Madrid finisecular. Sabe que se le ha acabado la bula en ciertos sectores pero a lo mejor no es tan consciente del emocionante canto de amor y amistad incluido en ese documental filmado por Fernando León de Aranoa que se titula ‘Sintiéndolo mucho’.

La película incluye las horas de zozobra e incertidumbre que siguieron a la gravísima cornada de José Tomás en la plaza mexicana de Aguascalientes. Sabina estaba allí y el cineasta pudo filmarlo todo. El cantante había acudido a ver a su amigo torero que luego tenía previsto comparecer en el concierto que Sabina tenía que dar, casualmente, en la otra plaza de toros de la localidad. La mirada de León de Aranoa –Sabina dijo de él que en asuntos taurinos estaba al norte de Suecia- aporta un ángulo novedoso a esas horas en las que –sin saber si Tomás sobreviviría- Joaquín Sabina prepara el concierto cantando ‘De purísima y oro’. Poesía visual, libertad creativa, artistas sin complejos, sentimientos reales...

Una batalla cultural

Mientras tanto el toreo, como la lengua, las fronteras y hasta la Biblia en pasta son constante punto de discusión virtual en este trozo de tierra que, por cierto, tiene forma de piel de toro. La gente no llega a fin de mes pero los barandas siguen empeñados en montar su propio circo de tres pistas para evitar hablar de los verdaderos problemas. Es una situación a la que sólo ha llevado una clase política inoperante, de todos los colores, empeñada en promover lo que separa, aficionada a crear problemas para casa solución, maestra en levantar polémicas estériles. Ésa es la pura verdad. En este país se expulsa a una clase entera por colgar una bandera ¡de su propia patria! mientras se extiende como una mancha de aceite el fanático feminismo radical e inquisitorial que cuelga el sambenito de fascista a todo aquel que no se somete a la nueva dictadura, la del pensamiento único.

Nada nuevo bajo el Sol: dogmas que sustituyen a otros dogmas; ideologías que quieren relevar a las viejas religiones como mantras que hay que repetir para no descolgarse del rebaño. En el fondo sólo se trata de una cuestión de libertad. Y ser aficionado a los toros, formar parte de este mundo ancestral, de esta escuela de valores sólo es una forma de sentirse libre en medio de la cárcel de las ideologías, del feminismo fanático y salvaje, del veganismo, del animalismo, del ecologismo radical, de los profetas del cambio climático, de la dictadura de lo políticamente correcto, del separatismo, del yugo de una clase política despreciable. Sí, sólo se trata de una cuestión de libertad. Y si quieren batalla, la deberían tener. De nosotros depende. Siempre nos quedará París...